Espejismos(44)
—?Es aquí donde lees el futuro? —pregunto mientras contemplo la gran colección de cristales, velas y símbolos icónicos que cubren las paredes.
Ella niega con la cabeza y se sienta en un almohadón bordado que hay sobre el suelo antes de darle unos golpecitos al que hay justo a su lado para indicarme que me siente también.
—La mayoría de las personas que vienen a mi casa ocupan un espacio emocional oscuro, y no puedo arriesgarme a que entren aquí. Me he esforzado mucho por mantener la energía de esta estancia pura, limpia y libre de toda oscuridad, así que no permito que nadie, ni siquiera yo, entre a menos que su energía haya sido purificada. Porque, aunque sé que crees que es una estupidez, también sé que te has sorprendido al ver lo bien que te sientes.
Aprieto los labios y aparto la mirada. Sé que no hace falta que me lea la mente para saber lo que estoy pensando. Mi rostro me delata… es incapaz de mentir.
—He pillado todo ese rollo de la luz sanadora —le digo mientras contemplo la persiana de bambú que cubre la ventana y la estantería llena de estatuillas de deidades de todo el mundo—. Y debo admitir que ha hecho que me sienta mejor. Pero ?de qué va todo eso de las raíces? Me ha parecido bastante raro.
—Se llama ?conectar con la tierra?. —Sonríe—. Cuando has llegado a mi puerta, tu energía parecía muy dispersa, y eso te ha ayudado a contenerla. Te sugiero que lleves a cabo este ejercicio a diario.
—Pero ?no nos impedirá llegar a Summerland si ya hemos conectado con la tierra aquí… ?
Se echa a reír.
—No; en todo caso, te ayudará a permanecer concentrada en el lugar al que quieres ir realmente.
Contemplo la habitación y me fijo en que está tan abarrotada que resulta difícil ver lo que hay.
—Así que este es tu santuario personal, ?no? —pregunto al final.
Ava sonríe mientras sus dedos juguetean con una hebra suelta de su almohadón.
—Es el lugar al que vengo a orar, meditar e intentar alcanzar las dimensiones del más allá. Y tengo el fuerte presentimiento de que esta vez conseguiré llegar hasta allí.
Flexiona las piernas para adoptar la posición del loto y me hace una se?al para que yo haga lo mismo. Al principio no puedo evitar pensar que mis nuevas y larguiruchas piernas jamás se doblarán y se entrelazarán como las suyas; pero al cabo de un momento me quedo atónita al ver que se flexionan a la perfección y se colocan una encima de la otra de una manera cómoda y natural, sin el menor tipo de resistencia.
—?Preparada? —me pregunta Ava al tiempo que clava sus ojos casta?os en los míos.
Me encojo de hombros mientras me miro las plantas de los pies, asombrada de que estén tan visibles encima de mis rodillas. Me pregunto qué clase de ritual vamos a realizar a continuación.
—Estupendo. Porque ahora te toca a ti dirigir la sesión. —Suelta una risotada—. Yo nunca he estado allí antes, así que cuento con que tú nos muestres el camino.
Capítulo veinticuatro
No creí que sería tan fácil. Pensaba que no conseguiríamos llegar hasta allí. Sin embargo, después de realizar el ritual de cerrar los ojos e imaginar un brillante portal de luz resplandeciente, unimos nuestras manos, lo atravesamos de un salto y aterrizamos juntas sobre esa extra?a hierba vibrante.
Ava me mira con los ojos desorbitados y la boca abierta de par en par, incapaz de pronunciar palabra.
Yo me limito a asentir y observo lo que me rodea. Sé muy bien cómo se siente, porque, aunque ya he estado aquí antes, eso no significa que me parezca menos surrealista.
—Oye, Ava —le digo mientras me pongo en pie y me sacudo la parte trasera de los vaqueros, impaciente por ejercer de guía turística y mostrarle lo mágico que puede resultar este lugar—, imagina algo. Cualquier cosa. Un objeto, un animal… incluso a una persona. Cierra los ojos y visualízalo con tanta claridad como puedas, y después…
La observo mientras cierra los ojos. Mi nerviosismo aumenta cundo frunce el ce?o y se concentra en el objeto de su elección.
Y cuando los abre de nuevo, se lleva las manos al pecho y mira filamente hacia delante.
—?Ay! ?Ay! ?No puede ser! Pero mira… Es igualito que él, ?y parece tan real!
Se arrodilla sobre la hierba, da palmadas y no deja de reír de felicidad mientras un hermoso golden retriever salta a sus brazos y cubre sus mejillas con torpes lametones. Ella lo abraza con fuerza contra su pecho mientras murmura su nombre una y otra vez; y es entonces cuando sé que debo advertirle de que en realidad no es su perro.
—Ava, siento tener que decírtelo, pero me temo que él no es… —Sin embargo, antes de que pueda terminar de hablar, el perro se aparta de sus brazos y se desdibuja en un patrón de píxeles vibrantes que pronto desaparece por completo. Y, cuando veo la desolación de su rostro, siento un nudo en el estómago. Me siento culpable por haber iniciado este juego—. Debería habértelo explicado —le digo. Desearía no haber sido tan impulsiva—. Lo siento mucho.
Ella asiente con la cabeza y parpadea para deshacerse de las lágrimas mientras se sacude la hierba de las rodillas.