Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(87)
Sonó un móvil. Pensé que era el mío y me dispuse a hacer que dejara de sonar, pero...
—Es Aegan —dijo Adrik.
Para empeorar las cosas, claro, sentí un ramalazo de miedo al escuchar ese nombre. Me sentí como si me hubieran pillado haciendo algo horrible. Apenas me di la vuelta, vi que Adrik salía por la puerta.
La cerró tras de sí, dando un portazo que me sobresaltó.
En el instante en que me quedé sola, cerré los ojos con fuerza y exhalé.
?Qué mierda había pasado ahí?
?Cómo había olvidado a quién tenía enfrente?
??Cómo demonios me había olvidado de mi plan?!
Quería destruir a los Cash, no besarme con el Cash mediano mientras era la novia del Cash mayor.
Quise estampar la cara contra el vidrio. Me sentí enfurecida conmigo misma. Ahora seguramente Adrik creería que me gustaba. O sea, su beso me había gustado, sí. él... él... era diferente. Estaba segura de que había algo diferente en él, pero seguía siendo el enemigo. Tenía que seguir viéndolo como el enemigo si no quería fallar.
Ahora el plan estaba en peligro. Podía acabarse todo si Adrik le contaba a Aegan lo que había sucedido.
Empecé a rezar para que no lo hiciera.
?Se lo contarían todo entre ellos o se ocultaban cosas?
?Y qué pasaría conmigo si Adrik le decía a Aegan: ?Me acabo de besar con tu novia??
Oh, mierda.
Eso no lo había planeado.
20
A veces hay que decir la verdad... ?o mejor no?
Estaba temblando cuando atravesé la entrada de la biblioteca para ver a la profesora de Literatura. No sabía qué iba a pasar, pero estaba muy nerviosa.
Ella esperaba sentada en una mesa mientras escribía calificaciones en algunos informes. Al frente tenía una pila de dispositivos USB de los alumnos y alumnas que le habían entregado sus vídeos. Lo único que yo tenía en la mano era mi teléfono, en el que había quedado grabado todo, y una carta llamada: suplicar.
—?Buen día, profesora! —La saludé con todo el ánimo del mundo, a pesar de que en el fondo me sentía muy nerviosa.
Ella me respondió con afabilidad. Me senté enfrente y comencé a explicarle que Adrik y yo habíamos intentado hacer el vídeo, pero que todo había salido mal al final, y no le podíamos presentar el trabajo ese día, y que necesitábamos una prórroga para volverlo a hacer bien.
En el preciso momento en que iba a responder, apareció Adrik. Nunca me había molestado el hecho de que llegara tarde a cualquier lugar, pero en ese momento me irritó a niveles astronómicos. él sabía que no habíamos terminado el vídeo. No habíamos vuelto a hablar desde que salió de mi apartamento. A pesar de todo, vi que ni siquiera venía nervioso, al contrario, se mostraba tranquilo y apático, como si no pasara nada.
Me entraron ganas de gritarle: ??Estamos a punto de suspender! ???Reatziona, Adrik, reatziona!!!?.
—Si nos deja dárselo ma?ana, se lo entregaremos sin problemas —culminé con un tono dócil al tiempo que Adrik se sentaba a mi lado en la mesa.
Lauris, pensativa, alternó la vista entre ambos. Quise estrujarme las manos, pero confiaba en que ella era comprensiva. Era una profesora tranquila, nada estricta. Y Adrik era su favorito, ?no? No podía suspendernos. Tuve esperanza. Percibí un brillo positivo en su rostro...
—Déjenme ver qué hicieron —suspiró ella finalmente, extendiendo la mano hacia mí.
Y... la esperanza murió al instante.
—?No! —exclamé con rapidez, y pegué el teléfono a mi pecho—. Por favor, profesora Lauris, le juro que lo haremos bien para ma?ana.
Busqué apoyo en Adrik por un instante, esperando que dijera algo, pero él solo estaba ahí sentado, quieto, mirando a la profesora con un aire ausente y distante.
—Si no me demuestran que al menos lo intentaron, no puedo darles otra oportunidad —insistió ella, como si fuera muy simple—. ?Cómo, si no, puedo saber que simplemente se les olvidó hacer el vídeo, y que por eso ahora vienen a pedirme una prórroga?
—Porque usted sabe que soy responsable —alegué con una nota de súplica.
Ella formó una fina línea con los labios y observó a Adrik. En serio esperé que dijera algo porque, de lo contrario, yo misma era capaz de hacerle tragar el teléfono con el vídeo.
—Nunca me he dejado de hacer un trabajo —aseguró él sin más, medio adormilado.
?Ese era su argumento? ??Solo eso?! ?Por qué no nos defendía? Quise golpearlo ahí mismo, pero me contuve.
Lauris extendió más la mano hacia mí.
—O me dejas ver el vídeo o les pondré cero de inmediato —advirtió.
Lo que menos quería era un cero, pero tampoco quería pasar vergüenza delante de ella. En el vídeo había quedado grabado todo. Cuando digo todo, es, bueno, eso tan raro que había sucedido entre nosotros.