Espejismos(55)
Todo excepto Roman y yo.
Me precipito a través de un túnel, cada vez más rápido, impulsada por una fuerza que escapa a mi control. Me deslizo sin remisión hacia el oscuro abismo de su mente mientras Roman selecciona con mucho cuidado las escenas que quiere que vea: Damen dando una fiesta en nuestra suite del Montage, una fiesta en la que están Stacia, Honor, Craig, y muchos otros chicos que jamás habían hablado con nosotros antes; una fiesta que dura varios días, hasta que al final lo echan a patadas por dejar la habitación hecha un asco. Me obliga a presenciar toda clase de actos desagradables, cosas que habría preferido no ver… y que culminan con la última imagen que vi en el cristal ese día… justo la escena final.
Me caigo hacia atrás del asiento y aterrizo en el suelo con las piernas por alto, todavía atrapada en sus redes. Me recupero por fin cuando todo el instituto empieza a corear con un tono burlón y estridente: ??Ler-daaa!, ?Ler-daaa!?. Y contemplo horrorizada cómo mi elixir rojo, que se ha derramado sobre la mesa, se escurre y cae por uno de los lados.
—?Te encuentras bien? —pregunta Roman, que me mira mientras me esfuerzo por ponerme en pie—. Sé que resulta duro verlo. Créeme, Ever, yo también he pasado por eso. Pero es lo mejor, de verdad. Y me temo que no te queda otro remedio que confiar en mí cuando te digo esto.
—Sabía que era cosa tuya —susurro mientras me pongo delante de él, temblando de rabia—. Lo he sabido siempre.
—Lo sabías, sí. —Sonríe—. Lo sabías. Un punto para ti. Aunque debo advertirte que todavía te saco al menos diez puntos de ventaja.
—No te saldrás con la tuya —le digo.
Observo aterrada cómo sumerge el dedo corazón en el charco que ha formado el líquido rojo antes de dejar que las gotas caigan sobre su lengua de una forma tan cuidadosa y deliberada que parece que quiera decirme algo, hacerme algún tipo de advertencia.
Sin embargo, justo cuando una idea empieza a tomar forma en mi cabeza, él se lame los labios y dice:
—Verás… en eso te equivocas. —Gira la cabeza para mostrarme la marca de su cuello: un detallado tatuaje del uróboros que aparece y desaparece entre destellos—. Ya me he salido con la mía, Ever. —Esboza una sonrisa—. Ya he ganado.
Capítulo veintiocho
No voy a clase de arte. Me marcho justo después del almuerzo.
No, retiro lo dicho. Porque lo cierto es que me marcho en mitad del almuerzo. Segundos después de mi horrible encuentro con Roman, corro hacia el aparcamiento (seguida por un interminable coro de ??Ler-daaa!?), me meto en el coche y salgo a toda velocidad mucho antes de que suene el timbre.
Necesito alejarme de Roman. Distanciarme lo más posible de ese escalofriante tatuaje… del intrincado uróboros que aparece y desaparece de la vista entre destellos, igual que el de la mu?eca de Drina.
La prueba irrefutable de que Roman es un inmortal renegado… como yo supuse desde el principio.
Y, aunque Damen no me advirtiera sobre ellos, aunque ni siquiera supiera que existían hasta que Drina pasó al lado oscuro, no puedo creer que me haya costado tanto darme cuenta. Roman come y bebe, tiene un aura visible y pensamientos accesibles (bueno, al menos para mí), pero ahora comprendo que todo eso no es más que una fachada. Como esos escenarios de Hollywood que se colocan esmeradamente para que parezcan lo que no son. Eso es lo que ha hecho Roman: ha proyectado la imagen de un chico inglés despreocupado y alegre, con un aura resplandeciente y pensamientos felices y calenturientos, mientras que por dentro es todo menos eso.
El verdadero Roman es siniestro.
Y espeluznante.
Y diabólico.
Y cualquier otra cosa que sea sinónimo de ?malo?. Pero lo peor es que planea matar a mi novio, y todavía no sé por qué.
Porque el motivo es una de las cosas que no conseguí averiguar durante mi perturbadora visita a los recovecos más profundos de su mente.
El motivo será algo muy importante si me veo obligada a matarlo, ya que es imperativo apuntar al chacra correcto si quiero librarme de él para siempre. Y no saber el motivo significa que podría fallar.
Quiero decir, ?debería apuntar al chacra principal (o ?chacra raíz?, como lo llaman a veces), el centro de la furia, la violencia y la ambición? ?O quizá al chacra del ombligo o chacra sacro, que es donde se asientan la envidia y los celos? Si no averiguo qué es lo que lo mueve, sería muy fácil elegir el equivocado. Algo que no solo no acabaría con él, sino que también lo pondría increíblemente furioso. Me dejaría con seis chacras más donde elegir, pero para entonces, me temo que él ya habría comprendido cuáles son mis intenciones.
Además, matar a Roman demasiado pronto solo me acarrearía consecuencias nefastas: sería como asegurarme de que se lleva consigo a la tumba el secreto de lo que le ha hecho a Damen y al resto de los chicos del instituto. Por no mencionar que no se me da muy bien matar a la gente… Las únicas veces que he llegado a las manos en el pasado ha sido cuando no tenía otra elección más que luchar o morir. Y tan pronto como me di cuenta de lo que le había hecho a Drina, deseé no tener que volver a hacerlo nunca más. Porque, aunque ella me había matado muchas veces antes, aunque admitió haber asesinado a toda mi familia (incluyendo a mi perro), eso no hizo que me sintiera menos culpable. La verdad es que saber que soy la única responsable de su muerte hace que me sienta fatal.