Espejismos(82)



Y cuando abro los ojos lo descubro inclinándose ante mí, ofreciéndome su mano para poder disfrutar de nuestro último baile. Así pues, coloco mi mano sobre la suya mientras él me rodea la cintura con el brazo y me guía a través de ese espléndido prado en una serie de grandes círculos. Nuestros cuerpos se balancean, nuestros pies parecen flotar al compás de una melodía que solo nosotros escuchamos. Y cada vez que él empieza a desvanecerse, cierro los ojos y lo hago aparecer de nuevo para seguir el baile donde lo dejamos. Como el conde Fersen y María Antonieta, como Alberto y Victoria, como Marco Antonio y Cleopatra… Somos los amantes más famosos del mundo, todas las parejas que hemos sido alguna vez. Y hundo la cara en el hueco cálido y dulce de su cuello, negándome a permitir que nuestra canción llegue a su fin.

Sin embargo, aunque en Summerland no existe el tiempo, sí que existe allí donde voy. Así que deslizo los dedos por su rostro para memorizar la suavidad de su piel, su mandíbula y la textura de sus labios cuando se aprietan contra los míos.

Quiero convencerme de que es él… de que realmente es él… incluso mucho después de que se haya desvanecido.

En el momento en que salgo del prado, me encuentro a Romy y a Rayne, que me esperan justo en la linde. Y, por la expresión de sus rostros, sé que han estado observándome.

—Te estás quedando sin tiempo —dice Rayne, que me mira con esos ojos enormes que siempre consiguen sacarme de quicio.

Sin embargo, sacudo la cabeza y sigo mi camino; me molesta saber que han estado espiándome y estoy harta de que sigan entrometiéndose.

—Lo tengo todo pensado —explico por encima del hombro—. Así que sois libres de… —Me quedo callada, ya que no tengo la menor idea de a qué se dedican cuando no están importunando. Así que me encojo de hombros. Sé que, tramen lo que tramen, ya no me ata?e.

Caminan a mi lado sin dejar de mirarse, comunicándose en ese lenguaje íntimo de las gemelas antes de decir:

—Algo no va bien. —Clavan la mirada en mí, instándome a escuchar—. Algo va terriblemente mal. —Sus voces se mezclan en perfecta armonía.

Sin embargo, yo me limito a hacer un gesto de indiferencia, porque no tengo el menor interés en descifrar sus códigos.

Cuando veo los escalones de mármol ante mí, corro hacia delante. Veo por el rabillo del ojo las estructuras más hermosas del mundo antes de entrar en tromba en el edificio. Las voces de las gemelas quedan silenciadas por las puertas que se cierran a mi espalda. Permanezco de pie en el enorme vestíbulo de mármol y cierro los ojos con fuerza, esperando que no desaparezca como la última vez, esperando poder regresar a tiempo.

Pienso: ?Estoy preparada. Estoy preparada, de verdad. Así que, por favor, permite que regrese. Permite que regrese a Eugene, Oregón. Con mi madre, mi padre, Riley y Buttercup. Por favor, déjame volver… y todo volverá a estar bien…?.

Y justo después aparece un pasillo corto con una habitación al fondo… Una habitación vacía, salvo por una mesa y un taburete. Pero no se trata de una vieja mesa cualquiera. Es una de esas enormes mesas de metal, parecida a las que teníamos en el laboratorio de química de mi antiguo instituto. Y, cuando me siento en el taburete, una gigantesca esfera de cristal levita delante de mí. Empieza a parpadear y a emitir destellos hasta que aparezco en la imagen, sentada delante de esta misma mesa de metal, atareada con un examen de ciencias. Y, aunque es la última escena que habría elegido repetir, sé que es mi única oportunidad para regresar.

De modo que respiro hondo, presiono el dedo contra la pantalla… y ahogo una exclamación cuando todo lo que me rodea se vuelve negro.





Capítulo cuarenta y cinco


—Madre mía… lo he hecho fatal —se queja Rachel al tiempo que se aparta el cabello casta?o ondulado del hombro y pone los ojos en blanco—. Apenas pude estudiar anoche. En serio. Y encima me quedé hasta tarde enviándole mensajes de texto a… —Me mira con los ojos abiertos de par en par y sacude la cabeza—. Da igual. Lo único que debes saber es que mi vida, tal y como es ahora, se ha acabado. Así que mírame bien, porque tan pronto como salgan las notas y las vean mis padres… me encerrarán de por vida. Y eso significa que esta es la última vez que me ves.

—Venga ya… —Pongo los ojos en blanco—. Ambas sabemos que si hay alguien que lo ha hecho fatal, he sido yo. ?Llevo todo un a?o en esta clase y no he conseguido enterarme de nada! Aunque la verdad es que no pienso ser científica ni nada por el estilo. Toda esta información no me servirá nunca para nada. —Me detengo justo al lado de su taquilla y observo cómo la abre para arrojar un montón de libros al interior.

—Me alegro de que se haya acabado y de que las notas no salgan hasta la semana que viene. Porque eso significa que debo disfrutar la vida mientras pueda. Y hablando de disfrutar… ?a qué hora puedo pasarme por tu casa esta noche? —pregunta, y arquea tanto las cejas que desaparecen bajo su flequillo.

Hago un gesto negativo con la cabeza y suelto un suspiro al darme cuenta de que todavía no se lo he dicho y de que se va a enfadar.

Alyson Noel's Books