Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(83)



—No quiero que me tengas en tu teléfono. Espera aquí mientras yo lo preparo todo.

Corrí a la habitación, busqué un par de cojines y los coloqué en el centro de la sala. Adrik había dicho que solo teníamos que grabarnos leyendo, pero yo quería hacerlo perfecto. Así que él se dedicó a curiosear mientras yo despejaba un poco el lugar. O sea, empujé las cosas hacia una esquina y coloqué mi teléfono sobre el escritorio del portátil para que apuntara directo a nosotros.

—?Qué es eso? —preguntó Adrik.

Se?alaba mi mochila. El incienso que me había regalado Dash sobresalía de ella.

—Ah, es un tipo de incienso para relajarse, despejar la mente, calmar los nervios, la ansiedad, algo así —respondí al tiempo que probaba el ángulo de la cámara y ajustaba el temporizador para que empezara a grabar—. ?Lo encendemos? La verdad es que estoy superagobiada con todo lo que hay que hacer esta semana y creo que debo bajar un poco mi nivel de estrés.

Adrik se encogió de hombros.

—Por mí no hay problema —aceptó.

Lo encendí en la cocina y lo coloqué junto al escritorio, sostenido por una lata de Coca-Cola. Al instante en que empezó a soltar ese humo delgado y lento, percibí un aroma agradable. No podía determinarlo con exactitud, pero me recordó a un hermoso prado. Lo dejé actuar y poco a poco el ambiente fue adquiriendo un aire mucho más ligero y refrescante.

Con todo ya listo, Adrik se sentó en uno de los cojines y luego yo me senté en el otro. Quedamos frente a frente. La cámara lo estaba grabando todo.

—De acuerdo... —dije, abriendo el libro—. Yo primero. Son tres páginas, ?no?

—Sip.

Comencé a leer las páginas que seleccioné. La verdad es que mi capacidad narrativa era muy buena, pero me esmeré mucho más porque quería superar a Adrik en el vídeo. él escuchaba con atención. Que me mirara no me molestó en absoluto.

De hecho, de repente, nada me molestó en absoluto.

Pensé que ese incienso sí que funcionaba. Comencé a sentirme más tranquila. Fue como si el humo entrara por mis fosas nasales, reuniera todo el estrés y lo drenara. Fuera preocupaciones, fuera pensamientos complicados, fuera temores por los posibles fallos en mi plan, ?e incluso fuera plan! Me sentí tan pero tan liberada que de repente me quedé callada y parpadeé como si intentara entender algo...

Y luego estallé en una risa inesperada.

No tuve muy claro por qué me reía como una loca, solo sentía ganas de hacerlo, y fue relajante, tanto que de pronto el mundo me pareció más divertido y menos realista. Me reí a carcajadas un rato hasta que los ojos me lagrimearon un poco, entonces me los limpié y descubrí que Adrik me estaba mirando fijamente con cara seria.

—Lamento interrumpir tu ataque de risa-epiléptica, pero es mi turno —me avisó sin juzgar mi momento de locura.

Le entregué el libro y comenzó a pasar las hojas. Yo quería escupir peque?as risas sin motivo alguno, pero me las aguanté.

—De acuerdo, ahora silencio. —Adrik carraspeó y empezó a leer.

Me esforcé, en serio, pero al mismo tiempo me empezó a suceder algo muy pero muy extra?o. Un segundo, Adrik leía con normalidad y, al otro, me pareció que su boca comenzaba a moverse más lentamente. Fruncí el ce?o, extra?ada. Lo oía leer los párrafos del libro, pero mi perspectiva lo estaba captando de forma rara. ?Hablaba despacio o rápido? ?Por qué movía la boca de esa manera? ?Y por qué de repente eso me causaba ganas de reír?

Apreté los labios porque él parecía bastante concentrado y me había pedido silencio.

No podía estropearlo...

No podía interrumpirlo...

No podía...

La risa me salió en contra de mi voluntad, fuerte, escandalosa, como el estornudo que no puedes evitar.

Adrik dejó de leer y me miró, serio.

De inmediato me cubrí la boca con la mano para contener la risa, y lo miré con los ojos bien abiertos.

él me miró también, impasible.

Yo lo miré, tragándome la risa.

—?Puedo leer o qué? —se quejó, aunque con un tono bastante tranquilo.

—Lo siento —me disculpé, todavía con las manos sobre la boca—. Sigue, no me hagas caso, sigue...

Adrik bajó la mirada al libro y continuó. Su voz se escuchó igual que siempre: baja, clara, interesante, pero la boca, joder, y sus ojos...; todo siguió volviéndose rarísimo. Vi que los colores resaltaban más, y sus movimientos, primero normales, acabaron siendo parecidos a los de una película de una animación, muy llamativos. Percibí el mundo de una manera alocada, psicodélica. ?Era real? Quería comprobarlo, necesitaba comprobarlo...

—Jude, ?qué demonios haces? —soltó Adrik, ce?udo.

Cuando sus palabras desinflaron el globo que eran mis pensamientos (en serio, incluso escuché ese sonido que hace un globo al desinflarse), me di cuenta de que me había movido sin tan siquiera notarlo y que en ese instante estaba a gatas, cerca de él, a punto de tocarle la punta de la nariz con la puntita de mi dedo índice.

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