Espejismos(52)



La miro fijamente. Sé que tiene razón, pero también sé que tengo un importante trabajo por delante cuando vuelva al plano terrestre. Un trabajo que requiere toda mi atención y concentración; algo que no permite distracciones.

Así pues, la conduzco escaleras abajo y la miro a los ojos antes de decir:

—Bueno, hay una cosa que sí puedes hacer.





Capítulo veintisiete


Aunque Ava quería quedarse, la agarré de la mano y la obligué más o menos a marcharse, porque sabía que ya habíamos malgastado demasiado tiempo en Summerland y que había otros lugares a los que necesitaba ir.

—?Maldita sea! —exclama mientras se mira los dedos con el ce?o fruncido justo después de aterrizar en los cojines de su peque?a habitación púrpura—. Esperaba que no se desvanecieran…

Asiento al ver que los anillos llenos de joyas que había manifestado han recuperado su plata habitual y que los zapatos y el bolso de dise?o tampoco han sobrevivido al viaje.

—Me preguntaba qué pasaría con todas esas fruslerías —le digo al tiempo que me pongo en pie—. Pero sabes que puedes hacerlo aquí también, ?verdad? Puedes hacer aparecer cualquier cosa que quieras, solo tienes que ser paciente —explico con una sonrisa.

He repetido las palabras de ánimo que me dijo Damen al comienzo de nuestra primera lección con la esperanza de darle una nota positiva a todo este asunto. Ahora desearía haber prestado mucha más atención a esas lecciones, ya que asumí erróneamente que al ser inmortal teníamos tiempo de sobra.

Además, me siento un poco culpable por haber sido tan dura con ella. ?Quién no se habría despistado un poco en su primera visita a ese lugar?

—Bueno, ?y ahora qué? —pregunta mientras me sigue hasta la puerta principal—. ?Cuándo volveremos? Porque no vas a regresar allí sin mí… ?verdad?

Me giro para mirarla a los ojos. La visita a Summerland la ha dejado tan obsesionada que me pregunto si no habré cometido un error al llevarla allí. Evito su mirada mientras me dirijo al coche y le digo por encima del hombro:

—Te llamaré.

A la ma?ana siguiente, dejo el coche en el aparcamiento y me encamino hacia las aulas. Me adentro en el acostumbrado enjambre de alumnos como cualquier otro día, aunque esta vez no me esfuerzo por mantener las distancias ni por conservar intacto mi espacio vital. En lugar de eso, me limito a aceptar las cosas tal y como vienen. No reacciono en absoluto cuando alguien me roza de forma accidental, a pesar de que he dejado el iPod, la sudadera con capucha y las gafas de sol en casa.

No pienso volver a depender de esos viejos accesorios, que, de todas formas, jamás me han servido de mucho. Ahora llevo mi mando a distancia cuántico allí donde voy.

Ayer, justo cuando estábamos a punto de marcharnos de Summerland, le pedí a Ava que me ayudara a construir un escudo mejor. Sabía que podía volver al vestíbulo mientras ella me esperaba fuera y cómo hacerlo yo misma, pero, puesto que ella quería ayudar y me pareció que también podría aprender algo, nos demoramos un poco al pie de las escaleras y concentramos nuestra energía en ?desear? un escudo que nos permitiera a ambas (bueno, a mí sobre todo, ya que Ava no lee los pensamientos ni visualiza la vida de una persona con un simple contacto) sintonizar con la gente a voluntad. Y al instante siguiente, las dos nos miramos y exclamamos al unísono: ??Un mando a distancia cuántico!?.

Así pues, ahora, siempre que quiero escuchar los pensamientos de alguien, navego por su campo de energía y pulso ?OK?. Y si no quiero ser molestada, pulso ?Silencio?. Igual que con el mando a distancia que tengo en casa. Solo que este es invisible, así que puedo llevármelo donde me dé la gana.

Entro en clase de lengua. Llego temprano porque quiero observar todo lo que ocurre de principio a fin. No estoy dispuesta a saltarme ni un solo segundo de la vigilancia que he planeado. Porque, aunque tengo pruebas visuales de que Roman es el responsable de lo que le ha ocurrido a Damen… eso solo me ha conducido hasta aquí. Y ahora que el ?quién? de la ecuación está resuelto, es hora de pasar al ?cómo? y al ?por qué?.

Solo espero que no me lleve mucho tiempo. Porque lo cierto es que echo mucho de menos a Damen. Y, además, me queda tan poco líquido rojo que ya me he visto obligada a racionarlo. Como Damen nunca encontró necesario darme la receta, no tengo ni la menor idea de cómo fabricarlo, y mucho menos de qué me ocurrirá sin él. Aun que tengo claro que no será nada bueno.

Al principio, Damen creyó que podría beber el elixir una sola vez y curarse de todas las enfermedades. Y, aunque eso funcionó durante los primeros ciento cincuenta a?os, cuando comenzó a notar los sutiles signos de envejecimiento decidió volver a beberlo. Y luego otra vez. Hasta que se volvió completamente dependiente.

Tampoco sabía que un inmortal (o, al menos, uno con un suministro constante de elixir) podía ser asesinado hasta que acabé con su ex esposa, Drina. Ambos teníamos la certeza de que apuntar al chacra más débil (el chacra corazón, en el caso de Drina) era el único método de acabar con un inmortal, y aunque todavía estoy segura de que nosotros somos los únicos que saben eso, según pude ver ayer en los registros akásicos, Roman ha descubierto otra manera. Lo que significa que, si quiero tener alguna esperanza de salvar a Damen, debo averiguar lo que sabe Roman antes de que sea demasiado tarde.

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