Espejismos(94)
—Ve al grano —le digo con la mirada clavada en la suya. Estoy harta de los inmortales renegados, que siempre insisten en protagonizar todas y cada una de las escenas.
—Ah, no. —Niega con la cabeza—. He esperado a?os a que llegue este momento y no pienso apresurarme. Verás, Damen y yo nos conocemos desde hace mucho. Desde el comienzo, en Florencia. —Y, cuando ve mi expresión, a?ade—: Sí, era uno de sus compa?eros huérfanos, el más joven de todos. Y, cuando me salvó de la peste, empecé a pensar en él como en un padre.
—?Y eso convirtió a Drina en tu madre? —pregunto.
Su mirada se endurece durante unos segundos antes de relajarse de nuevo.
—Desde luego que no. —Sonríe—. Verás, yo quería a Drina, no me importa admitirlo. La quería con toda mi alma. La quería del mismo modo que tú crees quererlo a él. —Se?ala a Damen, que ya tiene el mismo aspecto que cuando nos conocimos—. La quería con cada centímetro de mi ser. Habría hecho cualquier cosa por ella… y jamás la habría abandonado, como tú hiciste con él.
Trago saliva. Sé que merezco eso.
—Pero siempre fue por Damen. Siempre… por… Damen. Ella no tenía ojos para nadie más. Hasta que él te conoció a ti (por primera vez) y Drina se refugió en mí. —Esboza una peque?a sonrisa que desaparece al instante cuando continúa hablando—. Pero solo en busca de ?amistad?. —Da la impresión de que escupe la palabra—. Y de ?compa?ía?. Y de un hombro fuerte sobre el que llorar. —Tuerce el gesto—. Yo le hubiera dado todo lo que hubiera querido… cualquier cosa en el mundo. Pero ella ya lo tenía todo… y lo único que quería era precisamente lo que yo no podía darle, lo único que nunca le habría dado: a Damen. Damen Cabrón Auguste. —Sacude la cabeza—. Y, por desgracia para Drina, Damen solo te quería a ti. Y así empezó todo: un triángulo amoroso que duró cuatrocientos a?os. Los tres seguimos en nuestro empe?o, implacables, sin perder la esperanza… Hasta que yo me vi obligado a renunciar… porque tú la mataste. Y con ello te aseguraste de que nunca estuviéramos juntos. Te aseguraste de que nuestro amor jamás viera la luz…
—?Sabías que fui yo quien la maté? —pregunto con una exclamación ahogada y un terrible nudo en el estómago—. ?Lo has sabido siempre?
Pone los ojos en blanco.
—?Bromeas? —Se echa a reír, imitando a la perfección la más horrible de las carcajadas de Stacia—. Lo tenía todo planeado, aunque debo admitir que me dejaste atónito cuando lo abandonaste de esa manera. Te subestimé, Ever. Tengo que reconocer que te subestimé. Pero, aun así, seguí adelante con el plan. Le dije a Ava que regresarías.
?Ava?
Lo miro con los ojos abiertos de par en par. La verdad es que no estoy segura de querer saber lo que le ha ocurrido a la única persona en la que creía que podía confiar.
—Sí, tu buena amiga Ava. La única con la que podías contar, ?verdad? —Asiente con la cabeza—. Bueno, pues resulta que me echó las cartas una vez (bastante bien, por cierto), y bueno… seguimos en contacto. ?Sabes que huyó de la ciudad en cuanto te marchaste? También se llevó todo el elixir. Dejó a Damen solo en esta habitación, vulnerable, indefenso, esperando a que yo llegara. Ni siquiera se quedó por aquí el tiempo suficiente para comprobar si tu teoría era cierta. Supuso que ya estabas muy lejos o que, de todas formas, nunca te enterarías. Deberías tener más cuidado al elegir a las personas en quienes depositas tu confianza, Ever. No es bueno ser tan ingenua.
Trago saliva con fuerza mientras me encojo de hombros. Ahora ya no puedo hacer nada al respecto. No puedo volver atrás, no puedo cambiar el pasado. Lo único que puedo cambiar es lo que sucederá a continuación.
—Ah, y me encantaba ver cómo observabas mi mu?eca para ver si descubrías el tatuaje del uróboros. —Suelta una risotada—. No sabías que todos elegimos el lugar donde llevar el tatuaje, y yo opté por el cuello.
Me quedo de pie en silencio, esperando escuchar más cosas. Damen ni siquiera sabía que había inmortales renegados hasta que Drina se volvió malvada.
—Fui yo quien lo inició todo. —Asiente con la cabeza y apoya la mano derecha sobre el corazón—. Soy el padre fundador de la tribu de los inmortales renegados. Aunque es cierto que tu amigo Damen nos dio a todos el primer trago de elixir, cuando los efectos empezaron a desvanecerse, dejó que empezáramos a envejecer y a arrugarnos y se negó a darnos más.
Hago un gesto de indiferencia con los hombros y pongo cara de exasperación. Garantizarle a una persona un siglo de vida no es algo que me parezca precisamente ?egoísta?.
—Y fue entonces cuando comencé a experimentar. Estudié con los más grandes alquimistas del mundo y conseguí superar el trabajo de Damen.
—?De verdad lo consideras un triunfo? ?Volverte malvado? ?Dar y arrebatar la vida a voluntad? ?Jugar a ser Dios?
—Hago lo que tengo que hacer. —Alza los hombros mientras se mira las u?as—. Al menos yo no dejé que los demás huérfanos se marchitaran. A diferencia de Damen, me interesé lo suficiente como para buscarlos y salvarlos. Y, sí, de vez en cuando recluto a nuevos miembros. Aunque te aseguro que no hacemos da?o a ningún inocente, solo a aquellos que se lo merecen.