Espejismos(34)
Cuando llego a clase, en lugar de titubear junto a la puerta como suelo hacer, me sorprendo a mí misma entrando sin más. Y cuando veo a Damen apoyado contra el borde de la mesa de Stacia sonriendo, lomeando y coqueteando con ella, me siento inmersa en un caso grave de déjà vu.
Puedes manejar la situación, me digo. Ya lo has hecho antes.
Recuerdo la época, no muy lejana, en la que Damen fingía interesarse en Stacia para poder llegar a mí.
Sin embargo, cuanto más me acerco, más segura estoy de que esto no tiene nada que ver con la última vez. En aquel entonces 10 único que tenía que hacer era mirarlo a los ojos para encontrar un efímero brillo de compasión, un atisbo de arrepentimiento que no podía ocultar.
Ahora no aparta la vista de Stacia mientras ella lleva a cabo el ritual de batir pesta?as, sacudir el pelo y presumir de escote… como si yo fuera invisible.
—Hum… perdonad. —Ambos levantan la vista, claramente molestos por mi interrupción—. Damen, ?podría… hablar contigo un momento? —Me meto las manos en los bolsillos para que no vean cómo me tiemblan. Me esfuerzo por respirar tal y como lo haría una persona normal y relajada: inspirar y espirar, lenta y regularmente, nada de jadeos ni resuellos.
Stacia y él se miran un instante y estallan en carcajadas al mismo tiempo. Y justo cuando Damen está a punto de hablar, llega el se?or Robins y exclama:
—?Todo el mundo a su sitio! ?Quiero veros a todos en vuestro lugar!
Así pues, se?alo nuestras mesas y le digo:
—Después de ti.
Lo sigo y resisto el impulso de agarrarlo del hombro, darle la vuelta y obligarlo a mirarme a los ojos mientras le grito: ??Por que me has abandonado? ?Qué te ha ocurrido? ?Cómo pudiste hacerlo… esa noche precisamente??.
No obstante, sé que esa clase de confrontación directa me perjudicaría. Sé que si quiero llegar a alguna parte tengo que mantener la calma y la tranquilidad.
Dejo la mochila en el suelo y coloco el libro, el cuaderno y el bolígrafo sobre mi mesa. Sonrío como si no fuera otra cosa que una compa?era circunstancial que quiere charlar un poco el lunes por la ma?ana y le digo:
—Bueno, ?qué has hecho este fin de semana?
él se encoge de hombros y recorre mi cuerpo con la mirada antes de clavar los ojos en los míos. Y es en ese preciso instante cuando me doy cuenta de los horribles pensamientos que me llegan desde su mente.
?Bueno, tengo que reconocer que mi acosadora al menos está buena?, piensa, y frunce el ce?o al verme extender la mano para coger el iPod. Quiero dejar de escucharlo, aunque sé que no puedo arriesgarme a perderme algo importante, por mucho que me duela. Además, nunca antes he tenido acceso a la mente de Damen, jamás he sido capaz de escuchar lo que pensaba. Pero ahora que puedo, no sé muy bien si quiero.
Luego tuerce la boca hacia un lado y entorna los ojos mientras Piensa: ?Es una lástima que sea una psicópata… Está claro que no merece la pena tirársela?.
Esas palabras hirientes son como una pu?alada en el pecho. Su beldad me deja tan atónita que olvido que no estaba hablando en alto y le pregunto a voz en grito:
—?Perdona? ?Qué es lo que acabas de decir?
Todos mis compa?eros se giran y me miran fijamente. Se compadecen de Damen por tener que sentarse a mi lado.
—?Ocurre algo? —pregunta el se?or Robins, que está mirándonos a ambos.
Permanezco sentada, sin habla. Mi corazón se derrumba cuando Damen mira al se?or Robins y dice:
—No pasa nada. Esta tía es un bicho raro.
Capítulo dieciocho
Lo seguí. No me avergüenza admitirlo. Tenía que hacerlo. No me había dejado otra opción. Lo cierto es que si Damen insiste en evitarme, no me queda más remedio que vigilarlo.
Así que lo sigo cuando se termina la clase de lengua, y lo espero después de la clase de segunda hora… y también después de las que hay a tercera y a cuarta. Me quedo al fondo y lo observo desde la distancia, deseando haber cambiado todas mis clases como él quería en un principio. No se lo permití porque me parecía demasiado dependiente, demasiado agobiante; y ahora me veo obligada a merodear cerca de su puerta, a escuchar a escondidas sus conversaciones y los pensamientos que rondan su cabeza… Pensamientos que, por más que me horrorice admitirlo, son vanos, narcisistas y superficiales.
Pero ese no es el verdadero Damen. De eso estoy segura. No es que piense que es una manifestación de Damen, porque solo duran unos minutos. Lo que quiero decir es que está claro que le ha ocurrido algo. Algo grave que hace que actúe y se comporte como…, como la mayoría de los chicos del instituto. Porque, aunque nunca tenido acceso a su mente hasta ahora, sé a ciencia cierta que antes no pensaba así. Ni tampoco actuaba así. No, este nuevo Damen es una criatura completamente distinta. Puede que exteriormente resulte igual… pero interiormente no se parece en nada.
Me dirijo a la mesa del comedor mientras me preparo para enfrentarme a cualquier cosa, pero no es hasta que abro la fiambrera y froto la manzana contra mi manga cuando me doy cuenta de que la verdadera razón por la que estoy sola no es que haya llegado temprano.