Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(69)



—He escuchado que tu padre va a lanzarse a la presidencia.

—Pienso votar por él.

—Igual no necesita ganar porque ya son importantes...

—Esta fiesta es increíble, Aegan. ?Cuál es la meta de las donaciones?

—?Estás guapísimo!

Aegan respondía a todo con elocuencia. Hablaba con tanto orgullo de su familia que daba la impresión de que había nacido solo por ese apellido. Adoraba su linaje, eso estaba claro. Ser un Cash lo era todo para él.

En cierto momento, mientras estaba sonando una musiquita aburrida de baile lento, me di cuenta de que Artie estaba cerca de una mesa de bebidas y que parecía que le pasaba algo porque tomaba sorbos rápidos de su copa y miraba hacia todos lados con preocupación. Me excusé:

—Voy al ba?o. Ahora vuelvo.

Aegan ni me oyó, inmerso como estaba en su conversación, así que me acerqué a Artie.

—?Qué te pasa? —le pregunté en un tono bajo.

—Es que Adrik se puso a beber y luego desapareció —dijo con cierta molestia—. No lo veo por ninguna parte, así que he andado sola por toda la fiesta y todos me miran rarísimo.

Hum, después de la discusión que había escuchado entre él y Aegan, imaginé que estaría por ahí, aún muy enfadado.

—?Alguna vez te has preguntado si Aegan y él están verdaderamente unidos? —pregunté.

—Pues eso es lo que aparentan, ?no? —dudó ella, y luego hizo una mueca de frustración—. Igual Adrik... No lo entiendo. Nadie lo entiende.

Yo sí entendía lo que era estar enfadada con la vida. Sabía que era eso lo que le pasaba a él. Algo había pasado que lo enfurecía mucho. Algo en lo que Aegan tenía que ver, pero no lograba comprender cómo eso se conectaba con Eli.

Mi fabuloso novio se acercó a nosotras de pronto, así que no dije nada más. Sostenía su vaso de whisky y su anillo se veía poderoso, capaz de romper caras. Era malvadamente guapo, claro que sí. Y lo sabía. Le gustaba saberlo.

—?Nos dejas solos? —le pidió a Artie de forma inesperada.

Sonó cortés, pero igualmente fue muy feo por su parte decir eso, considerando que Artie era mi amiga. Iba a replicar, pero ella le dedicó una mirada dura y luego se perdió entre la gente. La verdad es que Aegan se comportaba de una forma odiosa con ella; ya me había quedado claro.

—Te gusta tratarla mal, ?eh? —me quejé—. No lo vuelvas a hacer.

—El que da órdenes aquí soy yo —dijo sin inmutarse— y...

Dejó el vaso sobre la mesa más cercana y, para mi sorpresa, me ofreció su mano. Alterné la vista entre la palma y su cara con una ceja enarcada.

—?Qué?

—Bailemos.

Pesta?eé. ?Quería que bailara? ?Con él? ?Aegan? ?Estábamos en la realidad o me había muerto del aburrimiento un rato atrás y no lo sabía?

—?Me quieres pegar un papel en la espalda que diga ?patéame? o qué? —desconfié.

él giró los ojos y, sin esperar a que le diera permiso, me tomó de la mano y me llevó consigo un poco más lejos de la mesa, hacia donde había otras personas bailando. Sin aviso me puso una mano en la cintura y me pegó a él, tanto que mi pecho se aplastó contra su pecho duro y mi frente quedó a la altura de su nariz. Su colonia cara entró por mis fosas nasales y entonces su boca se acercó a mi oreja.

—No —respondió contra mi oído a mi anterior pregunta—, pero si tuviera un papel lo haría.

Como por arte de magia (o de sus órdenes), el DJ puso la versión de Quando Quando de Michael Buble. Y entonces empezó a bailar conmigo.

Pues... guau, Aegan, guau. Sus pasos y su forma de guiar al ritmo de la música eran expertos, confiados, elegantes. Desde luego, él resaltaba y, por ende, yo también, por lo que en tan solo un segundo fuimos objeto de muchas miradas. Eso a él no le importó en absoluto. A mí, en cambio, que al menos sabía bailar (no te asustes, no hice el ridículo), me costaba creer que estuviésemos haciendo algo tan cliché. ?De verdad estábamos bailando como una pareja que se gustaba? ?Esa canción tan cursi? ?Por qué? ?Solo porque sí? No podía ser posible...

—Escucha —me susurró de repente al oído, cuidando el movimiento de sus labios para que nadie lograra leerlos—. Las fotos que nos van a tomar justo ahora son muy importantes. Pon tu mejor cara de enamorada.

Tras eso, noté que un fotógrafo que estaba entre la gente que nos miraba con curiosidad y la que no nos estaba haciendo fotos mientras seguíamos el movimiento de la música.

Todo cobró sentido para mí. Dejé de sentirme sorprendida.

—Ah, es que necesitas algo —respondí con una sonrisa, aliviada al ver cuáles habían sido sus verdaderas razones para sacarme a bailar, pero quise fastidiarlo—: Y yo que pensé que me sacabas a bailar para tener un momento romántico y tocarme.

Su sonrisa rozó mi oreja. Sentí su respiración, era la respiración calmada de quien tiene la seguridad de controlar su mundo.

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