Espejismos(48)
—Ahora debemos irnos, se?orita Ever Bloom —me dice. Ha utilizado mi nombre completo, aunque estoy segura de que no se lo he dicho—. Estoy segura de que volveremos a vernos.
Las observo mientras se alejan, pero recuerdo una última pregunta y grito:
—Pero ?cómo volveré? ?Cómo regresaré una vez que haya acabado aquí?
La espalda de Rayne se pone rígida y Romy se da la vuelta. Una sonrisa paciente se dibuja en su rostro mientras responde:
—De la misma manera que has llegado. A través del portal, por supuesto.
Capítulo veintiseis
En el momento en que me giro hacia el templo, las puertas se abren ante mí. Y, puesto que no son como las puertas automáticas de los supermercados, imagino que eso significa que soy digna de entrar.
Me adentro en un enorme y espacioso vestíbulo lleno de una luz brillante y cálida, un resplandor luminoso que, al igual que en el resto de Summerland, inunda hasta el último recoveco, hasta el último rincón y hasta el último espacio sin proyectar sombras o zonas oscuras, sin emanar de ningún sitio en particular. Luego avanzo por un corredor flanqueado por columnas de mármol blanco esculpidas al estilo de la antigua Grecia; un corredor en el que hay dispuestas unas gigantescas mesas de madera tallada a las que se sientan monjes ataviados con túnicas, sacerdotes, rabinos, chamanes y todo tipo de buscadores espirituales. Todos ellos observan grandes esferas de cristal y tablillas flotantes con la intención de estudiar las imágenes que aparecen en ellas.
Me detengo un instante para decidir si sería grosero interrumpirles y preguntarles si pueden indicarme dónde se encuentran los registros akásicos. Pero hay tanto silencio en la estancia y ellos parecen tan absortos en su trabajo que me resulta imposible molestarles, así que sigo adelante. Dejo atrás una serie de magníficas estatuas esculpidas en el más puro mármol blanco y me adentro en una sala grande y recargada que me recuerda a las grandes catedrales italianas (o, al menos, a las fotografías que he visto de ellas). Tiene el mismo tipo de techos abovedados y vidrieras de colores, y también frescos con imágenes tan maravillosas que habrían hecho llorar al mismísimo Miguel ángel.
Me quedo en mitad de la sala, atónita, con la cabeza echada hacia atrás para intentar verlo todo. Doy vueltas y más vueltas hasta que me canso y me siento mareada, hasta que comprendo que es imposible contemplarlo todo de una sentada. A sabiendas de que ya he malgastado bastante tiempo, cierro los párpados con fuerza y sigo el consejo de Romy: para obtener algo, debo desearlo primero.
Deseo que me conduzcan hasta las respuestas que busco y, cuando abro los ojos, veo aparecer un largo pasillo ante mí.
La iluminación es más tenue de lo acostumbrado en este lugar, una especie de resplandor incandescente. Y, aunque no tengo ni la menor idea de adonde conduce, empiezo a andar. Sigo la hermosa alfombra persa que parece continuar hasta el infinito y deslizo las manos sobre el muro cubierto de jeroglíficos, acariciando las imágenes con la yema de los dedos mientras las veo en mi mente: toda la historia se revela con un simple contacto, como una especie de braille telepático.
De repente, sin ningún tipo de se?al o advertencia, me encuentro en la entrada de otra sofisticada estancia. Aunque esta es sofisticada en un sentido distinto, ya que no tiene grabados ni murales; es sofisticada por su pura y absoluta simplicidad.
Sus muros circulares son lisos y brillantes y, aunque en un principio me han parecido simplemente blancos, cuando los observo con atención me doy cuenta de que no tienen nada de ?simple?. Se trata de un blanco auténtico, un blanco en el más estricto sentido de la palabra. Un blanco que solo puede obtenerse con la mezcla de ?todos? los colores: un espectro completo de pigmentos mezclados para crear el verdadero color de la luz… tal y como aprendí en clase de arte. Del techo cuelgan gigantescos conjuntos de prismas que albergan en su interior cristales de talla impecable, los cuales brillan y reflejan la luz para crear un caleidoscopio multicolor que llena la estancia de espirales irisadas. Aparte de eso, el único objeto que hay en la sala es un solitario banco de mármol que parece extra?amente cálido y confortable, sobre todo porque ese material es conocido por ser cualquier cosa menos eso.
Después de tomar asiento y entrelazar las manos sobre mi regazo, contemplo las paredes y veo que se cierran con suavidad tras de mí, como si el pasillo que me ha conducido hasta aquí no hubiera existido jamás.
Sin embargo, no tengo miedo. A pesar de que no existe ninguna salida visible y de que parece que estoy atrapada en esta extra?a habitación circular, me siento segura, en paz, protegida. Como si la estancia me acurrucara, me reconfortara; como si sus paredes redondeadas fueran enormes y fuertes brazos que me encerraran en un abrazo de bienvenida.
Tomo una honda bocanada de aire, impaciente por obtener respuestas a todas mis preguntas, y veo que una enorme pantalla de cristal aparece justo delante de mí, suspendida en lo que antes era un espacio vacío, a la espera de que yo haga el siguiente movimiento.
Ahora que estoy tan cerca de obtener respuestas, mi pregunta ha cambiado de repente.
Así que en lugar de concentrarme en ??Qué le ha ocurrido a Damen y qué puedo hacer para solucionarlo??, pienso: ?Muéstrame todo lo que necesito saber sobre Damen?.