Espejismos(8)
—Bueno, ha sido casualidad.
él me mira con el gesto torcido, intentando encontrar el sentido a mis palabras.
Y, aunque sé que he ido demasiado lejos, que estoy a punto de decir algo que dista muchísimo de la normalidad, lo cierto es que me da la impresión de que no tengo más remedio. No puedo permitir que mi profesor de historia salga con mi tía. No puedo tolerarlo. Simplemente, no puedo.
Así pues, se?alo la mancha de su camisa y a?ado:
—Esa mujer, la del batido, ?la recuerda?… —Asiento al ver la expresión alarmada de su rostro—. Dudo mucho que vuelva. En realidad, no va allí muy a menudo.
Y, antes de decir algo más que no solo haga trizas sus sue?os sino que también confirme que soy un bicho raro, me cuelgo la mochila del hombro, corro hacia la puerta y me libero de la energía del se?or Mu?oz mientras me dirijo hacia el comedor, donde me espera Damen sentado a una mesa. Estoy impaciente por verlo después de pasar tres largas horas separados.
Sin embargo, cuando llego a donde está, la escena no resulta tan acogedora como yo esperaba. Hay un chico nuevo sentado a su lado, en mi sitio, que es el centro de atención y Damen apenas nota mi presencia.
Me apoyo contra el borde de la mesa y observo cómo todos se echan a reír por algo que ha dicho el chico nuevo. Como no quiero interrumpirlos ni quedar como una grosera, me siento frente a Damen en lugar de a su lado, como de costumbre.
—?Dios, eres tan gracioso! —dice Haven, que se inclina hacia delante y acaricia un instante la mano del chico nuevo. Sonríe de una forma que deja claro que su nuevo novio, Josh, su supuesta alma gemela, ha pasado al olvido por el momento—. Es una pena que te lo hayas perdido, Ever; este tío es tan desternillante ?que Miles se ha olvidado incluso de su grano!
—Gracias por recordármelo. —Miles frunce el ce?o y busca con el dedo la zona de su barbilla donde está el grano… pero ha desaparecido.
Abre los ojos de par en par y nos mira a todos en busca de una confirmación de que la espinilla tama?o mamut, la pesadilla de esta ma?ana, ha desaparecido realmente. No puedo evitar preguntarme si esa súbita desaparición está relacionada conmigo, con la forma en que lo he tocado en el aparcamiento, porque eso significaría que tengo poderes mágicos de sanación.
Sin embargo, la idea apenas cruza mi mente cuando el chico nuevo aclara:
—Te dije que funcionaría. Es alucinante. Quédate el resto por si vuelve a salir.
Entorno los ojos y me pregunto cómo ha tenido tiempo suficiente para ocuparse del rostro de Miles cuando acabo de conocerlo.
—Le he dado una pomada —me dice el tipo al tiempo que se gira hacia mí—. Miles y yo coincidimos a primera hora. Por cierto, me llamo Roman.
Lo miro mientras me fijo en el color amarillo brillante del aura que lo rodea, cuyos límites se extienden de forma cari?osa, como si pretendiera darnos a todos un caluroso abrazo. Luego contemplo sus ojos azul oscuro, su piel bronceada, su pelo rubio y despeinado, su ropa informal con el toque justo de sofisticación… y, a pesar de lo guapo que es, mi primer impulso es salir corriendo. Me ofrece una de esas sonrisas lánguidas y relajadas que te dan un vuelco en el corazón, pero tengo los nervios tan a flor de piel que me resulta imposible devolvérsela.
—Tú debes de ser Ever —dice al tiempo que retira la mano, que ni siquiera había visto extendida y que esperaba ser estrechada antes de apartarse.
Miro de reojo a Haven, que se siente visiblemente horrorizada por mi falta de modales, y después a Miles, que está demasiado ocupado mirándose en el espejo como para notar mi metedura de pata. Sin embargo, cuando Damen estira el brazo por debajo de la mesa y me da un apretón en la rodilla, me aclaro la garganta, miro a Roman y le digo:
—Ah, sí, soy Ever. —Aunque me obsequia con una nueva sonrisa, su método sigue sin funcionar. Lo único que consigue es que se me encoja el estómago y me entren náuseas.
—Al parecer tenemos muchas cosas en común —dice, a pesar de que no logro imaginarme qué pueden ser esas cosas—. Me siento dos filas por detrás de ti en historia. Y al ver cómo te esforzabas no he podido evitar pensar que había al menos otra persona que detestaba la historia casi tanto como yo.
—Yo no detesto la historia —replico inmediatamente, demasiado a la defensiva. Mi voz tiene un matiz cortante que provoca la mirada de reproche de todos los presentes. Así que miro a Damen en busca de confirmación, segura de que es el único que puede sentir el inquietante torrente de energía que fluye desde Roman hasta mí.
No obstante, él se encoge de hombros y le da un sorbo a la bebida roja, como si todo fuera de lo más normal y no hubiera notado nada. Así que me giro de nuevo hacia Roman y exploro su mente, aunque lo único que escucho es un montón de pensamientos inofensivos que, aunque bastante infantiles, son básicamente agradables. Y eso significa que el problema es mío.
—?De verdad? —Roman arquea las cejas y se inclina hacia mí—. Investigar el pasado, explorar todos esos lugares y fechas de anta?o, examinar la vida de personas que vivieron hace muchos siglos y que ahora no tienen ninguna relevancia… ?No te molesta? ?No te aburre soberanamente?
??Solo cuando esa gente, esos lugares y esas fechas están relacionadas con mi novio y sus seiscientos a?os de juerga!?