Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(73)



Se la devolví.

—?Puedo preguntar si también sabes cómo averiguó lo de mi madre? —dije, todavía saboreando la potencia del alcohol.

Adrik se encogió de hombros.

—No, pero sí sé que tiene sus métodos para enterarse de las cosas. No debió hacer eso delante de todo el mundo.

Me sorprendió que fuera consciente de lo mal que había estado lo que me había hecho Aegan.

Pero ya no lo podía borrar.

—Bueno —suspiré—, como dijiste una vez: lo que sea que me haya pasado es culpa mía.

Después de eso, ninguno dijo nada. Adrik se echó un trago y luego me pasó la botella para que yo también bebiera. Y así estuvimos durante un rato, bebiendo en silencio. Cuando uno bebe, siempre pasa por diferentes etapas: al principio estás lúcido y el alcohol te da ánimos; varios tragos después, estás relajado, disfrutando; unos pocos más, y entras en ese estado que yo llamo ?el mareíto rico?, porque el mundo comienza a ser poco estable, la bebida te sabe deliciosa y pueden pasar dos cosas:

O todo te da risa porque tu lucidez se ha ido a la mierda.

O todo te afecta más que antes.

A mí me pasó lo primero. Ya sentía el mareíto rico, ya sentía que la casita daba vueltas, cuando empecé a reírme sin más. Y fue divertido porque, contagiado por mis risas, Adrik también comenzó a reírse. Sus carcajadas no eran tan desbocadas como las mías, pero, considerando su personalidad, uno se daba cuenta de que ya no estaba del todo sobrio.

—Gritaste: ??Chúpamela, Aegan!? —le recordé entre peque?as risas—. ?Alguien le había dicho eso alguna vez?

Adrik resopló, pero ese resoplido se convirtió en una risa apática.

—No en su cara.

Seguí riendo al recordar cómo se había lanzado a la piscina. Su figura volando por los aires de repente me pareció demasiado chistosa.

—Nunca imaginé que precisamente tú podrías hacer algo así —le confesé—. Siempre eres tan serio y parece que lo odias todo...

él chasqueó la lengua.

—Tuve que tomarme varios tragos antes, pero ya ves, hasta el más serio tiene su momento de locura.

Continuamos compartiendo la botella. Y no sé si lo sabes, pero cuando compartes una botella con alguien se forma una especie de peque?o vínculo amistoso. No lo digo yo, lo dice la ciencia alcoholística.

Tenía que aprovechar las ventajas que me daba ese vínculo mientras durara.

—Necesito preguntarte algo —dije de pronto.

Adrik bebió otro trago y se limpió la boca con el dorso de la mano.

—Suelta.

—?Por qué eres tan duro con Artie?

—No soy duro con ella —aseguró él con una nota de fastidio—. Simplemente no me gusta, y no quiero darle pie o que piense que sí.

—Pero...

—Yo fui a tu apartamento aquel día para darte los libros —interrumpió—. Y Aegan y tú decidieron que esa noche saldríamos los cuatro. A partir de ahí, fue él quien quiso juntarla conmigo. En ningún momento acepté. ?O recuerdas algún instante en que lo haya hecho?

No, no lo recordaba aceptando nada.

Bebió otro trago. Sonaba bastante normal, pero era obvio que respondía a mis preguntas porque estaba medio ebrio.

—Mira, Aegan, Aleixandre y yo solo compartimos dos cosas: el apellido y la sangre, porque no somos iguales en nada —dijo, e incluso sonó agrio, como si le molestara mucho ese tema—. Que el mundo entero piense que sí es justo por lo que Aegan se esfuerza. él quiere que seamos una copia suya.

Yisus, ?era cierto lo que oía?

Una chispa de entusiasmo y curiosidad se encendió en mí. Aquello era como atravesar una de las barreras del silencioso, reservado y serio Adrik Cash.

—Y tú no quieres parecerte a él —asumí en un tono de ?Anda, cuéntame más?.

él emitió una risa ácida.

—Me amputaría un testículo primero. —Dio un trago largo y luego se relamió los finos labios—. No sé por qué te digo todo esto, sabiendo que en cuanto puedas irás a contárselo a todos.

Le arranqué la botella de la mano y bebí. Después le dije con una nota de disgusto:

—?Crees que yo, que he sido humillada por Aegan más de lo que querría admitir, iré a decirle a todos que eres el único Cash que se acaba de tomar la molestia de ser sincero conmigo? Más bien debería darte las gracias.

Tuve la ligera sospecha de que Adrik sonrió.

—Bueno, no eres tan tonta —admitió.

—Ay, gracias, no serlo tanto es muchísimo mejor que serlo del todo —repliqué, entornando los ojos.

—Me refiero a que me di cuenta de lo que eras capaz el día que te sentaste en aquella mesa y retaste a Aegan —agregó, de nuevo, asombrándome. Dudó unos segundos, pero luego a?adió—: Fue interesante. Lo mejoraste en el comedor cuando le dijiste que no querías salir con él. Pensé que tenías cerebro hasta que los empecé a ver juntos.

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