Espejismos(91)







Capítulo cincuenta


Lo primero que veo cuando cruzo la puerta es a Damen. Todavía está tendido en el sofá, tan pálido y delgado como cuando lo dejé.

Lo segundo que veo es a Rayne. Está acurrucada a su lado, poniéndole un pa?o húmedo sobre la frente. Sus ojos se abren como platos cuando me ve y levanta la mano mientras me grita:

—?Ever, no! ?No te acerques más! Si quieres salvar a Damen, detente ahora mismo… ?No rompas el círculo!

Bajo la vista hasta el suelo y veo que hay un círculo perfecto formado por una sustancia blanca granulosa semejante a la sal. Un círculo que los rodea a ambos y me deja a mí fuera. Luego la miro a ella y me pregunto qué quiere, qué puede tener en mente ahí agachada junto a Damen y advirtiéndome de que me aleje. Me doy cuenta de que su aspecto es aún más extra?o fuera de Summerland: su rostro pálido fantasmal, sus rasgos diminutos y sus enormes ojos negros como el carbón. Sin embargo, cuando clavo la mirada en Damen y veo cómo se esfuerza por respirar, sé que debo llegar hasta él, sin importar lo que ella diga. Lo he abandonado. Lo he dejado atrás. Fui lo bastante estúpida, ingenua y egoísta como para pensar que todo saldría bien por el simple hecho de que así lo deseaba, y que Ava se quedaría por aquí para solucionar las cosas si algo salía mal.

Doy un paso hacia delante, con lo que la punta de mi pie queda justo al borde del círculo. Justo en ese momento, Roman entra a toda prisa por detrás de mí y grita:

—?Qué co?o hace ella aquí? —Mira con los ojos desorbitados a Rayne, que sigue agachada junto a Damen al otro lado de la barrera del círculo.

—?No confíes en él! —exclama la ni?a, que pasea la mirada entre nosotros dos—. Siempre ha sabido que yo estaba aquí.

—?No tenía ni idea! ?No te había visto en la vida! —Roman sacude la cabeza—. Lo siento, encanto, pero las colegialas católicas no son mi tipo. Prefiero a mujeres algo más enérgicas, como Ever, aquí presente. —Extiende el brazo hacia mí y desliza los dedos por mi columna hasta la cintura, lo que me provoca un escalofrío que me hace desear apartarme… pero no lo hago. Solo respiro hondo e intento permanecer calmada. Me concentro en su otra mano, la que tiene el antídoto… la clave para salvar a Damen.

Porque al final eso es lo único que importa. Todo lo demás puede esperar.

Le arrebato la botella y le quito el tapón. Y, justo cuando estoy a punto de entrar en el círculo protector de Rayne, Roman me agarra del brazo y dice:

—No tan rápido.

Me detengo y los observo a ambos. Rayne me mira directamente a los ojos y me dice:

—?No lo hagas, Ever! ?Diga lo que diga, no lo escuches! Hazme caso. Ava se deshizo del antídoto y se llevó el elixir poco después de que te marcharas, pero por suerte yo llegué aquí justo antes que él. —Se?ala a Roman con un gesto de la mano. Sus ojos son dos redondeles furiosos tan oscuros como la más negra de las noches—. Necesita que rompas el círculo para poder entrar, porque no puede llegar hasta Damen sin ti. Solo las personas honorables pueden penetrarlo, solo las que tienen buenas intenciones. Pero si entras ahora, Roman te seguirá. Así que si te importa Damen, si de verdad quieres protegerlo, tendrás que esperar hasta que llegue Romy. —?Romy?

Rayne asiente antes de mirarnos a Roman y a mí.

—Ella traerá el antídoto; estará listo cuando caiga la noche, ya que se necesita que haya la luna llena para fabricarlo.

No obstante, Roman sacude la cabeza y se echa a reír antes de decir:

—?Qué antídoto? El único que tiene el antídoto soy yo. ?Por favor!, fui yo quien fabricó el veneno, así que ?qué demonios sabe ella? —Al ver mi expresión confundida, a?ade—: En realidad me parece que no tienes elección. Si escuchas a esta… —Se?ala con el dedo a Rayne— Damen morirá. Pero si me haces caso a mí, no lo hará. El problema es bastante sencillo, ?no te parece?

Miro a Rayne, que niega con la cabeza y me advierte de que no le crea, que espere a Romy, que aguarde hasta que caiga la noche… Pero aún faltan muchas horas para eso. Sin embargo, cuando observo a Damen, que está a su lado, descubro que su respiración se ha vuelto más pesada y que su rostro ha perdido todo rastro de color.

—?Y si estás tratando de enga?arme? —pregunto, con toda mi atención puesta ahora en Roman. Contengo el aliento mientras espero su respuesta.

—En ese caso, él morirá.

Trago saliva con fuerza y clavo la vista en el suelo, sin saber qué hacer. ?Debo confiar en Roman, el inmortal renegado responsable de todo esto? ?O debo creer a Rayne, la gemela espeluznante que siempre habla con acertijos y cuyas intenciones nunca me han quedado claras? Cuando cierro los ojos e intento concentrarme en lo que me dice el instinto (que casi nunca me falla, aunque a menudo lo paso por alto), me siento frustrada al ver que permanece en silencio absoluto.

Luego miro a Roman, que continúa hablando:

—Pero si no te estoy enga?ando, él vivirá. Así que, en mi opinión, no tienes mucho que decidir…

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