Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(82)
Me tomó como diez minutos llegar siguiendo el GPS. Pasé un cartel de advertencia y luego seguí por un sendero. El camino de repente desapareció, así que me bajé de la bicicleta y caminé mientras la conducía. Sí era hermoso, todo verde, repleto de árboles y algunos arbustos. Cuando llegué al punto final, no vi a nadie.
Eh, ?y Artie, Dash y Kiana?
Miré en todas las direcciones hasta que de pronto vi algo. Estaba un poco lejos, pero era reconocible: un auto. Dos siluetas estaban sentadas sobre el capó, de espaldas a mí. Supuse que debían ser ellos, así que empecé a acercarme.
Unos pasos más, y me di cuenta de que no era Artie, sino que eran dos chicos.
Y uno de ellos era nada más y nada menos que Aleixandre.
Lo raro: no estaba vestido como siempre, sino con ropa deportiva y una gorra. Hablaba con la persona sentada a su lado. Pensé que debía de ser alguno de sus amigos, aunque me pareció raro que el otro chico también llevara gorra y gafas oscuras.
Intentaba entender por qué Aleixandre estaba ahí y Artie no, cuando de forma inesperada el chico que estaba a su lado, a quien no conocía, se inclinó hacia él y lo besó en la boca.
Así mismito: el chico misterioso y Aleixandre se dieron un beso.
Me quedé boquiabierta. Luego retrocedí automáticamente. Recordé todas las veces que Aegan le había preguntado a Aleix dónde estaba su chica. ?Y qué pasaba con Laila, que había sido su pareja en la fiesta? Estaba segura de que ni Aegan ni Laila tenían ni idea de esto.
Se acababa de prender esa mierda.
???Y demasiado!!!
Me subí de nuevo a la bicicleta y volví rápido, ya que era obvio que Artie no estaba por allí. En cuanto llegué al apartamento, abrí la puerta de golpe, fuera de mí. La encontré en su habitación, sobre su cama, con un montón de libros y tareas alrededor, sin nada que indicara que había salido o que pensara salir. La miré, ce?uda.
—?Por qué me citaste en el bosque y no apareciste? —le pregunté. No estaba enfadada, más bien necesitaba respuestas.
Ella no entendió nada.
—No te cité en ninguna parte.
—Pero ?recibí un mensaje tuyo!
Se puso una mano en la frente como si hubiese olvidado decírmelo por culpa de todo el trabajo que tenía.
—Perdí mi móvil esta ma?ana mientras estaba en una exposición en el auditorio —me contó.
Entonces ?quién me había citado en el bosque utilizando su teléfono?
19
El exquisito y tentador fallo en el plan
Pues ahora resultaba que Aleixandre tenía una relación secreta con un chico.
Todo lo relacionado con la persona que me estaba ayudando en mi investigación sobre los Cash estaba siendo demasiado raro. Me estaba guiando, pero me resultaba escalofriante, porque ni siquiera entendía cómo sabía mis verdaderos objetivos. En el fondo, me ponía muy nerviosa, me asustaba, me inquietaba no poder asegurarme de que no diría nada, pero era obvio que esa persona anónima tenía que odiar mucho a los Cash. E igual mientras nada saliera a la luz, debía aprovechar su ayuda.
Antes que nada, por supuesto, ese día debía lidiar con un desafío: Driki.
Llamó a la puerta a las cuatro en punto. Cuando la abrí, lo tuve ante mí con su mochila, un libro en la mano y esa expresión de pocos amigos estampada en la cara. Me hice a un lado para dejarlo pasar. él miró el apartamento con el ce?o fruncido. Entendí por qué. Era un desastre. Había libros, hojas, latas de café y Coca-Cola por todos lados. Además, era el apartamento de dos chicas desordenadas, podías encontrar de todo ahí.
—Lo siento —me apresuré a decir, disculpándome por el desorden—. Ha sido una semana dura.
Adrik dejó la mochila en el suelo y demostró que podía ser igual de caótico. Estaríamos solos porque Artie había ido a comprarse un móvil nuevo.
—Traje mi ejemplar de Jonathan Strange y el se?or Norrell de Susanna Clarke —dijo, y alzó el libro para que lo viera—. Para que no digas que soy tan desconsiderado, no tiene dragones ni elfos. Creo que es el que deberíamos leer, aunque si crees que no puedes con esto y quieres algo más ligero, tengo la saga Harry Potter.
Era muy bueno burlándose sin ser demasiado obvio. Entorné los ojos.
—Según la profesora, debo aprender de ti, ?no? Así que leeré el que tú elijas —repliqué, intentando sonar amable.
Adrik pareció sorprendido. Alzó las cejas y toda su cara denotó un gran ??guau!?.
—?Jude Derry admitiendo que sé más que ella? —dijo con asombro—. Hay que hacer una raya en el cielo...
—No estoy admitiendo nada —resoplé—. Solo... —suspiré. No tenía ganas de discutir ahora—. Hagamos esto. Grabaremos con mi móvil.
Adrik me miró con suspicacia.
—?Por qué no con el mío?
Ah, esa pregunta era tan fácil de responder: