Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(80)



—?Debí presentarme de otra forma? —pregunté, algo disgustada—. Hola, me llamo Jude y mi madre tiene sida, ?qué tal todo?

Artie suspiró y negó con la cabeza.

—Jude, soy tu amiga, aunque te hubieras presentado así lo habría tomado de la mejor manera.

?Soy tu amiga.? Yo no lo veía así del todo, pero de pronto recordé lo que me había dicho Adrik en la casita del árbol. No le gustaba Artie. ?Debía decírselo? ?Debía contarle que había pasado la noche con él? Sentí que era mi deber como compa?era de apartamento, pero también sentí que no tenía que contárselo. Ella era sensible, ?cómo reaccionaría al saber que había dormido semidesnuda con el chico que la había hecho sentir mal en la fiesta?

—No me gusta hablar de ello —me limité a responder.

—De acuerdo —aceptó después de entender que no iba a decir más—. Fue muy bajo lo que hizo Aegan.

Le pedí que me dejara sola para ducharme. Cuando entré en la ducha, me quedé quieta debajo del agua tibia durante un largo rato. Pensé con meticulosidad en lo que haría y traté de organizar y conectar toda la información.

Miré desde todas las perspectivas. Conocía los riesgos, sabía las consecuencias, entendía las probabilidades. ?Sospecharía Aegan que las dos chicas a las que consideraba estúpidas tenían un peque?o pero gran plan? ?Había dejado él el mensaje para tendernos una trampa? ?O es que alguien me estaba dando la oportunidad de descubrir algo mucho más importante?

Tal vez era eso. Aegan nos subestimaba. En su mundo, solo a él le funcionaba por completo el cerebro. El resto éramos una panda de estúpidos a la que podía patear y movilizar a su antojo. De todas formas, era bueno que pensara así, porque para vencerlo se necesitaba hacerle creer que él iba ganando.

Y ser una perfecta mentirosa.





18


?Mick Jagger ha robado un auto!




Ah, lunes...

O mejor dicho: ???AAAH, LUNES!!!

Esa ma?ana todo el alumnado estaba superatareado. Artie, Dash, Kiana, yo e incluso se notaba que el resto estaba ocupado tratando de acabar tareas y yendo de una clase a otra para entregar trabajos. Las semanas pasadas habían sido solo un calentamiento. A partir de ahora, el semestre comenzaría a ponerse lanzar golpes como Manny Pacquiao.

Aunque tener tantos asuntos académicos pendientes tuvo sus ventajas. La primera: que nadie tenía tiempo para mirarme mal por lo de mi madre. La segunda y más importante: que no vi a Aegan ese día, ni el martes ni el miércoles. Lo único que supe de él me lo contó Dash, quien iba a algunas clases con él, cuando nos reunimos después del almuerzo en el Bat-Fit. Según me dijo, tenían tantos trabajos, exposiciones, exámenes sorpresa y proyectos que Aegan no levantaba la cabeza de los libros, porque los Cash podían ser idiotas, pero tenían un promedio académico excelente.

Pero sabemos que las mentes más crueles han sido bastante inteligentes.

Le mencioné a Dash algo de lo que quería hablar.

—Ayer conocí a un amigo de los Cash, Owen. Nunca me habían hablado de él.

Dash alzó las cejas, sorprendido. Fue curioso su asombro.

—Pensé que ya no volvería a estudiar aquí —dijo.

—?Qué sabes de él? —pregunté.

Dash miró alrededor y luego se inclinó hacia delante para contarme el chisme:

—Lo expulsaron por acostarse con una profesora el a?o pasado. Fue todo un escándalo porque ella estaba casada con el profesor de Idiomas, ?sabes? Ese calvo.

—?Tal vez lo han perdonado?

—Tal vez su padre ha intervenido —me corrigió él con una risa algo... ?amarga?—. Su familia son los Santors, igual de importantes y amenazantes que los Cash y amigos desde siempre.

—Compinches de poder.

—Owen es muy amigo de los tres hermanos Cash desde peque?os, pero sobre todo es amigo de Aleixandre.

Hum..., entonces Owen era lo más cercano a un mejor amigo de los Cash que existía en Tagus. Debía vigilarlo también, aunque aparentemente no se parecía en nada a ellos. Me había dado una impresión más relajada y menos problemática.

Me fijé de repente en que junto a los libros de Dash había una cajita dorada.

—?Qué es eso? —le pregunté, se?alando la cajita.

—Un regalo —respondió al tiempo que volvía a escribir en su cuaderno—. Los compró un amigo para aligerar el día.

Me incliné hacia delante, cogí la cajita y la abrí. Dentro había varios palillos largos y oscuros. Desprendían un aroma interesante.

—?Es incienso? —pregunté, intentando descubrir qué eran en realidad.

—Sí, es terapéutico. Suelen usarse para momentos de estrés o ansiedad. Puedes coger uno si quieres.

?Disminuir mi estrés? Sí, por favor, porque la cabeza ya comenzaba a darme vueltas con tantas cosas: las tareas que todavía no había terminado, todo lo que aún debía organizar para llevar a cabo mi plan, lo que no me encajaba de la desaparición de Eli...

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