Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(77)
—No lo sé, sacúdelo y ya está.
Lo sacudí tanto como pude hasta que ya no salió nada de polvo. Luego volví a echarme sobre los cojines y, con incomodidad, me cubrí.
—Espero que esto no esté lleno de pulgas, Adrik, porque si no... —le advertí.
—Calla y duerme —zanjó.
Bueno, al menos daba calor. Nada me picó, nada me atacó... Me removí un poco y cerré los ojos, pero lo siguiente lo solté sin pensar:
—Lo haré, romperé con él. Ya no quiero seguir soportando esto.
Pasó un buen rato. Entré en un estado de somnolencia, pero todavía no me había dormido del todo. Más bien, mi cerebro trabajaba a mil, pensando en muchas cosas: en Aegan, en cómo usar toda la información que había conseguido, de qué manera proceder, en cuáles serían las consecuencias...
Y entonces sentí que algo temblaba junto a mí. Giré la cabeza, ce?uda. Durante unos segundos, no supe qué era hasta que entendí que se trataba de Adrik, que estaba tiritando. Temblaba de frío y no decía nada. Me di cuenta de que no podía. Debía de estar profundamente dormido, y muriéndose de frío.
Dudé un momento: ?debía ofrecer parte de mi manta a mi enemigo?
Bueno, ahora no tenía claro que fuera mi enemigo. Las cosas parecían un poco distintas. Con todo lo que había dicho, con lo de la fogata... No sé. Desde el principio Adrik me había parecido muy diferente a sus hermanos, pero no quise aceptarlo. Sin embargo, era algo evidente por muchas cosas: su aspecto, su comportamiento, lo que hacía y decía en clase de Literatura, cómo evitaba las situaciones que a Aegan le encantaban...
Pero tampoco podía confiar en él.
No podía confiar en nadie.
No podía asegurar que uno de los Perfectos mentirosos no era en realidad tan mentiroso...
No obstante, me había salvado de la doble humillación de Aegan, me había ayudado a quemar ese maldito vestido, habíamos compartido nuestro deseo de estar lejos de la fiesta, me había acompa?ado en medio de aquella oscuridad y no se había comportado como un idiota a pesar de estar borracho...
Y por todo eso hice lo correcto.
Me deslicé con sumo cuidado hacia él y le eché el resto de la manta por encima. Se removió, pero no abrió los ojos. Soltó un leve gru?ido y luego se quedó quieto. De manera inevitable, mi piel hizo contacto con la suya. Fue un contacto caliente y suave. Me dejó paralizada y envió una rara corriente a mi cuerpo. Me sorprendió tanto que me obligué a mí misma a dormirme de una maldita vez.
Y entonces él se giró. Fue un movimiento rápido, producto de su sue?o y su búsqueda de comodidad. Se quedó de lado y lanzó su enorme brazo por encima de mí. Abrí los ojos desmesuradamente porque en tan solo un segundo tuve su rostro a escasos centímetros del mío. Mi rigidez se acentuó. Esa cercanía era tan nueva y tan abrupta que mi cerebro casi dio error.
—Adrik, ??qué demonios...?! —chillé.
él dijo algo incomprensible, todavía dormido. El alcohol lo había dejado frito. Ni siquiera se apartó. Ni siquiera sabía que era yo a la que estaba aplastando como un sándwich. No supe qué rayos hacer. Intenté quitarme de encima su brazo, pero me presionó más con él, molesto.
Visto desde lejos hasta habría parecido que me abrazaba, pero la verdad era que estaba rendido, el condenado. Percibí el olor de su colonia mezclada con el del alcohol. La mezcla me resultó agradable, a lo mejor porque mis sentidos tampoco estaban en condiciones.
Solté aire por la nariz. Observé cada centímetro de su cara con una perplejidad nerviosa. Sus labios ligeramente entreabiertos, la mandíbula afeitada, sus pesta?as masculinas, los mechones de pelo sobre la frente... Durante una fracción de segundo incluso quise colocar la mano sobre su mejilla, como si eso pudiera confirmarme que todo lo que me había contado gracias al alcohol era cierto.
Pero fui incapaz. Nuestros cuerpos estaban muy cerca. Si movía una pierna, aunque solo fuera un poco, chocaría con la suya. Mi peor temor, sin embargo, fue hacer contacto con... con cierta parte que solo estaba cubierta por cierta tela blanca...
Mierda.
Cerré los ojos. Me fijé como objetivo no moverme, pero contra lo que en verdad luché durante toda la noche fue con la peligrosa sensación de que era agradable tener a Adrik Cash a mi lado.
Y con las ganas de querer besarlo.
Mal, muy mal.
17
No todos los mensajes son de texto
Cuando me desperté, me sentía como si alguien me hubiera taladrado la cabeza. Tenía los ojos lega?osos, el cuerpo cansado y la resaca palpitándome en las sienes. Solté unos quejidos, parpadeé mucho hasta que mi visión se esclareció y entendí el mundo a mi alrededor.
Me encontraba recostada sobre los cojines dentro de la casita del árbol.
El sol brillaba con una intensidad fastidiosa.
Y Adrik no estaba por ningún lado.