Espejismos(29)



Y, puesto que solo queda un lugar en mi lista de sitios donde buscarlo, cruzo los dedos y corro hacia el coche. Es sorprendente la rapidez y la soltura con que se mueven mis piernas. Mis pies apenas rozan la arena y recorro la distancia a tanta velocidad que al poco ya estoy de nuevo en el coche, saliendo del aparcamiento. Me pregunto desde cuándo soy capaz de hacer esto y qué otras habilidades inmortales podría tener.

Al llegar a la entrada de la urbanización, Sheila, la guardia de seguridad que me ha visto bastantes veces y que sabe que soy uno de los visitantes bienvenidos de la lista de Damen, sonríe y me hace una se?al con la mano para que pase. Cuando subo la colina hacia su casa y aparco en el camino de entrada, lo primero que noto es que todas las luces están apagadas.

Y cuando digo todas, me refiero a todas. Incluyendo la que hay sobre la puerta, la que él siempre deja encendida.

Permanezco sentada en el Escarabajo; el motor ronronea mientras observo todas esas ventanas a oscuras. Una parte de mí quiere entrar por la puerta, subir a toda prisa las escaleras y adentrarse en su habitación ?especial?, esa en la que almacena sus recuerdos más preciados: los retratos que le hicieron Picasso, Van Gogh y Velázquez, junto a un montón de primeras ediciones de libros excepcionales… Reliquias de valor incalculable que hablan de su largo y remoto pasado y que están atesoradas en una estancia abarrotada en la que predominan los tonos dorados. Sin embargo, otra parte de mí prefiere quedarse donde está, a sabiendas de que no es necesario entrar para demostrar que no está en casa. El gélido e inquietante exterior del edificio con las paredes de piedra, la cubierta de tejas y las ventanas yacías carecen por completo de su cálida y afectuosa presencia.

Cierro los ojos y me esfuerzo por recordar lo último que dijo… algo sobre ir a buscar el coche para poder salir antes. Está claro que e refería a nosotros: podríamos salir antes para estar juntos por fin.

Nuestra cruzada de cuatrocientos a?os culminaría esta noche perfecta.

Es evidente que no quería salir antes para librarse de mí…

?O no?

Respiro hondo y salgo del coche, porque sé que la única forma de obtener respuestas es poniéndome en movimiento. Las plantas de mis pies, fríos y húmedos, resbalan sobre el camino cubierto de rocío mientras busco las llaves, pero de pronto recuerdo que las he dejado en casa, ya que no imaginaba que fuera a necesitarlas precisamente esta noche.

Me quedo frente a la puerta, memorizando la curva de su arco, su acabado en caoba y los audaces y detallados grabados. Luego cierro los ojos y visualizo otra igual que esta. ?Veo? mi puerta imaginaria abierta de par en par; nunca he intentado esto antes, pero sé que es posible, ya que en una ocasión fui testigo de cómo abría Damen la puerta de nuestro instituto… una puerta que estaba cerrada escasos momentos antes.

Sin embargo, cuando vuelvo a abrir los ojos descubro que lo único que he conseguido es manifestar otra puerta gigante de madera. Y puesto que no tengo ni la menor idea de qué hacer con ella (hasta ahora solo había hecho aparecer cosas que quería conservar), la apoyo contra la pared y me dirijo hacia la parte trasera.

Hay una ventana en la cocina; la misma ventana situada sobre el fregadero que él siempre deja entreabierta. Y después de deslizar los dedos bajo el borde y subirla hasta arriba, paso sobre el fregadero lleno de botellas de cristal vacías y salto al suelo. Mis pies aterrizan sobre las baldosas con un sonido apagado y no puedo evitar preguntarme si el allanamiento de morada se aplica también a las novias.

Observo la estancia y me fijo en la mesa y las sillas de madera, en la hilera de cacerolas de acero inoxidable, en la cafetera, la batidora y el exprimidor de última generación… Todo forma parte de la colección de los artilugios de cocina más modernos que el dinero puede comprar (o que Damen puede manifestar). Y todo ha sido seleccionado meticulosamente para dar la apariencia de una vida normal y acaudalada, como los accesorios de la hermosa decoración de una casa en miniatura, organizada a la perfección y sin utilizar.



Echo un vistazo al frigorífico esperando ver el abundante y habitual surtido de botellas de líquido rojo, pero solo encuentro unas cuantas. Y cuando miro en su despensa, el lugar donde deja que las nuevas remesas fermenten, se sazonen o lo que sea, en la oscuridad durante tres días, me quedo atónita al ver que también está casi vacía.

Permanezco inmóvil, contemplando el escaso número de botellas. Se me encoge el estómago y mi corazón empieza a latir con fuerza ante esta terrible imagen. Damen se muestra casi obsesivo en su empe?o por tener siempre mucho líquido rojo disponible (más incluso desde que debe suministrármelo a mí también), y jamás permitiría que las cosas llegaran hasta este extremo.

No obstante, últimamente bebe muchísimo, tanto que su consumo casi se ha duplicado. Así que es muy posible que no haya tenido tiempo de hacer más.

Eso suena bien en la teoría, claro, pero no es muy plausible.

?A quién pretendo enga?ar? Damen es de lo más organizado con estas cosas; demasiado, quizá. Jamás dejaría a un lado su obligación de fabricar el líquido… ni siquiera por un día.

No, a menos que algo vaya terriblemente mal.

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