Espejismos(36)
Su voz es profunda y persuasiva; me mira directamente a los ojos, pero yo sigo haciendo rodar la manzana, contemplando cómo la pulpa empieza a librarse de la piel.
—Te prometo que no se parecerá en nada a las citas de mierda que tenías con el gilipollas de Damen. Para empezar, yo jamás dejaría a una chica tan preciosa como tú tirada en un aparcamiento. —Me mira y esboza una sonrisa antes de decir—: Bueno, lo cierto es que dejé a una chica preciosa como tú tirada en un aparcamiento, Pero solo porque me lo pediste. ?Ves? Ya he demostrado que estoy a tu servicio, dispuesto a obedecer todas tus órdenes.
—?Qué pasa contigo? —digo al final. Clavo la vista en esos ojos ^es sin acobardarme y sin apartar la mirada. Lo único que quiero e deje en paz y que vuelva a la otra mesa del comedor, en la que todo el mundo es bien recibido menos yo—. ?Es que tienes que caerle bien a todo el mundo o qué? Y, si es así, ?no te parece que eso refleja un poquito de inseguridad?
Suelta una carcajada. Y me refiero a una auténtica carcajada… vamos, que se está partiendo de risa. Y cuando por fin se calma, sacude la cabeza y dice:
—Bueno, no a todo el mundo. Aunque debo admitir que por lo general sí caigo bien a la gente. —Se inclina hacia mí y coloca su cara a escasos centímetros de la mía—. ?Qué quieres que te diga? Soy un tipo simpático. La mayoría de la gente me encuentra encantador.
Hago un gesto negativo con la cabeza y aparto la mirada, cansada de que me tomen el pelo e impaciente por ponerle fin al juego.
—Bueno, pues siento tener que decírtelo, pero me temo que vas a tener que contarme entre las raras excepciones que no te consideran un encanto. Pero, te lo ruego, haznos un favor a los dos y no te tomes esto como un reto para hacerme cambiar de opinión. ?Por qué no vuelves a tu mesa y me dejas en paz? ?Para qué has juntado a todo el mundo si no querías formar parte de la diversión?
Me mira, sonríe y sacude la cabeza mientras se levanta del banco. Sus ojos se clavan en los míos cuando dice:
—Estás para comerte, Ever. En serio. Y, si no estuviera seguro de lo contrario, creería que intentas volverme loco a propósito.
Pongo cara de exasperación y miro hacia otro lado.
—Sin embargo, como no quiero estropear mi bienvenida y sé reconocer cuando alguien me manda a la mierda, creo que simplemente… —Apunta con el pulgar hacia la mesa donde está sentado todo el instituto—. Si cambias de opinión y quieres venir conmigo, estoy seguro de que podré convencerlos de que te dejen un sitio.
Niego con la cabeza y le hago una se?al para que se largue. Noto 1 la garganta tan seca que no me salen las palabras; porque, a pesar j las apariencias, sé que no he ganado esta batalla. De hecho, ni siquiera he estado cerca de hacerlo.
—Ah, por cierto… Pensé que querrías recuperar esto —dice mientras deja mis zapatos sobre la mesa, como si esas sandalias de falsa piel de serpiente fueran algo así como una oferta de paz—. Pero no te preocupes, no hace falta que me lo agradezcas. —Se echa a reír y me mira por encima del hombro para decir—: Deberías tratar un poco mejor a esa manzana, le estás dando una verdadera paliza.
La aprieto con más fuerza mientras lo veo acercarse a Haven, deslizar un dedo por su nuca y presionar los labios contra su oreja. Al final, la manzana revienta en mi mano. Su zumo pegajoso ha empezado a deslizarse por mis dedos y por mi mu?eca cuando Roman vuelve la mirada y estalla en carcajadas.
Capítulo diecinueve
Cuando llego a clase de arte, voy directa hacia mi taquilla, me pongo el blusón, cojo las cosas y vuelvo de inmediato al aula, en la que he visto a Damen apoyado contra la puerta con una expresión peculiar en la cara. Una expresión que, a pesar de su extra?eza, me llena de esperanza, ya que sus ojos están vacíos, tiene la boca abierta y parece perdido y vacilante, como si necesitara urgentemente mi ayuda.
A sabiendas de que debo aprovechar el momento, me inclino hacia él y le toco con delicadeza el brazo antes de decir:
—?Damen? —Tengo la voz ronca y temblorosa, como si fuera la primera vez que la uso en todo el día—. Damen, cielo, ?estás bien? —Lo recorro con la mirada mientras lucho contra el impulso de apretar mis labios contra los suyos.
él me observa con una pizca de reconocimiento al que pronto se unen el cari?o, el anhelo y el amor. Y yo lo miro con los ojos llenos de lágrimas mientras acerco los dedos a su mejilla. Veo que su aura marrón rojiza se desvanece y sé que es mío una vez más…
Y luego:
—Oye, tía, muévete, venga… Estás cerrando el paso.
y sin más dilación, el antiguo Damen desaparece y vuelve el nuevo.
Me aparta de un empujón y su aura resplandece: mi contacto le produce repulsión. Me apoyo contra la pared y me encojo al ver que Roman entra justo detrás y que, ?accidentalmente?, frota su cuerpo contra el mío.
—Lo siento, encanto. —Sonríe con mirada lasciva.
Cierro los ojos y me aferro a la pared en busca de apoyo. Me da vueltas la cabeza mientras la euforia del aura alegre y brillante de Roman, su energía intensa, efusiva y optimista me recorre de arriba abajo y me llena la mente de imágenes tan vivaces, tan afectuosas y tan inocuas que siento vergüenza: vergüenza por todas mis sospechas y por ser tan poco amable.