Espejismos(54)



—?Ever! —Sonríe y da unos golpecitos con la mano en el estrecho lugar que hay a su lado—. Así que no eran imaginaciones mías: hoy hemos compartido un momento especial en clase.

Esbozo una sonrisa tensa y me siento a su lado. Mi mirada se dirige por instinto hacia Damen, pero me obligo al instante a apartar los ojos de él. Me recuerdo a mí misma que debo permanecer concentrada en Roman, que es fundamental que no me distraiga.

—Sabía que al final entrarías en razón. Mi único deseo era que no tardaras demasiado. Hemos perdido mucho tiempo y debemos recuperarlo. —Se inclina hacia delante y sitúa su rostro tan cerca del mío que puedo ver las motas de color de sus ojos: brillantes puntitos violetas en los que resultaría muy fácil perderse…

—Esto es genial, ?no te parece? Todos juntos, todos unidos como si fuéramos uno. Y te has perdido esa conexión durante todo este tiempo… Pero ahora que estás aquí, mi misión está completa. Y tú que creías que era imposible…

Echa la cabeza hacia atrás y suelta una risotada. Con los ojos cerrados, los dientes visibles y ese cabello rubio despeinado que refleja los rayos de sol… lo cierto es que el tío resulta fascinante, por más que deteste admitirlo.

Aunque no tanto como Damen. De hecho, ni siquiera se le acerca. Roman es guapo de una forma que me recuerda los viejos tiempos: posee la cantidad justa de encanto y fingida cordialidad por la que me habría sentido atraída antes. Mucho antes, cuando aceptaba las cosas tal cual eran y pocas veces (casi ninguna, más bien) me molestaba en averiguar lo que hay bajo la superficie.

Lo observo mientras le da un mordisco a su barrita de Mars, y luego poso la mirada en Damen. Contemplo su glorioso perfil moreno y mi corazón se llena de un deseo tan abrumador que apenas puedo soportarlo. Me fijo en sus manos mientras divierte a Stacia con alguna historia estúpida, aunque estoy mucho menos interesada en la anécdota que en las manos en sí. Recuerdo lo maravilloso que me parecía su tacto contra mi piel…

—… así que, por más agradable que sea el hecho de que te hayas unido a nosotros, no puedo evitar preguntarme a qué se debe en realidad —dice Roman, que no ha apartado los ojos de mí.

Sin embargo, yo sigo mirando a Damen. Observo cómo presiona los labios contra la mejilla de Stacia antes de deslizarlos hasta su oreja y bajarlos por su cuello…

—Porque, aunque me gustaría creer que has caído presa de mi innegable encanto y mi cara bonita, sé que no es así. De modo que dime, Ever, ?de qué va esto en realidad?

Oigo a Roman; su voz zumba en mi mente como un murmullo vago e incesante que resulta fácil ignorar, pero mi mirada sigue clavada en Damen: el amor de mi vida, mi alma gemela eterna… el chico que ahora ni siquiera sabe que existo. Se me retuercen las tripas cuando desliza los labios por el cuello de Stacia antes de volver a su oreja. Mueve la boca muy despacio mientras le susurra zalamerías al oído para convencerla de que lo mejor es saltarse las clases e ir a su casa…

Un momento… ?Convencerla? ?Está tratando de persuadirla? ?Significa eso que ella todavía no está preparada y dispuesta? ?Soy la única que ha asumido que ellos ya habían quemado la cama?

Sin embargo, cuando estoy a punto de sintonizar con Stacia y ver qué es lo que trama haciéndose la dura, Roman me da unos golpecitos en el brazo y me dice:

—Ay, venga, Ever, no seas tímida. Dime por qué estás aquí. Dime exactamente qué es lo que te saca de quicio.

Y antes de que pueda responder, Stacia me mira y dice:

—Por Dios, Lerda, ?se puede saber qué estás mirando?

No contesto. Solo finjo no haberla oído mientras me concentro en Damen. Me niego a reconocer su presencia, aunque están tan entrelazados que parecen casi fundidos. Ojalá él se diera la vuelta y me viera… de verdad, como antes.

No obstante, cuando por fin se gira, su mirada me atraviesa, como si no mereciera la pena molestarse conmigo, como si fuera invisible.

Y ver que me mira de esa manera me deja entumecida, sin respiración, paralizada…

—?Hola? ?Hay alguien ahí? —pregunta Stacia en un tono de voz lo bastante alto para que todo el mundo lo oiga—. En serio, ?puedo ayudarte? ?Hay alguien en este mundo que pueda ayudarte?

Observo a Miles y a Haven, que están sentados a escasa distancia, y veo que sacuden la cabeza, como si ambos desearan no haberme conocido nunca. Luego trago saliva con fuerza y me recuerdo a mí misma que no son due?os de sí mismos… que Roman es el escritor, productor, director y creador de este horroroso espectáculo.

Sostengo la mirada de Roman e intento atisbar los pensamientos que anidan en su cabeza, a pesar del intenso aguijonazo que siento en el estómago. Estoy decidida a ir más allá de la capa superficial de estupideces habituales. Siento curiosidad por ver si hay algo más que el adolescente calenturiento, irritante y adicto al azúcar que finge ser. Porque lo cierto es que no me lo trago. La imagen que vi en ese cristal, la que lo mostraba con una diabólica sonrisa de victoria dibujada en la cara, dejaba entrever una faceta suya mucho más siniestra.

Y cuando su sonrisa se hace más y más amplia y empieza a mirarme con los ojos entornados… todo lo demás desaparece.

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