Espejismos(23)



Me aparto un poco para poder mirarlo a la cara; me pregue0 cómo se le ha pasado por la cabeza algo parecido cuando siempre ^ sido yo quien temía decepcionarlo.

Coloca su dedo bajo mi barbilla y me alza la cara hasta que mis labios encuentran los suyos. Y le devuelvo el beso con tanto fervor que se aparta y dice:

—Tal vez deberíamos ir directamente al Montage, ?no crees?

—Está bien —murmuro mientras busco de nuevo sus labios. Pero me arrepiento de haber bromeado cuando se aparta de nuevo y veo la expresión esperanzada de su rostro—. No podemos. Miles me mataría si me pierdo el estreno. —Sonrío con la esperanza de que él sonría también.

Pero no lo hace. Y cuando me mira con el semblante serio, sé que he tocado un tema peliagudo. Todas mis anteriores vidas han acabado esta noche: la noche que teníamos planeado estar juntos. Y, aunque yo no recuerdo los detalles, está claro que él sí.

No obstante, tan pronto como su cara recupera el color, coge mi mano y dice:

—Bueno, es una suerte que ahora seamos inmatables, porque así nada podrá separarnos.

Lo primero que noto mientras nos dirigimos a nuestros respectivos lientos es que Haven está sentada al lado de Roman, aprovechando la ausencia de Josh para apretar su hombro contra el de él e inclinar la cabeza de una forma que le permite mirarlo con adoración y reír por todo lo que djce. Lo segundo que noto es que mi sitio también está al lado del de Roman. Solo que, a diferencia de Haven, a mí no me emociona lo más mínimo. Pero, puesto que Damen ya se ha sentado en la butaca de la parte exterior y no quiero montar un espectáculo pidiéndole que se cambie, ocupo a rega?adientes el asiento que me ha tocado. Siento la agresividad de la energía de Roman cuando sus ojos se clavan en los míos: está tan concentrado en mí que no puedo evitar sentirme violenta.

En un intento por sacarme a Roman de la cabeza, contemplo el teatro casi lleno y me tranquilizo al ver que Josh se acerca por el pasillo ataviado con sus acostumbrados vaqueros oscuros, el cinturón lleno de remaches, una camisa blanca y una fina corbata de cuadros. Tiene los brazos cargados de chucherías y botellas de agua, así que no puede apartarse el cabello negro que se le mete en los ojos. Se me escapa un suspiro de alivio al comprobar que Haven y él forman una pareja perfecta, y me alegra mucho ver que no ha sido reemplazado.

—?Agua? —pregunta mientras se deja caer en el asiento que hay al otro lado de Haven y me pasa dos botellas.

Cojo una para mí e intento pasarle la otra a Damen, pero él hace un gesto negativo con la cabeza y le da un sorbo a su bebida roja.

—?Qué es eso? —pregunta Roman, que se inclina sobre mí mientras se?ala la botella. Su contacto indeseado me provoca un escalofrío—. Te bebes esa cosa como si tuviese algo más que zumo… y si es así, podrías compartirlo, colega. No seas egoísta… —Se echa a reír, extiende la mano y mueve los dedos mientras nos mira con expresión desafiante.

Y justo cuando estoy a punto de intervenir por miedo a que Damen sea tan amable como para darle un trago, el telón se levanta y la música empieza a sonar. Y, aunque Roman se rinde y vuelve a reclinarse en su asiento, su mirada no se aparta de mí ni un solo momento.

Miles estuvo fantástico, increíble. Tan increíble que de vez en cuando solo estaba pendiente de sus frases y sus canciones… aunque el resto del tiempo no dejaba de darle vueltas al hecho de que estoy a punto de perder la virginidad… por primera vez en cuatrocientos a?os.

Me resulta asombroso pensar que después de tantas encarnaciones, después de todas las veces que nos hemos conocido y enamorado, nunca hayamos conseguido llegar hasta el final.

Pero esta noche eso va a cambiar.

Todo va a cambiar.

Esta noche vamos a enterrar el pasado y dar un paso hacia delante, hacia el futuro de nuestro amor eterno.

Cuando por fin cae el telón, todos nos levantamos y nos dirigimos hacia los bastidores. Pero en cuanto llego a la puerta trasera, me giro hacia Damen y le digo:

—?Mierda! Nos hemos olvidado de parar en la tienda y comprar unas flores para Miles.

Damen se limita a sonreír y sacude la cabeza:

—?De qué estás hablando? —dice—. Tenemos todas las flores que necesitamos aquí mismo.

Entorno los ojos, preguntándome qué está tramando, porque, si la vista no me falla, él tiene las manos tan vacías como lo están las mías.

—?De qué estás hablando tú? —susurro. Siento una maravillosa eléctrica que recorre mi cuerpo cuando pone su mano sobre mi brazo.

—Ever, contesta con expresión divertida—, esas flores ya existen en el plano cuántico. Si quieres acceder a ellas en el plano físico, lo único que tienes que hacer es manifestarlas, tal y como te he ense?ado.

Miro a mi alrededor para asegurarme de que nadie ha escuchado nuestra extra?a conversación. Me avergüenza admitir que no sé hacerlo.

—No sé cómo —replico, deseando que haga aparecer las flores de una vez para poder dar el tema por zanjado. No es momento para lecciones.

Pero Damen no está dispuesto a ceder.

—Por supuesto que lo sabes. ?Es que no te he ense?ado nada?

Alyson Noel's Books