Espejismos(42)



Intercambiamos los cumplidos de rigor y después toma asiento enfrente de mí, acuna entre sus manos la taza de té y me dice:

—?Has crecido! Sé que no soy muy alta, pero es que ahora me sacas casi un palmo…

Me encojo de hombros. No sé muy bien cómo lidiar con esto, pero tengo la certeza de que es mejor que me vaya acostumbrando. Si creces varios centímetros en cuestión de días, la gente suele notarlo.

—Supongo que he madurado tarde. Estoy ?dando un estirón?… o algo así —replico. Esbozo una sonrisa torpe al darme cuenta de que necesito buscar una respuesta mucho más convincente, o al menos aprender a responder con más convicción.

Ella me mira y asiente con la cabeza. No se ha tragado ni una palabra, pero deja pasar el tema.

—Bueno, ?cómo va el escudo? ?Aguanta?

Trago saliva con fuerza y parpadeo una vez… y luego otra. Estaba tan concentrada en mi misión que había olvidado el escudo que me ayudó a crear. El escudo que me sirvió para bloquear todos los ruidos y sonidos la última vez que se fue Damen. El mismo escudo que desmantelé cuando regresó.

—Ah, bueno… digamos que me deshice de él —le digo. No puedo evitar encogerme por dentro cuando las palabras salen de mis labios, ya que recuerdo que nos llevó casi una tarde entera ponerlo en su lugar.

Ella sonríe y me observa por encima de su taza.

—No me sorprende. Ser normal no es tan bueno como dicen, al menos cuando ya has experimentado otras cosas…

Parto un trozo de la galletita de avena y hago un gesto indiferente con los hombros. Sé que si dependiera de mí, sería normal en ese sentido todos los días.

—Así que no has venido por el escudo… ?De qué se trata, entonces?

—?Quieres decir que no lo sabes? ?Qué clase de vidente eres tú? —Me echo a reír, aunque demasiado alto para un chiste tan pobre y estúpido.

Sin embargo, Ava se limita a encogerse de hombros y recorre el aborde de su taza con un dedo en el que lleva un anillo enorme antes de decir:

—Bueno, no tengo tanta experiencia como tú a la hora de leer mentes. Aunque sí que percibo algo muy serio en este asunto.

—Se trata de Damen —comienzo, aunque hago una pausa para apretar los labios—. él… él… Ha cambiado. Se ha convertido en una persona fría, distante, incluso cruel, y yo… —Bajo la mirada. La verdad que subyace bajo esas palabras hace que resulte mucho más difícil pronunciarlas—. No me devuelve las llamadas, no habla conmigo en el instituto, incluso ha cambiado de sitio en clase de lengua, y ahora… ahora sale con una chica que… Bueno, digamos sin más que es una chica horrible. Y, cuando digo horrible, me refiero a horrible de verdad. Así que ahora él también es horrible…

—Ever… —empieza a decirme con voz amable y mirada dulce.

—No es lo que piensas —le digo—. No es eso en absoluto. Damen y yo no rompimos, no teníamos problemas, no es eso. Un día todo iba genial… y al siguiente… no.

—?Y ocurrió algo que precipitara ese cambio? —Tiene una expresión pensativa y no aparta sus ojos de los míos.

?Sí, vino Roman. Eso fue lo que ocurrió?, pienso. Pero, dado que no puedo explicarle mis sospechas y decirle que Roman es un inmortal renegado (a pesar de todas las pruebas de lo contrario) que está empleando algún tipo de método de control mental de masas, la hipnosis o algún hechizo (aunque no estoy segura de si esto último es posible o no) con los estudiantes de Bay View, me limito a contarle el extra?o comportamiento que muestra Damen últimamente: los dolores de cabeza, los sudores y otras cuantas cosas de las que me parece seguro hablar.

Después contengo el aliento mientras ella da un sorbo de su té y contempla el hermoso jardín a través de la ventana antes de volver a concentrar su mirada en mí.

—Cuéntame todo lo que sepas sobre Summerland —me dice.

Miro fijamente las dos mitades de la galletita que aún no me he comido y mantengo los labios cerrados. Nunca había oído mencionar esa palabra de una forma tan abierta y casual. Siempre lo había considerado un lugar sagrado que nos pertenecía a Damen y a mí. No tenía ni la menor idea de que los mortales también conocieran su existencia.

—Seguro que has estado allí. —Deja la taza y arquea las cejas—. ?Durante tu experiencia cercana a la muerte, quizá?

Asiento mientras recuerdo las dos ocasiones en que he estado allí: la primera cuando morí; la segunda, con Damen. Y me quedé tan fascinada con aquella dimensión mágica y mística de grandes prados fragantes y árboles palpitantes… que no quería marcharme de aquel lugar.

—?Visitaste los templos cuando estuviste allí?

?Templos? Yo no vi ningún templo. Elefantes, playas y caballos… cosas que ambos hicimos aparecer, pero ningún tipo de residencia ni edificio.

—Los templos de Summerland, también conocidos como los Grandes Templos del Conocimiento, son legendarios. Creo que las respuestas que buscas se encuentran allí.

—Pero… pero ni siquiera sé muy bien cómo llegar allí sin Damen. Bueno, al menos sin morir y todo eso… —La miro—. ?Cómo es posible que hayas oído hablar de ese lugar? ?Has estado allí?

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