Espejismos(73)
Y, aunque no quería que ocurriera, mi voz se eleva al final de la frase haciendo que todo parezca una pregunta en lugar de la afirmación que pretendía hacer. Así pues, sacudo la cabeza y digo:
—Lo que quiero decir es que con toda certeza, sin ningún género de dudas, es lo más correcto. —Y después agrego—: Bueno, ?por qué otro motivo si no tuve acceso a esos registros?
Ava me mira a los ojos sin vacilar y con expresión seria.
—Además, ?te haces una idea de lo mucho que me entusiasma la idea de estar con mi familia de nuevo?
Extiende los brazos hacia mí y me estrecha con fuerza contra su pecho mientras susurra:
—Me alegro muchísimo por ti. De verdad. Y, aunque voy a echarte de menos, me honra que confíes en mí para finalizar el trabajo.
—No sé cómo darte las gracias —murmuro con un nudo en la garganta.
Sin embargo, ella se limita a acariciarme el pelo con la mano mientras replica:
—Créeme, ya lo has hecho.
Me aparto de ella y miro a mi alrededor para contemplar la espléndida noche que reina en esta encantadora ciudad costera. Apenas puedo creer que vaya a alejarme de todo esto… de Sabine, de Miles, de Haven, de Ava… de Damen… De todo. Como si jamás hubiera existido.
—?Te encuentras bien? —me pregunta Ava con voz suave y dulce, como si fuera capaz de leerme el pensamiento.
Asiento, me aclaro la garganta y se?alo la peque?a bolsa púrpura con el nombre de la tienda (Mystics & Moonbeams) escrito en letras doradas que tiene a los pies.
—?Seguro que tienes claro el uso de las hierbas? Debes guardarlas en un lugar seco y oscuro, y no puedes triturarlas ni a?adirlas al… líquido rojo… hasta el último día… el tercer día.
—No te preocupes. —Se echa a reír—. Lo que no está aquí… —Coge la bolsa y se la aprieta contra el pecho— está aquí. —Se se?ala la frente y sonríe.
Asiento con la cabeza y parpadeo para contener las lágrimas. Me niego a venirme abajo, porque sé que esta es solo la primera de muchas despedidas.
—Me pasaré por tu casa ma?ana y te dejaré el resto —le digo—. Solo por si al final lo necesitas, aunque no lo creo. —Luego subo al coche, pongo el motor en marcha y me alejo. Me dirijo a Ocean sin un gesto de despedida, sin mirar atrás, porque sé que mi única esperanza ahora es mirar hacia el futuro y concentrarme en eso.
Después de parar en unos grandes almacenes para conseguir el resto de los objetos, subo las bolsas a mi habitación y extiendo su contenido sobre el escritorio. Rebusco entre los montones de aceites, hierbas y velas, impaciente por coger los cristales, ya que son los que requieren más trabajo. Hay que prepararlos de manera individual según su categoría antes de envolverlos con el saquillo de seda y sacarlos fuera a fin de que puedan absorber la mayor cantidad de luz de luna que sea posible. Así que, mientras tanto, hago aparecer una maja y un mortero (olvidé comprarlos en el supermercado, pero puesto que son una herramienta y no un ingrediente real, supongo que no pasa nada por manifestarlos) para poder machacar algunas de las hierbas y ponerlas a hervir en unas probetas (también manifestada), antes de mezclarlas todas con el hierro, los minerales y los polvos de colores que Lina introdujo en esos frascos de cristal etiquetados con tanto cuidado. Hay que completarlo todo en siete pasos precisos que comienzan con el repiqueteo del cuenco de cristal que ha sido afinado específicamente para vibrar en sintonía con el séptimo chacra a fin de proporcionar inspiración, percepción más allá del espacio y el tiempo y un montón de cosas más que conectan con lo divino. Y, mientras contemplo el montón de ingredientes apilados delante de mí, no puedo evitar sentir un arrebato de excitación, ya que sé que todo empieza a encajar después de unas cuantas salidas en falso.
Decir que me preocupaba no poder encontrar estas cosas en un solo lugar sería un eufemismo. Era una lista tan extra?a y variada que ni siquiera sabía si existirían algunas de las cosas, y eso me deprimió incluso antes de empezar. Pero Ava me aseguró que Lina no solo podría proporcionármelas, sino que además era de plena confianza. Y, aunque todavía no tengo claro esto último, lo cierto es que no podía acudir a nadie más.
No obstante, la forma en que Lina me miraba, esa forma de observarme con los ojos entornados mientras reunía los polvos y las hierbas, me puso de los nervios. Y cuando cogió el boceto que yo había dibujado y me preguntó: ??Qué es exactamente lo que piensas poner en práctica? ?Alguna fórmula alquímica??, tuve la certeza de que había cometido un error colosal.
Ava me miró de reojo y estaba a punto de intervenir cuando sacudí la cabeza y me obligué a responder con una sonrisa:
—Bueno, si se refiere a la alquimia en el verdadero significado de la palabra (dominar la naturaleza, prevenir el caos y prolongar la vida durante un tiempo indeterminado)… —una definición que había memorizado poco antes, después de buscar la palabra en el diccionario— entonces no. Me temo que mis intenciones no son tan elevadas. Solo pretendo hacer un poco de magia blanca: lanzar un hechizo para aprobar los exámenes finales, para conseguir una cita para el baile de graduación y quizá para acabar con mis alergias, que están a punto de entrar en todo su apogeo ahora que llega la primavera. Porque no quiero salir en las fotos con la nariz roja y goteante, ?sabe?