Espejismos(62)



—Tengo uno en casa —respondo al final con la esperanza de zanjar el tema y acabar de una vez con la visita turística para seguir con lo nuestro. Necesito volver abajo para poder cambiar las botellas de elixir de Damen por las que he traído. Y, si ella se queda aquí arriba sola, me temo que jamás querrá marcharse.

Le doy unos golpecitos a mi reloj de pulsera para recordarle quién de las dos está al mando aquí.

—Está bien… —dice, aunque casi arrastra los pies cuando salimos del dormitorio al pasillo. Sigue avanzando pesadamente y se detiene unas cuantas puertas más allá y dice—: Echemos un vistazo rápido a lo que hay aquí.

Y, antes de que pueda detenerla, entra en ?la Habitación?… el lugar sagrado de Damen. Su santuario privado. Su espeluznante soleo.

Sin embargo, ha cambiado.

Y me refiero a que ha cambiado drásticamente.

Todos los recuerdos de la trayectoria vital de Damen se han desvanecido; no hay ningún Picasso, ningún Van Gogh… ni siquiera el sofá de terciopelo está a la vista.

Todo ha sido reemplazado por una mesa de billar con fieltro de color rojo, una barra de bar de mármol bien surtida con brillantes taburetes cromados, y una larga fila de sillones reclinables de cara a una pared ocupada por una pantalla plana gigantesca.

No puedo evitar preguntarme qué ha sido de todas sus viejas cosas. Tengo que admitir que antes esos objetos de valor incalculable me ponían los nervios de punta, pero ahora que han sido sustituidos por brillantes artilugios modernos, me parecen algo así como símbolos perdidos de tiempos mucho mejores.

Echo de menos al antiguo Damen. Echo de menos al novio guapo, inteligente y caballeroso que se aferraba con firmeza a su pasado renacentista.

Este Damen del nuevo milenio es un desconocido para mí. Y, mientras contemplo esta habitación una vez más, me pregunto si no será demasiado tarde para ayudarlo.

—?Qué pasa? —Ava me mira con el ce?o fruncido—. Te has quedado pálida.

La agarro del brazo y tiro de ella escaleras abajo.

—Tenemos que darnos prisa… —le digo—. ?Antes de que sea demasiado tarde!





Capítulo treinta y tres


Bajo volando las escaleras y entro a la carrera en la cocina.

—?Coge la mochila que hay junto a la puerta y tráemela! —le grito a Ava.

Entretanto, me acerco a toda velocidad al frigorífico, impaciente por vaciarla de todo su contenido y reemplazarlo por el que traigo. Necesito acabar antes de que Damen regrese a casa y nos pille aquí.

Sin embargo, cuando abro la gigantesca nevera me pasa lo mismo que en la habitación de arriba: no encuentro en absoluto lo que me esperaba. Para empezar, está llena de comida.

Y me refiero a que hay mucha, muchísima comida, como si planeara celebrar una macrofiesta gigante… una que fuera a durar tres días por lo menos.

Hablo de costillas de ternera, buenos filetes, enormes cu?as de queso, medio pollo, dos pizzas de tama?o familiar, ketchup, mayonesa, varios paquetes de comida para llevar… ?De todo! Por no mencionar los seis packs de cerveza que están alineados en el estante de abajo.

Y, aunque parezca algo bastante normal, la cosa es que…

Damen no es normal. No ha comido de verdad en seiscientos a?os.

Tampoco bebe cerveza.

El elixir de la inmortalidad, agua, una copa de champán de vez en cuando… eso sí.

Heineken y Corona… ni de co?a.

—?Qué pasa? —pregunta Ava, que deja caer la mochila al suelo y echa un vistazo por encima de mi hombro con la intención de averiguar qué es lo que me ha puesto tan nerviosa. Cuando abre el congelador, descubre que está lleno de vodka, pizzas congeladas y varios tarros de helado de Ben and Jerry's—. Vale… está claro que ha ido al supermercado hace poco… ?Hay algo por lo que alarmarse que no llego a entender? ?Es que vosotros hacíais aparecer la comida de la nada siempre que teníais hambre?

Hago un gesto negativo con la cabeza. Soy consciente de que no puedo decirle que Damen y yo nunca tenemos hambre. El hecho de que sepa que somos psíquicos con la capacidad de manifestar cosas tanto aquí como en Summerland no significa que deba conocer la otra parte de la historia, la parte de: ?Ah, sí, olvidé mencionarte que ambos somos inmortales…?.

Lo único que sabe es lo que le he contado: que tengo la fuerte sospecha de que Damen está siendo envenenado. Lo que no le he dicho es que lo están envenenando con algo que está eliminando sus habilidades psíquicas, su fuerza física superior, su enorme inteligencia, sus desarrollados talentos y habilidades e incluso sus recuerdos a largo plazo… Todo su ser se está borrando poco a poco mientras recupera su forma mortal.

Aunque quizá parezca un chico normal de instituto (vale, uno que está buenísimo, que tiene montones de dinero y una residencia propia que vale millones de dólares), es solo cuestión de tiempo que empiece a envejecer.

Y luego llegará el deterioro.

Y luego, al final, morirá, tal y como vi en la pantalla.

Y esa es precisamente la razón por la que necesito cambiar esas bebidas. Necesito que vuelva a tomar el elixir sin adulterar para que recupere las fuerzas y, con un poco de suerte, repare alguno de los da?os que ya le han causado. Mientras tanto, yo intentaré descubrir un antídoto que pueda salvarlo y conseguir que vuelva a ser como antes.

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