Espejismos(19)
Haven se encoge de hombros y pone los ojos en blanco mientras se lame la pizca de glaseado que se le ha quedado pegada al pulgar.
—Lo que tú digas —murmura.
—De todas formas, ?por qué te importa tanto? —Miles la mira con los ojos entornados—. Creía que estabas colada por Josh.
—Estoy colada por Josh —replica ella, que evita la mirada de mi amigo mientras se sacude unas migas inexistentes del regazo.
Sin embargo, cuando la miro y veo que su aura fluctúa y destella en un enga?oso tono verde, sé que no dice la verdad. Está colada por Roman, está claro. Y, si Roman se fija en ella, pasará algo así como ?Adiós, Josh; hola escalofriante chico nuevo?.
Le quito el envoltorio a mi almuerzo y finjo que solo me interesa la comida cuando escucho:
—Oye, colega, ?a qué hora es el estreno?
—La obra empieza a las ocho. ?Por qué? ?Vas a venir? —pregunta Miles. Sus ojos se iluminan y su aura adquiere un resplandor que demuestra sin lugar a dudas que espera que lo haga.
—No me lo perdería por nada del mundo —asegura Roman, que se sienta junto a Haven y le da un golpe en el hombro de una forma muy falsa y zalamera. Es evidente que sabe muy bien el efecto que causa en ella y que no le incomoda explotarlo.
—Bueno, ?qué tal la vida con la banda guay? ?Ha sido todo lo que so?abas que sería? —pregunta ella con una voz que, si no viera su aura, consideraría juguetona. Pero sé que lo pregunta en serio porque su aura no miente.
Roman se inclina hacia ella y le aparta el flequillo de la cara delicadeza. Un gesto tan íntimo que Haven se sonroja.
—?De qué hablas? —pregunta Roman con la mirada clavada en la de mi amiga.
—Ya sabes, la mesa A, esa en la que estabas sentado… —murmura ella, esforzándose por mantener la compostura bajo los efectos el hechizo del chico nuevo.
—El sistema de castas de la hora del almuerzo —dice Miles, que rompe el encantamiento y aparta a un lado el yogur a medio terminar—. Pasa lo mismo en todos los institutos. Todo el mundo se divide en grupos dise?ados para dejar a los demás fuera. La gente no puede evitarlo; lo hace sin más. ?Y esos con los que estabas? Son el grupo que está ariba, lo que, dentro del sistema de castas del instituto, los convierte en los Gobernantes. A diferencia de la gente con la que estás sentado ahora… —se se?ala a sí mismo con el dedo—, también conocida como los Intocables.
—?Menuda gilipollez! —exclama Roman al tiempo que se aparta de Haven y le quita el tapón a su refresco—. Eso no son más que tonterías. No me lo trago.
—Da igual que lo creas o no. Las cosas son como son. —Miles se encoge de hombros antes de echar una mirada anhelante a la mesa A. Porque, a pesar de que no deja de decir que nuestra mesa es la guay de verdad, lo cierto es que es muy consciente de que a ojos del gtueso de los estudiantes de Bay View no tiene nada de guay.
—Puede que las cosas sean así para ti, pero no para mí. A mí no me va lo de la segregación, colega. Prefiero una sociedad libre y abierta, un amplio espacio vital en el que barajar todas mis opciones. —Luego mira a Damen y a?ade—: ?Y tú? ?Crees en todo eso?
Damen se limita a realizar un gesto de indiferencia con los hombros sin apartar la mirada de mí. No pueden importarle menos los grupos VIP o no VIP, quién es guay y quién no. La única razón por la que se apuntó a este instituto soy yo, y también soy la razón por la que continúa en él.
—Bueno, es agradable tener un sue?o. —Haven suspira mientras inspecciona sus cortas u?as negras—. Pero es incluso mejor cuando existe la posibilidad, por remota que sea, de que se cumpla.
—Ah, es ahí donde te equivocas, encanto. Eso no es ningún sue?o. —Roman sonríe de una forma que hace que el aura de mi amiga adquiera un tono rosa resplandeciente—. Yo me encargaré de que se cumpla. Ya lo verás.
—?En serio? ?Acaso te crees el Che Guevara del instituto Bay View? —Mi voz tiene un tono cortante que no me esfuerzo por disimular. Aunque para ser sincera, me sorprende más haber dicho ?acaso? que el tono de mi voz. ?Desde cuándo hablo yo de esa manera? Sin embargo, cuando miro a Roman y veo su extensa y abrumadora aura amarillo-anaranjada, sé que ese chico también me está afectando a mí.
—Pues la verdad es que sí. —Esboza una sonrisa lánguida y me mira a los ojos de una forma tan penetrante que me hace sentirme desnuda… como si lo viera todo, como si supiera todo y no hubiese nada que ocultar—. Puedes considerarme un revolucionario, porque para finales de la semana que viene el sistema de castas de la hora del almuerzo llegará a su fin. Vamos a romper esas barreras autoimpuestas, a juntar todas las mesas y a montar una fiesta.
—?Se trata de una predicción? —Lo miro con los ojos entornados, intentando librarme de toda esa energía indeseada que me envía.
No obstante, él se limita a reír, sin ofenderse en lo más mínimo. Una risa que a simple vista resulta tan cálida, cautivadora y ble que nadie adivinaría lo que hay detrás de ella: un matiz escalofriante, un indicio de malicia, una amenaza apenas velada y dirigida solo a mí.
—Lo creeré cuando lo vea —dice Haven mientras se limpia las miguitas rojas de los labios.