Espejismos(13)
No obstante, no siempre he sentido lo mismo. Me cabreé bastante cuando me enteré de la verdad. Me cabreé tanto que pasé algún tlempo lejos de él para poder ordenar mis pensamientos. Bueno, no todos los días oyes decir a alguien: ?Ah, por cierto, soy inmortal, y ahora tú también lo eres?.
Y aunque al principio me costaba bastante creer lo que me había dicho, cuando me lo demostró recordándome cómo morí en el accidente, cómo lo miré a los ojos en el instante en que me devolvió la vida y cómo reconocí sus ojos la primera vez que lo vi en el instituto… Bueno, no hubo forma de negar la evidencia.
Sin embargo, eso no significa que estuviera dispuesta a aceptarlo. Ya era de por sí malo tener que lidiar con el aluvión de habilidades psíquicas que me proporcionó la ECM (?Experiencia Cercana a la Muerte?; insisten en llamarla ?cercana?, pero en realidad morí), y verme obligada a escuchar los pensamientos de la gente, a conocer la historia de sus vidas con solo tocarlos, a hablar con los muertos y muchas cosas más. Por no mencionar que ser inmortal, por más genial que parezca, también significa que jamás cruzaré el puente. Jamás podré ir al otro lado a ver a mi familia. Y, puestos a pensarlo, eso es pagar un precio muy alto.
Aparto los labios de mala gana y lo miro a los ojos: esos mismos ojos que he contemplado durante cuatrocientos a?os. Aunque, por mucho que me esfuerzo, no logro recordar nuestro pasado juntos. Tan solo Damen, que ha permanecido igual durante los últimos seiscientos a?os (sin morir ni reencarnarse), tiene esa suerte.
—?En qué piensas? —me pregunta mientras sus dedos se deslizan por mi mejilla, dejando un rastro cálido a su paso.
Respiro hondo. Sé muy bien que está decidido a permanecer en el presente, pero necesito saber más sobre mi historia… sobre nuestra historia.
—Pensaba en la primera vez que nos vimos —le contesto mientras observo cómo se arquean sus cejas y cómo empieza a sacudir la cabeza.
—?De veras? ?Y qué recuerdas exactamente de esa primera vez?
—Nada. —Me encojo de hombros—. Nada en absoluto. Y por eso espero que tú me lo cuentes. No hace falta que me lo cuentes todo… ya sé lo mucho que odias recordar el pasado. Pero la verdad es que siento mucha curiosidad por saber cómo empezó todo, cómo nos conocimos.
Se aparta y se tumba de espaldas con el cuerpo inmóvil. Sus labios también permanecen inmóviles, y empiezo a temer que esa sea la única respuesta que obtenga.
—Por favor… —murmuro al tiempo que me acerco a él para acurrucarme contra su cuerpo—. No es justo que tú conozcas todos los detalles y yo no sepa nada. Dame algo a lo que aferrarme. ?Dónde vivíamos? ?Cómo nos conocimos? ?Fue amor a primera vista?
Cambia un poco de posición para poder ponerse de lado y enterrar la mano en mi cabello.
—Fue en Francia, en 1608 —responde.
Trago saliva y doy una rápida bocanada de aire, impaciente por saber más.
—-En París, en realidad.
?París! De inmediato imagino sofisticados vestidos, besos robados en el Pont Neuf, cotilleos con María Antonieta…
Asistí a una cena en casa de un amigo… —Hace una pausa y Su mirada se pierde a lo lejos, a varios siglos de distancia—. Y tú trabajabas allí como sirvienta.
?Como sirvienta?
—Eras una de sus sirvientas. Eran personas muy ricas. Tenían muchas sirvientas.
Me quedo tumbada, atónita. No era eso lo que yo esperaba.
—No eras como las demás —asegura Damen, que ha convertido su voz casi en un susurro—. Eras hermosa. Increíblemente hermosa. Tu aspecto era muy parecido al que tienes ahora. —Esboza una sonrisa y respira hondo mientras juguetea con un mechón de mi cabello con los dedos—. Y, también al igual que ahora, eras huérfana. Habías perdido a toda tu familia en un incendio. Y, como no tenías un penique ni a nadie que te acogiera, mis amigos te dieron un empleo.
Trago saliva con fuerza. No sé muy bien lo que siento al respecto. ?Qué sentido tiene reencarnarse si te ves obligada a sufrir el mismo dolor una y otra vez?
—Y sí, para que lo sepas, fue amor a primera vista. Quedé completa e irremisiblemente enamorado de ti. En el momento en que te vi, supe que mi vida jamás sería la misma.
Me mira. Tiene los dedos sobre mis sienes y su mirada me muestra ese instante en toda su intensidad, revelándome la escena como si yo estuviese allí.
Mi cabello rubio está oculto bajo un gorro; mis ojos azules parecen tímidos, con miedo a mirar a cualquiera; mis ropas son tan anodinas y mis dedos están tan encallecidos que mi belleza pasa desapercibida.
Pero Damen es capaz de apreciarla. En el instante en que entro en la estancia, sus ojos se encuentran con los míos. Su mirada atraviesa el andrajoso exterior y descubre el alma que se niega a esconderse. Es tan moreno, tan impactante, tan refinado, tan apuesto… que me doy la vuelta. Sé que solo los botones de su abrigo valen más de lo que yo ganaré en un a?o. Sé sin necesidad de volver a mirarlo que él está fuera de mi alcance…
—No obstante, tuve que moverme con cautela, porque…