Espejismos(96)
Clavo la mirada en el suelo y me pregunto qué he hecho, cómo he podido ser tan estúpida como para confiar en él. Apenas lo escucho cuando a?ade:
—Y, si no me crees, sigue adelante e inténtalo. Pero cuando se desvanezca, no vengas a llorarme.
Nos miramos a los ojos y, al igual que aquel día que estábamos sentados a la mesa en el comedor del instituto, me veo arrastrada al interior del abismo de su mente. Siento su amor por Drina, el de Drina por Damen, el de Damen por mí, el mío por mi hogar… Y sé que todo eso ha resultado en ?esto?.
Sacudo la cabeza y me libero de él.
—Ay, mira, ?se está despertando! —dice Roman—. Y está tan guapo y maravilloso como siempre. Disfruta del encuentro, encanto, pero ?recuerda que no puedes disfrutarlo demasiado!
Echo un vistazo por encima del hombro y veo que Damen ha empezado a despertarse, que se despereza y se frota los ojos. Luego me giro hacia Roman con la intención de herirlo, de destruirlo, de hacerle pagar por todo lo que ha hecho.
Sin embargo, él se echa a reír y me esquiva con facilidad antes de encaminarse hacia la puerta. Esboza una sonrisa y me dice:
—No quieres hacerlo, créeme. Puede que me necesites algún día.
Me quedo de pie frente a él, temblando de rabia, tentada de enterrar el pu?o en su chacra más vulnerable para ver cómo se desvanece para siempre.
—Sé que ahora no me crees, pero ?por qué no te tomas unos momentos para pensarlo bien? Ahora que ya no puedes abrazar a Damen, pronto empezarás a sentirte muy, pero que muy sola. Y, puesto que me enorgullezco de ser de los que perdonan, estaré más que dispuesto a llenar ese vacío.
Entorno los ojos y levanto el pu?o.
—Y, además, está el hecho de que tal vez exista un antídoto para el antídoto… —Sus ojos se clavan en los míos y me dejan sin aliento—. Y, puesto que fui yo quien lo creó, solo yo lo sé con seguridad. Así que, tal y como yo lo veo, si me eliminas, acabarás con cualquier esperanza de poder estar con él otra vez. ?Estás dispuesta a correr ese riesgo?
Nos quedamos allí, vinculados de la forma más execrable, con las miradas entrelazadas, inmóviles. Hasta que Damen pronuncia mi nombre.
Y, cuando me doy la vuelta, veo que es él. Ha recuperado su esplendor habitual y se levanta del sofá mientras yo corro hacia sus brazos. Siento su maravillosa calidez cuando aprieta su cuerpo contra el mío y me mira de la forma que solía hacerlo… como si yo fuese lo más importante de su vida.
Hundo mi cara en su pecho, en su cuello, en su hombro. Todo mi cuerpo hormiguea y recupera el calor mientras susurro su nombre una y otra vez. Mis labios se deslizan sobre el algodón de su camisa, deseando su calidez, su fuerza. Me pregunto si seré capaz de encontrar una forma de explicarle la horrible jugarreta que nos han hecho.
—?Qué ha ocurrido? —pregunta mirándome a los ojos mientras se aparta un poco—. ?Te encuentras bien?
Echo un vistazo alrededor de la estancia y descubro que Roman y Rayne han desaparecido. Luego contemplo sus ojos oscuros y le pregunto:
—?No te acuerdas?
Niega con la cabeza.
—?De nada?
Se encoge de hombros.
—Lo último que recuerdo es la noche del viernes en la obra. Y después de eso… —Frunce el ce?o—. ?Qué lugar es este? Porque está claro que no es el Montage, ?verdad?
Me apoyo contra su cuerpo mientras nos dirigimos a la puerta. Sé que tendré que contárselo… tarde o temprano… pero quiero evitarlo mientras pueda. Quiero celebrar su regreso, celebrar que está vivo y que estamos juntos de nuevo.
Bajamos las escaleras y abro el coche antes de decirle:
—Has estado enfermo, muy enfermo, pero ya estás mejor. Es una historia muy larga, así que… —Arranco el motor mientras él coloca la mano sobre mi rodilla.
—Bueno, ?y qué vamos a hacer ahora? —pregunta al tiempo que pongo marcha atrás.
Siento su mirada clavada en mí, así que respiro hondo y salgo a la calle, decidida a pasar por alto la pregunta que encierra esa pregunta. Sonrío y respondo:
—Lo que nos dé la gana. El fin de semana acaba de empezar.
Agradecimientos
Quiero expresar mi más enorme y sincera gratitud: a mi formidable editora, Rose Hilliard, cuyo entusiasmo, perspicacia y estima por los signos de exclamación hacen que me sienta feliz de tenerla en mi equipo; también a Matthew Shear, Katy Hershberger y al resto del equipo de Saint Martin; a Bill Contardi, quien es todo lo que podría desear de un agente y mucho más; a Patrick O'Malley Mahoney y Jolynn Irascible Benn, mis dos mejores amigos, que siempre están dispuestos a ir de celebración cuando termino un manuscrito; a mi madre, que lleva unos cuatro a?os acechando por la sección de Jóvenes Adultos de la librería de su localidad; a mi asombroso marido, Sandy, que es tan increíblemente bueno en tantas cosas que a veces me pregunto si no será secretamente inmortal; y, por último, aunque no menos importante, les doy las gracias una y mil veces a mis fabulosos lectores: chicos, sois los MEJORES, ?y no podría hacer esto sin vosotros!