Espejismos(33)
Apenas acabo de formularme esa pregunta cuando me adentro en el aparcamiento y lo veo saliendo de su coche. Está tan impecable, tan sexy y tan guapo… que cualquiera diría que no ha pasado nada fuera de lo normal. Que los últimos días no han existido.
Piso los frenos a fondo y detengo el coche, obligando al conductor que viene por detrás a frenar en seco también. El corazón me late a mil por hora y me tiemblan las manos mientras contemplo al que hasta ahora era mi escultural novio desaparecido en combate, que se pasa la mano por el pelo con tanta deliberación, con tanta insistencia y concentración que cualquiera diría que es su única preocupación en el mundo.
Esto no es lo que esperaba.
—Pero ?qué mierda está pasando aquí? —grita Miles, que mira a Damen con la boca abierta mientras se escucha el pitido del claxon de los coches que están detrás—. ?Y por qué narices ha aparcado por ahí? ?Por qué no ha cogido el segundo mejor sitio y nos ha reservado el primero a nosotros?
Y puesto que no conozco las respuestas a ninguna de esas preguntas, aparco al lado de Damen con la esperanza de que él pueda dármelas
Bajo la ventanilla, y me siento inexplicablemente tímida y torpe al ver que él no hace más que mirarme de reojo.
—Oye… ?todo va bien? —le pregunto.
No puedo evitar encogerme por dentro al ver que él se limita a asentir, ya que no podía haber hecho nada más imperceptible para reparar en mi presencia.
Introduce el brazo en su coche y coge la mochila, aunque aprovecha la oportunidad para mirar su reflejo en la ventanilla del conductor.
Trago saliva con fuerza y le digo:
—Porque te marchaste sin más el viernes por la noche… y no pude localizarte en todo el fin de semana… y estaba bastante preocupada… Te he dejado algunos mensajes… ?No los has escuchado? —Aprieto los labios, sintiéndome algo violenta después de tan patética, inútil y pusilánime sarta de preguntas.
??Te marchaste sin más?? ??Bastante preocupada??
Lo que quiero, en realidad, es gritarle: ?OYE, Tú, EL DE LA ROPA NEGRA Y AJUSTADA, ?QUé MIERDA HA PASADO??.
Observo cómo se cuelga la mochila del hombro antes de mirarme. Sus rápidas y poderosas zancadas recorren la distancia que nos separa en pocos segundos. Pero solo la distancia física, no la emocional; porque cuando me mira a los ojos, parece estar a kilómetros de distancia.
Y, justo cuando me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración, se inclina hacia la ventanilla y acerca su cara a la mía para decirme:
—Sí. Recibí tus mensajes. Los cincuenta y nueve.
Siento su aliento cálido sobre mi mejilla y mi boca se abre de par en par. Busco sus ojos para encontrar la calidez que siempre me proporciona su mirada y me echo a temblar cuando solo obtengo por respuesta una expresión fría, oscura y vacía; mucho peor que la falta de reconocimiento que atisbé el otro día.
Porque cuando lo mimo a los ojos me queda claro que me reconoce… y que desearía no hacerlo.
—Damen, yo… —Mi voz se rompe mientras un coche pita de~ tras de mí y Miles murmura algo entre dientes.
Y, antes de que tenga lila oportunidad de aclararme la garganta y comenzar de nuevo, Dameen sacude la cabeza y se aleja caminando.
Capítulo diecisiete
—?Te encuentras bien? —pregunta Miles, cuyo rostro refleja la angustia y el dolor que mi entumecimiento me impide sentir.
Me encojo de hombros. No estoy bien. ?Cómo voy a estar bien si ni siquiera estoy segura de qué va mal?
—Damen es un gilipollas —se?ala secamente.
Me limito a suspirar. Aunque no puedo explicarlo, aunque no logro comprenderlo, sé por instinto que las cosas son mucho más complicadas de lo que parecen.
—No, no lo es —murmuro. Salgo del coche y cierro la puerta con más fuerza de la necesaria.
—Ever, por favor… Venga, siento ser yo quien te lo diga, pero tú has visto lo que yo he visto, ?verdad?
Empiezo a caminar hacia Haven, que espera junto a la puerta.
—Créeme, lo he visto todo —respondo.
Revivo la escena en mi mente una y otra vez; me fijo en sus ojos distantes, en su energía carente de entusiasmo, en su absoluta falta de interés en mí…
—Entonces, ?estás de acuerdo en que es un gilipollas? —Miles me mira con atención para asegurarse de que no soy del tipo de chica que permite que un tío la trate de esa manera.
—?Quién es un gilipollas? —pregunta Haven, que nos mira a uno y a otro.
Miles me pide permiso con la mirada y, al ver mi gesto indiferente, clava la vista en Haven y contesta:
—Damen.
Haven frunce el ce?o mientras su mente se llena de preguntas, ero yo tengo mi propio repertorio, cuestiones que probablemente no tengan respuesta. Por ejemplo:
??Qué narices ha ocurrido??.
Y:
??Desde cuándo Damen tiene aura??.
—Miles puede informarte de todo —le digo antes de alejarme.
Hoy más que nunca desearía ser normal, apoyarme en ellos y llorar sobre sus hombros como una chica normal y corriente. Pero resulta que esta situación es mucho más complicada de lo que sus ojos mortales son capaces de apreciar. Y, aunque todavía no puedo demostrarlo, si quiero obtener respuestas, tengo que ir directa a la fuente.