Espejismos(65)



No obstante, peor aún que el hecho de que me pillara es saber que, a ojos de Damen, he pasado de ser una rarita acosadora a ser una fracasada patética que se enga?a a sí misma. Está absolutamente convencido de que intentaba a?adir alguna especie de estúpido brebaje mágico a su bebida con la esperanza de conquistarlo de nuevo.

Porque eso es justo lo que le aseguró Stacia cuando él le contó la historia.

Y eso es justo lo que eligió creer.

De hecho, es lo que cree todo el instituto, incluidos unos cuantos profesores míos.

Lo que significa que ir a clase se ha convertido en una experiencia aún más horrible que antes. Porque ahora no solo debo sufrir un interminable coro de ??Ler-daaa!?, ??Fracasada!? y ??Bruja!?, sino que además dos de los profesores me han pedido que me quede después de clase.

Con todo, no puedo decir que la petición del se?or Robins me pillara por sorpresa. Puesto que ya habíamos mantenido una peque?a charla sobre mi supuesta incapacidad para seguir adelante y forjarme una vida post-Damen, la verdad es que no me extra?ó que me ordenara quedarme después de clase para hablar del ?incidente?.

Lo que sí me sorprendió fue mi forma de reaccionar, lo pronto que recurrí a hacer la única cosa que creí que no haría jamás: acogerme a la Quinta Enmienda.

—Perdone —dije interrumpiéndolo antes de que acabara. No me interesaba ninguno de los bienintencionados ?consejos de amigo? que mi recientemente divorciado y semialcohólico profesor de lengua pudiera darme—. Pero, hasta el momento, se trata solo de un rumor. Una alegación sin prueba alguna que la sustente. —Lo miré a los ojos a pesar de que mentía. Aunque a Ava y a mí nos pillaron con las manos en la masa, Damen no sacó ninguna fotografía. No existe un nuevo vídeo mío circulando por YouTube—. Así que, a menos que vaya a acusarme formalmente… —Hago una pausa para aclararme la garganta, en parte para darle un efecto dramático a mis palabras y en parte porque ni yo misma podía creer que fuera a decir lo que iba a decir—, seguiré siendo inocente hasta que se demuestre lo contrario. —El hombre abrió la boca, dispuesto a hablar, pero yo todavía no había terminado—: De modo que a menos que quiera discutir sobre mi comportamiento en esta clase (que es ejemplar, como usted y yo sabemos) o sobre mis notas (que son más que ejemplares), a menos que quiera discutir sobre una de esas dos cosas… creo que no tenemos nada más que decirnos.

Por fortuna, con el se?or Mu?oz todo es un poco más sencillo. Aunque lo más probable es que eso se deba a que soy yo quien se dirige a él… Porque creo que mi profesor de historia, obsesionado con el Renacimiento, será el hombre indicado para ayudarme a encontrar el nombre de una hierba en particular que necesito para fabricar el elixir…

Anoche, cuando intenté buscarlo en Google, me di cuenta de que no tenía ni la menor idea de lo que escribir en el cuadro de búsqueda. Y, como Sabine sigue de u?as conmigo a pesar de que como, bebo y actúo con tanta normalidad como puedo, pirarme a Summerland, aunque fuera durante unos minutos, estaba fuera de cuestión.

Y eso convierte al profesor Mu?oz en mi única esperanza… o al menos en mi esperanza más inmediata. Porque ayer, cuando Damen arrojó el contenido de todas las botellas por el fregadero, desapareció la mitad de mis provisiones, ya de por sí escasas. Lo que significa que debo fabricar más. Mucho más. No solo para mantener las fuerzas hasta que me marche, sino porque necesito mucha cantidad para lograr la recuperación de Damen.

Y, puesto que nunca llegó a darme la receta, las únicas indicaciones que tengo son las que presencié en el cristal el día que vi como padre y él preparaban el brebaje. El hombre nombró todos los ingredientes en voz alta, pero luego se detuvo y le susurró el último a su hijo al oído en voz tan baja que me fue imposible escucharlo.

No obstante, el se?or Mu?oz no me sirve de ninguna ayuda. Después de consultar unos cuantos libros antiguos y volver con las manos vacías, me mira y me dice:

—Ever, me temo que no logro encontrar la respuesta a esto, pero ya que estás aquí…

Levanto las manos para evitar que sus palabras lleguen más lejos de lo que ya lo han hecho. Y aunque no me siento orgullosa de la manera en que traté al se?or Robins, si el se?or Mu?oz no se detiene recibirá el mismo discursito.

—Créame, ya sé dónde quiere ir a parar. —Asiento sin dejar de mirarlo a los ojos—. Pero lo ha entendido todo mal. No es lo que usted cree… —Me quedo callada al darme cuenta de que en lo que se refiere a excusas, esta resulta poco convincente. Solo alude al hecho de que aunque ?podría? haber ocurrido, no ocurrió de la forma que él piensa. Lo que prácticamente equivale a declararme culpable, pero con circunstancias atenuantes. Sacudo la cabeza y me reprendo a mí misma mientras pienso: ?Genial, Ever. Sigue así y al final necesitarás que Sabine te represente?.

Mu?oz me mira y yo lo miro a él, y ambos negamos con la cabeza: llegamos a un acuerdo mutuo de dejar las cosas como están. No obstante, cuando cojo la mochila y hago ademán de marcharme, el Profesor estira el brazo, me agarra la manga con la mano y dice:

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