Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(85)
Tenías que haberme visto la cara. Era como si toda mi vida girara en torno a lograr que Adrik sonriera, aunque fuera un poco. La decisión con la que lo hacía era admirable y chistosa. Estaba dispuesta a conseguir algo, el gesto más mínimo, cualquier cosa, por eso combatí contra sus manos, que trataban de detenerme.
Hasta que lo logré.
En cierto momento, Adrik no pudo más. La risa se le escapó sin que él lo quisiera. Ensanchó los labios y mostró los dientes blancos, todos igualitos. Era la primera vez que le veía una risa tan amplia. Una de las comisuras se le levantaba más que la otra, no era una sonrisa perfecta, pero hacía que su rostro perdiera esa amargura que siempre cargaba, que adquiriera un brillo de alegría, de vida, de entusiasmo.
Era muy atractivo incluso con esa actitud de indiferencia y seriedad, pero sonriendo era... Joder, sonriendo era maravilloso.
—?Basta! —exclamó de pronto. Se impulsó hacia delante con una fuerza propia de su tama?o, me sostuvo de las mu?ecas y ambos nos quedamos sentados, frente a frente—. Ya, ?feliz?
Sus ojos grises tenían una chispa divertida. Ya no estaba tan serio. Le había despeinado tanto el pelo que además tenía un toque salvaje.
—Hay que avisar al periódico de Tagus —anuncié, alto y con toda la energía que me producía haber logrado mi cometido—. ?Adrik Cash tiene algo de alma! ?Adrik Cash sabe reír!
—Diles también que colocada eres el triple de pesada —gru?ó.
—Soy el triple de pesada, pero ?puedo hacer esto! —solté.
Empecé a mover los brazos, la cabeza y el torso de adentro afuera en un raro intento de baile. A?adí un tarareo con un ritmo extra?o, pero intenso. Mi cara acompa?ó lo ridículo del momento cuando puse la boca como un pato.
Adrik me miró, ce?udo.
—?Qué haces? ?Qué? ?Qué es eso? ?Qué? —emitió, escupiendo algunas risas.
—Un baile —respondí, todavía moviéndome y haciendo caras extra?as—. Tengo mis propios bailes, ?no lo sabías?
—Déjalo —me ordenó.
Pero como se le escapaban algunas risas, empecé a bailar con mayor intensidad y más soltura. Me gustaba porque el pelo se me iba a la cara y sentía la cabeza como un globo ligero e inflado. Toda mi existencia me parecía liviana. Quería reír, gritar locuras, quería hacerlo todo al mismo tiempo.
—Déjalo, Jude, ya —insistió él de nuevo.
Intentó agarrarme las manos, pero yo seguí moviéndolas, moviéndome de una manera loca y sin sentido. Iniciamos una especie de minipelea de manos y brazos hasta que él me cogió los antebrazos con una fuerza imperiosa y me detuvo.
—?Ya deja de moverte, joder! —exclamó con voz ronca.
Me quedé quieta, respirando de manera agitada, con mechones de cabello sobre la cara y notando las manos fuertes de Adrik como garras en mis antebrazos. Parpadeé como una estúpida y me pregunté por qué me exigía que parara si nos estábamos divirtiendo, hasta que de repente me di cuenta de lo que había estado ignorando todo el rato.
Estaba encima de él.
Y con ?encima de él? me refiero a que estaba ?sobre su...?.
—Lo siento —susurré, y tragué saliva—. Voy a... levantarme.
Lo intenté, pero él no me soltó. Me he preguntado demasiadas veces por qué Adrik no me soltó o por qué yo no lo manoteé y me levanté, y he llegado a admitir que, en ese momento, en un lugar muy dentro de mí, no quería que ninguno de los dos hiciéramos eso.
—No. —Fue un sonido áspero, autoritario—. ?No querías saber si estaba vivo?
Todavía sosteniéndome los brazos, impulsó las caderas hacia arriba y, con ese movimiento, mi cuerpo se ajustó perfectamente al suyo. La dureza sobre la que estaba sentada hizo que los colores y las cosas locas se quedaran suspendidas en el aire, desvaneciéndose. Más que nunca fui consciente de su presencia, de su atractivo aroma, de que me superaba en tama?o, de que estábamos en contacto, en una cercanía peligrosa.
—?Te parece que lo estoy? —me preguntó en un susurro ronco.
Entonces, no sé quién lo hizo primero, si él o yo, pero nos besamos. Bueno, me gusta pensar que fue él, pero admito que ambos tomamos el impulso.
Así que estás leyendo bien: Adrik Cash me besó.
Durante un momento entre nuestros rostros había una separación, y al otro siguiente ya no. él soltó uno de mis brazos y me pasó una mano por la mejilla, apartándome el pelo. Me cogió la cara y me atrajo hacia él sin vacilación. Sus labios separaron los míos con mucha facilidad.
Mi coloque con el estúpido incienso se me pasó al instante, ?de acuerdo? Lo único importante fue que los labios de Adrik se movían a un ritmo demandante y que yo le seguía sin poner objeción alguna. ?Cómo podía negarme? El condenado sabía cómo dar un beso. No había fallos en la manera en que su lengua hacía contacto con la mía o en cómo daba peque?os y suaves mordiscos a mi labio inferior, ni mucho menos en cómo su mano se había deslizado desde mi cara hasta mi cuello y luego se había enredado en mi cabello. Incluso su aliento era delicioso, fresco. Sus labios eran suaves, su respiración pesada, su piel caliente...