Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(86)



Bajó las manos hasta mi cintura y me reacomodó de nuevo sobre su cuerpo con muchísima habilidad. Sus palmas fueron ágiles, supo dónde colocarlas para mantenerme embelesada mientras intensificábamos ese repentino beso. Por inercia, le rodeé el cuello con los brazos y terminé enredando los dedos en su cabello. Hundió un poco los dedos en mi piel y aquello fue como un toque que nos encendió más todavía.

El beso pasó a ser más efusivo. Se llevaba unas cinco estrellas, un mil sobre cien. Jamás, en mi récord de chicos besados, que en total eran seis, aunque dos no contaban como beso completo, había experimentado algo así. Juro que sentí como si me estuviera destornillando las piernas, los brazos...; todo. Si tenía algún tipo de resistencia, se fue al carajo. Me sentí dirigida por él, atrapada, totalmente atraída de inmediato...

Hasta que terminó. Nada es para siempre, ?verdad? Cosas que descubrí después, pero en ese momento Adrik detuvo el beso y rompió la magia. Yo abrí los ojos como una tonta, con los labios todavía entreabiertos, hinchados, asombrados por ese asalto.

Nos miramos atónitos. él respiraba de manera pesada. Por primera vez lo veía vulnerable. Estaba tan confundido como yo, como si ni él entendiera por qué había sucedido.

—Jude —empezó a decir, como con cierto temor—, dime que no acabo de hacer lo que creo que acabo de hacer.

—S-sí lo has hecho —susurré, mirando cada centímetro de su cara con asombro.

—Mierda —murmuró.

—Mierda —murmuré.

él cerró los ojos en un gesto que me pareció de arrepentimiento. Por un instante sentí... No sé..., me sentí mal, pero... tenía razón.

—No tenía que haber pasado —suspiró Adrik.

—Nunca —suspiré yo. La palabra me salió ronca, seca, extra?a.

—Fue... No quise... No debía... —masculló, rascándose la nuca con incomodidad.

—No importa —resoplé como si no importara, y a?adí una risa, que de manera inevitable me salió incómoda—. Pfff..., fue solo un beso, nada de otro mundo.

Adrik asintió y forzó una media sonrisa. Me pregunté por qué no ponía su cara de palo y acabábamos con eso, por qué no entraba en su faceta seca e indiferente. Por el contrario, me pareció que quería intentar... ?enmendar el error?

—Sí, sí, exacto —coincidió con rapidez—. Es decir, sí estuvo bien, ?no? Pero no tiene importancia.

—Totalmente de acuerdo —me apresuré a decir, sonando bastante amigable. No quise demostrarle lo que me pasaba por la mente—. Estuvo bien, nada más. Ni siquiera me acordaré de ese beso dentro de un rato, te lo aseguro.

—Claro, aunque, bueno, tampoco es que fuera tan insignificante —comentó, todavía algo inquieto—. Me refiero a que... fue interesante.

—Lo sé —solté. Emití otra risa, pero de nuevo me salió algo rara—. Eres muy atractivo, y sí, eres odioso y no te soporto, pero mentiría si dijera que besas mal.

—Gracias, creo que soy bueno en eso. —Después me se?aló como si acabara de darse cuenta de que estaba ahí. Yo alcé las manos sonriendo. (??Por qué demonios sonreíamos?! O, mejor dicho, ?por qué actuábamos así?)—. Y tú no te quedaste atrás. Buen control. ?Has besado a muchos chicos o...?

—No, no —negué, haciendo un gesto de poca importancia—. Tú marcaste el ritmo y yo te seguí; eso fue todo.

—Claro...

—Sí...

Asentimos al mismo tiempo hasta que solté:

—Bueno, creo que tengo que levantarme.

Adrik apartó las manos en un gesto rápido, tipo: ?Ups, lo siento?. Intenté mover las piernas porque, literal, lo tenía envuelto con ellas, pegado a mí, pero en el intento me removí un poco sobre él y..., bueno, una siente lo que una siente sobre lo que sea que se siente. Es decir, estaba duro. ?Duro! Ni siquiera supe cómo reaccionar. Mi cabeza quería explotar. Así que me levanté tan rápido como pude y me alejé de él.

Apenas di unos pasos, descubrí que incluso yo... Dios mío, ?me había excitado con ese beso? ?Qué narices pasaba conmigo?

Carraspeé y me detuve cerca de la ventana. Se hizo un silencio raro, un silencio que me despertó la sensación de que aquello no estaba bien. Era Adrik, era el hermano de Aegan, era un Cash...

Me pareció que él también se levantó, pero no me giré para comprobarlo.

—Tienes que irte —fue todo lo que pude decir.

—Pero el incienso aún...

—Llamaré a Artie para que me acompa?e —le interrumpí con rapidez, sin derecho a réplica—. Además, ya se me está pasando.

Sentí todo el peso de su mirada sobre mi espalda. Experimenté cosas extra?as. El corazón me latía rápido. Quise girarme hacia él, pero no pude, no podía. Mis piernas no querían moverse. Por un instante... tuve miedo de mirarlo a la cara.

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