Espejismos(63)
Y si su casa desordenada, su habitación remodelada y su frigorífico lleno de provisiones son una indicación, Damen está progresando mucho más rápido de lo que yo creía.
—Ni siquiera veo esas botellas de las que me hablabas —dice Ava, que mira por encima de mi hombro y entorna los ojos para protegerse del resplandor de la luz de la nevera—. ?Estás segura de que las guarda aquí?
—Confía en mí, están aquí. —Rebusco entre la colección de condimentos más grande del mundo y localizo el elixir. Deslizo los dedos alrededor del cuello de varias botellas y después se las entrego a Ava—. Tal y como pensaba. —Asiento al ver que por fin hacemos algún progreso.
Ava me mira con las cejas enarcadas mientras dice:
—?No te parece un poco extra?o que siga bebiéndolo? Porque, si de verdad está envenenado, ?no crees que el sabor tendría que ser distinto?
Y no hace falta más para hacerme dudar.
?Qué pasa si me equivoco?
?Qué pasa si lo que ocurre no tiene nada que ver con el elixir?
?Y si Damen se ha hartado de mí sin más, si todos se han hartado de mí, y Roman no es el responsable?
Me encojo de hombros y doy un sorbo con la esperanza de que tina cantidad tan peque?a no me haga ningún da?o, porque supongo que es la única forma de saber con seguridad si está envenenado o no. En el momento en que lo pruebo, sé con certeza por qué Damen no ha notado ninguna diferencia: porque no hay ninguna, al menos, ninguna hasta que empieza a notarse el regustillo.
—?Agua! —exclamo antes de salir corriendo hasta el fregadero y meter la cabeza bajo el grifo a fin de tragar toda el agua necesaria para eliminar ese horrible sabor.
—?Tan mal sabe?
Asiento mientras me seco la boca con la manga.
—Peor. Aunque si alguna vez hubieras visto cómo se bebe esto Damen, sabrías por qué no ha notado la diferencia. Se traga esto como… —Iba a decir ?como si se estuviera muriendo?, pero se acerca demasiado a la verdad. Así que trago saliva y a?ado—: como si tuviese muchísima sed.
Le entrego a Ava las botellas que quedan en el frigorífico para que pueda colocar las contaminadas junto al borde del fregadero… después de apartar todos los platos sucios a un lado para dejar sitio, claro.
Formamos un equipo tan bien organizado y compenetrado que apenas he terminado de darle la última botella cuando ya me he indinado para coger las botellas ?buenas? de mi mochila. Sé que no tienen peligro alguno, ya que Damen me las entregó hace unas cuantas semanas, mucho antes de que apareciera Roman. Voy a ponerlas justo donde estaban las otras, para que Damen nunca llegue a sospechar que he estado aquí.
—?Y qué hacemos con estas? —pregunta Ava— ?Nos deshacemos de ellas? ?O las guardamos como prueba?
Y, justo cuando levanto la vista para contestar, Damen entra por la puerta lateral y dice:
—?Qué demonios estáis haciendo en mi cocina?
Capítulo treinta y cuatro
Me quedo paralizada. Dos de las botellas del elixir sin adulterar siguen suspendidas entre el frigorífico y yo. Me doy cuenta de que estaba tan preocupada pensando en Damen que he olvidado sintonizar con él para percibir si estaba cerca de aquí.
Ava ahoga una exclamación, y su rostro muestra la misma expresión de pánico que yo intento ocultar. Miro a Damen y me aclaro la garganta antes de decir:
—No es lo que piensas.
Aunque es lo más cutre y ridículo que podría haber dicho, porque lo cierto es que es exactamente lo que piensa: Ava y yo nos hemos colado en su casa para manipular sus alimentos. Tan sencillo como eso.
El deja caer su mochila y se acerca a mí sin dejar de mirarme a los ojos.
—No tienes ni la menor idea de lo que estoy pensando.
?Claro que sí!, exclamo para mis adentros. Me encojo de miedo al visualizar los terribles pensamientos que inundan su cabeza, las acusaciones mentales de ??Acosadora!?, ??Bicho raro!?… y cosas mucho peores.
—?Y cómo has conseguido entrar aquí? —pregunta, paseando la mirada entre ambas.
—Bueno… Sheila me dejó pasar —le digo, aunque no sé muy bien qué hacer con la botella que aún tengo en la mano.
Una vena comienza a palpitar en su sien cuando sacude la cabeza y aprieta los pu?os. Justo en ese momento me doy cuenta de que nunca lo había visto tan furioso, ni siquiera sabía que era capaz de enfadarse así, y me siento bastante mal al saber que yo soy la causante.
—Ya me encargaré de Sheila… —dice. Apenas puede contener la rabia—. Lo que quiero saber es qué estás haciendo aquí, en mi casa. Revolviendo en mi frigorífico… —Entorna los ojos—. ?Qué mierda estáis tramando?
Echo un vistazo a Ava, porque me avergüenza que sea testigo de cómo me habla mi único y verdadero amor.
—?Y qué hace ella aquí? —Se?ala a Ava con el dedo—. ?Te has traído a la médium de tu fiesta para hacerme algún tipo de hechizo?
—?Te acuerdas de eso? —Dejo la botella en el suelo, a mi lado. Llevo mucho tiempo preguntándome qué partes de nuestro pasado recuerda y, aunque sea una bobada, el hecho de que se acuerde de su encuentro con Ava me llena de esperanza—. ?Recuerdas la noche de Halloween? —susurro al rememorar la primera vez que nos besamos al lado de la piscina, disfrazados de María Antonieta y su amante, el conde Fersen.