Espejismos(14)
—?Porque ya estabas casado con Drina! —susurro mientras veo la escena en mi cabeza y oigo a uno de los invitados a la cena preguntar por ella.
Durante la cena, nuestras miradas se encuentran durante un instante mientras Damen responde:
—Drina está en Hungría. Hemos tomado caminos separados.
Sabe que eso ocasionará un escándalo, pero quiere que yo lo oiga, sin importar lo que piensen los demás…
—Ella y yo ya vivíamos separados, así que eso no era un problema. La razón por la que debía moverme con cautela es que confraternizar con los miembros de otras clases sociales era algo que estaba mal visto. Y, puesto que tú eras tan inocente y vulnerable en muchos sentidos, no quería ocasionarte ningún problema, sobre todo si tú no sentías lo mismo.
—?Pero yo sentía lo mismo! —digo mientras veo que, a partir de esa noche, siempre que iba a la ciudad conseguía encontrarme con él.
—Me temo que tuve que recurrir a seguirte. —Me mira con expresión contrita—. Hasta que al final nos encontramos tantas veces ?por casualidad? que empezaste a confiar en mí. Y entonces…
Y entonces comenzamos a reunimos en secreto: besos robados a la puerta de la entrada del servicio, un abrazo apasionado en un callejón oscuro o en el interior de su carruaje…
Pero ahora sé que nuestras reuniones no eran tan secretas como yo pensaba… —Suspira—. Drina no estaba en Hungría; estuvo todo el tiempo. Observando, planeando, decidida a recuperarme… a cualquier precio. —Respira hondo; el dolor de cuatro siglos atrás se ve dibujado en su rostro—. Yo quería cuidar de ti, Ever. Quería darte todo, cualquier cosa que tu corazón deseara. Quería tratarte como la princesa que habrías debido ser. Y cuando por fin conseguí convencerte para que huyeras conmigo, me sentí el hombre más feliz del mundo. íbamos a reunimos a medianoche…
—Pero jamás aparecí —le digo mientras lo ?veo? pasearse de un lado a otro, preocupado, angustiado, convencido de que había cambiado de opinión…
—No fue hasta el día siguiente cuando descubrí que habías muerto en un accidente, que un carruaje te había atropellado cuando acudías a nuestra cita. —Y, cuando me mira, me revela su dolor… un dolor insoportable y destructivo que le destroza el alma—. En aquel entonces, jamás se me ocurrió pensar que Drina pudiera ser la responsable. No lo supe hasta que te lo confesó a ti. Parecía un accidente, un horrible y desafortunado accidente. Y supongo que estaba demasiado cegado por el dolor como para sospechar de nadie…
—?Cuántos a?os tenía yo? —le pregunto casi sin aliento. Sé que era joven, pero quiero todos los detalles.
Damen me estrecha con más fuerza mientras recorre con los dedos las facciones de mi rostro.
—Tenías dieciséis a?os —contesta—, y te llamabas Evaline. —Sus labios juguetean junto a mi oreja.
—Evaline —susurro. Siento una conexión instantánea con mi desdichada reencarnación anterior, quien quedó huérfana muy joven, fue amada por Damen y murió a los dieciséis… al igual que mi actual reencarnación.
—No volví a verte hasta muchos a?os después, en Nueva Inglaterra. Te habías reencarnado en la hija de un puritano… y fue entonces cuando creí de nuevo en la felicidad.
—?En la hija de un puritano? —Lo miro a los ojos mientras él me muestra a una chica de pelo oscuro y piel clara ataviada con un sobrio vestido azul—. ?Todas mis vidas han sido tan aburridas? —Hago un gesto negativo con la cabeza—. ?Y qué clase de horrible accidente me sucedió entonces?
—Te ahogaste —me dice con un suspiro; y en el mismo instante en que pronuncia esas palabras, me siento abrumada de nuevo por su dolor—. Estaba tan destrozado que volví en barco a Londres, donde viví de manera intermitente durante muchos a?os. Y estaba a punto de dirigirme a Túnez cuando volviste a aparecer como la hermosa, acaudalada y consentida hija de un terrateniente londinense.
—?Muéstramelo! —Lo acaricio con la nariz, impaciente por ver una vida más glamurosa. Sus dedos me acarician la frente mientras una bonita morena con un despampanante vestido verde, un elaborado tocado y un montón de joyas aparece en mi mente.
Una joven caprichosa, rica y consentida (cuya vida consiste en una sucesión de fiestas y de viajes para hacer compras) que tiene la mirada puesta en otra persona… hasta que conoce a Damen.
—?Y qué pasó esa vez? —pregunto. Me entristece verla rnarchar, pero necesito saber cómo murió.
—Una caída terrible. —Damen cierra los ojos—. A esas alturas, estaba convencido de que me estaban castigando: disponía de una vida eterna sin amor.
Rodea mi rostro con sus manos y sus dedos desprenden tanta ternura, tanta adoración, un hormigueo tan cálido y delicioso… que cierro los ojos y me acurruco aún más contra él. Me concentro en la sensación que me provoca su piel mientras nuestros cuerpos se aprietan con fuerza y todo lo que nos rodea desaparece: no existe el pasado ni el futuro, no existe nada salvo este instante en el tiempo.