Espejismos(22)
Honor comienza a ponerse nerviosa a su lado y dice con voz gimoteante:
—Vamos, Stacia. Déjalo ya. Esto es muy aburrido…
Pero Stacia pasa por alto sus palabras y me aprieta el brazo con más fuerza. Sus u?as se clavan en mi piel cuando susurra:
—Venga, díselo. ?Dile lo que ves!
Cierro los ojos. Se me encoge el estómago cuando mi cabeza se llena de imágenes similares a las que vi una vez: Stacia luchando con u?as y dientes para abrirse camino hasta la cumbre de la popularidad, pisoteando más allá de lo necesario a todos aquellos que tiene por debajo, incluida Honor. Especialmente Honor, que tiene tanto miedo de ser impopular que no hace nada por impedirlo…
?Podría decirle a Honor que en realidad Stacia es una mala amiga, revelar lo horrible que es como persona… Podría apartar la mano de Stacia de mi brazo y empujarla hacia el otro lado de la sala con tanta fuerza que atravesaría el panel de vidrio antes de estrellarse contra la cabina de información del centro comercial…?
Pero no voy a hacerlo. La última vez que me dejé llevar en el instituto, cuando le dije a Stacia las cosas horribles que sabía sobre ella, cometí un grave error; y no puedo permitirme cometer otro de nuevo. Ahora tengo muchas más cosas que ocultar, secretos mucho mayores que están en juego; secretos que no solo me pertenecen a mí, sino también a Damen.
Stacia se echa a reír mientras lucho por mantener la calma y no reaccionar de forma exagerada. Me recuerdo a mí misma que está bien parecer vulnerable, pero que serlo de verdad está terminantemente prohibido. Es del todo imprescindible parecer normal, ignorante, permitir que crea que es mucho más fuerte que yo.
Honor mira su reloj y pone los ojos en blanco, impaciente por marcharse. Y, justo cuando estoy a punto de apartarme de Stacia (y quizá de asestarle un revés ?accidental? en el mismo movimiento), veo algo tan horrible, tan repugnante, que tiro una fila entera de lencería al suelo en el intento por librarme de ella.
Sujetadores, tangas, perchas y fijaciones… todo se estrella contra el suelo antes de formar un enorme montón.
Y yo caigo encima.
—?Ma-dre-mí-a! —chilla Stacia, que se agarra a Honor antes de que ambas empiecen a desternillarse de risa—. ?Eres una patosa! -—dice al tiempo que busca el móvil para grabarlo todo en vídeo. Manipula el zoom para ampliar la imagen mientras yo intento librarme de un liguero de encaje rojo que se me ha enrollado alrededor del cuello—. ?Será mejor que te levantes y ordenes todo este lío! —Entorna los ojos para ajustar el ángulo mientras yo me esfuerzo por levantarme—. Ya sabes lo que dicen: ?Quien lo rompe, lo paga?.
Me pongo en pie y observo cómo huyen Stacia y Honor cuando ven acercarse a una de las vendedoras. Aunque Stacia se detiene el tiempo suficiente para mirarme por encima del hombro y decir:
—Te estoy vigilando, Ever. Créeme, todavía no he acabado contigo.
Y, acto seguido, se marcha del lugar.
Capítulo diez
En el momento en que percibo que Damen dobla mi calle, corro al espejo (otra vez) y me coloco la ropa para asegurarme de que todo está donde debería estar (el vestido, el sujetador, la lencería nueva). Tengo la esperanza de que todo permanezca en su lugar…, al menos hasta que llegue el momento de quitármelo.
Después de que la dependienta de Victoria's Secret y yo arregláramos el desaguisado, la joven me ayudó a elegir este conjunto de sujetador, braguitas y medias; un conjunto que no es de algodón, ni es escandalosamente sexy y, en realidad, no sujeta ni tapa mucho de nada… pero supongo que esa es la idea. Luego fui a Nordstrom, donde compré este bonito vestido verde y unas sandalias a juego muy monas. Cuando iba de camino a casa, me detuve para hacerme una sesión rápida de manicura y pedicura, algo que no había hecho desde…, desde antes de que ocurriera el accidente que me robó mi antigua vida para siempre, cuando era tan popular y presumida como Stacia.
Aunque en realidad nunca fui como Stacia.
Lo que quiero decir es que puede que fuera popular y perteneciera al equipo de animadoras, pero jamás fui una zorra.
—?En qué piensas? —pregunta Damen, que ha abierto la puerta principal sin ayuda y, puesto que Sabine no está en casa, ha subido hasta mi dormitorio.
Lo observo mientras se apoya contra el marco de la puerta y sonríe. Me fijo en sus vaqueros oscuros, en su camisa oscura, en su chaqueta oscura, en las botas de motero negras que lleva siempre… y siento un vuelco en el corazón.
—Pensaba en los últimos cuatrocientos a?os —replico, y me encojo por dentro al ver que sus ojos se oscurecen de preocupación—. Pero no de la forma en que tú crees —a?ado, ansiosa por demostrarle que no estoy obsesionada con el pasado otra vez—. Pensaba en todas nuestras vidas juntos y en que jamás hemos… —Damen arquea una ceja y esboza una sonrisa—. Lo que quiero decir es que me alegro de que esos cuatrocientos a?os hayan llegado a su fin —murmuro mientras se acerca a mí, me rodea la cintura con los brazos y me estrecha contra su pecho. Recorro con mirada absorta los rasgos de su rostro: sus ojos oscuros, su piel suave, sus labios irresistibles…
—Yo también me alegro —me dice, mirándome a los ojos—. No, bien pensado retiro lo dicho, porque lo cierto es que estoy mucho más que alegre. De hecho, estoy… exultante. —Sonríe, pero un momento después frunce el ce?o y dice—: No, esa tampoco es la palabra correcta. Creo que necesitamos un término nuevo. —Se echa a reír y baja su boca hasta mi oreja antes de susurrar—: Esta noche estás mas hermosa que nunca. Y quiero que todo sea perfecto. Quiero que $e' todo lo que has so?ado que sería. Solo espero no decepcionarte.