Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(88)



Antes de entrar en la biblioteca creí que podía convencerla. O, mejor dicho, creí que Adrik me ayudaría a convencerla, pero como él no estaba colaborando, aquello era un caso perdido. Me daba vergüenza, pero la vergüenza no me haría salir de Tagus, un cero sí.

Con mucha duda y con el corazón latiéndome a mil, desbloqueé el móvil, busqué el vídeo y le di al play. Le pasé el teléfono y ella comenzó a verlo.

Al principio todo estaba bien. Salíamos Adrik y yo sentados uno frente al otro, leyendo, pero luego... ahí estaba el horror. Yo comenzaba a comportarme como una estúpida, él intentaba hacerme entrar en razón, yo le saltaba encima y al final nos besábamos. Para rematar, ni siquiera nos besábamos como personas normales que no sabían lo que estaban haciendo. ?Nos besábamos como unos calenturientos que jamás habían tenido contacto físico! Lo peor era que se veía el bulto en el pantalón de Adrik. Sin olvidar que se oía perfectamente todo lo que decíamos sobre el maldito incienso.

La profesora lo paró en medio del beso.

Nos miró, curiosa y seria. Me ardía la cara por la vergüenza. Quería meterme debajo de una piedra y no salir jamás. Además, era raro pasar por eso teniendo a Adrik al lado, pero aún era más raro que él no parecía incómodo.

—Lo siento mucho —me excusé, superapenada, esperando que el verme tan patética ayudara en algo—. No era por completo yo... Si nos da otra oportunidad...

Lauris se reacomodó sobre su asiento y exhaló. Su expresión empeoraba mi estado. No parecía la profesora relajada de siempre. Su mirada había pasado a ser algo dura.

—Lo único que no puedo pasar por alto es el hecho de que se drogaron —soltó, con un tono duro de reproche.

—No teníamos ni idea —la interrumpí, de nuevo recurriendo a lo que fuera para salvarme—. No es algo que yo suela hacer. Me dijeron que era terapéutico. Yo no sabía que...

—?Y el se?or Cash no tiene más experiencia en esas cosas? —inquirió ella, lanzando esa afilada pregunta directamente hacia él.

Adrik se encogió de hombros. Maldición, quería coger el libro más grueso de los estantes y golpearle con él en la frente. Seguía sin parecer preocupado.

—Al principio no me di cuenta —se limitó a decir sin mucho interés—. Esa es la verdad.

La profesora esperó que dijera algo más, yo esperé que dijera algo más, pero él no dio se?ales de tener intención de agregar nada. Entonces Lauris suspiró como si estuviera decidiendo qué hacer con nosotros. Permanecí encogida en la silla, nerviosa. Quería hablar, quería seguir rogando, pero temí empeorar las cosas.

—Les voy a aprobar con la nota mínima —dijo después de un minuto que me pareció eterno.

El mundo se me cayó a los pies.

—?Qué? —emití en un jadeo de miedo y desconcierto—. Pero usted dijo que si le ense?aba el vídeo podía...

—No puedo darles otra oportunidad —zanjó—. Si el problema hubiera sido que su grabación había resultado ser un desastre, quizá sí les habría dado más tiempo, pero lo que acabo de ver está mal.

Claro que no habría sido Jude Derry si me hubiera quedado con esa respuesta. De nuevo intenté convencerla. Recurrí a todos los métodos, pero no funcionó. Dijo que debíamos agradecer que nos ponía un suficiente y que no nos suspendía. Al final salí de la biblioteca a zancadas apartando a la gente sin importarme quiénes fueran, furiosa conmigo misma, con la profesora y con el jodido mundo.

—Jude —me detuvo Adrik en uno de los pasillos.

—??Qué?! —solté. Me di vuelta y lo miré con los ojos llameantes de ira.

él frunció el ce?o y me observó con extra?eza. Lo único que le faltó fue decirme: ?Oye, tranquilo viejo?.

—?Por qué estás tan enfadada? No nos ha suspendido —puntualizó.

Y mira, fue eso que dijo, cómo lo dijo y en qué momento lo dijo lo que causó que una oleada hirviente de ira me recorriera el cuerpo y estallara en mi boca.

—?No nos ha suspendido? —repetí, silabeando y apretando los dientes. Cada palabra salía cargada de una rabia intensa, contenida pero amenazadora—. ?Qué demonios pasa contigo? Llegas tarde y, además, no intentas hacer que nos dé otra oportunidad. Sé que no te importa una mierda nada, pero a mí sí. No estabas solo en esto del vídeo, yo también salgo perjudicada.

Adrik pareció confundido.

—Pero lo que no querías era suspender, ?no? —me preguntó, desconcertado.

Que se rascara la cabeza con incredulidad me molestó más.

—?Te parece que la nota mínima es buena? —refuté.

—Pues no, pero al menos no es un cero.

Di un paso adelante y lo se?alé con el dedo. él miró mi dedo sorprendido y luego me miró a mí con algo de inquietud. Sí, yo era un poco más baja que él, pero en ese momento me sentí altísima, capaz de superarlo en lo que fuera.

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