Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(67)



—?No te atrevas a decir nada sobre ella! —le gritó Adrik al instante—. ?No tienes ningún maldito derecho!

Sonó tan lleno de rabia que me sorprendió.

Ese ?ella? además solo me hizo pensar en... ?Eli? ?Se refería a Eli?

—Lo que quiero que entiendas es...

—Lo que tú debes entender —le interrumpió Adrik, cargado de ira— es que puede que Aleixandre te tenga miedo, a lo mejor él cree que haciendo todo lo que le pides va a cambiar algo o va a borrar lo que pasó, pero yo no. Déjame en paz, ?oyes? Solo déjame en paz.

Escuché unos pasos furiosos alejarse, y luego un fuerte portazo. Me aparté rapidito de la pared y, por un momento, no supe hacia dónde ir, así que di vueltas sobre mis pies sin lograr conectar dos neuronas para esconderme. Aegan apareció más rápido de lo esperado y al toparse conmigo me dedicó la peor mirada del mundo.

Sí, estaba enfadado. No, más que enfadado. Estaba tan pero tan furioso que su mandíbula estaba tensa y sus manos hechas pu?os.

—?Y tú qué carajos haces ahí? —me rugió.

—Es que iba al ba?o —tuve que mentir.

—Hay un ba?o junto a la terraza —soltó con colérica obviedad.

—Jejé —emití, ampliando la sonrisa—. Sí, ya lo sabía.

Le lancé un bobo beso con la mano y me fui corriendo más rápido que una flatulencia antes de que desatara su ira sobre mí.

?Lo que pasó.? ?Qué había pasado? ?Y lo de Aleixandre...? Quizá el hermano menor no obedecía a su hermano mayor por admiración, sino por temor y deber. De nuevo alguien le temía a Aegan por algo específico, como Artie, y sobre todo como Eli. Más flechas apuntando a que era un monstruo, a que podía hacer cosas horribles como...

?Matar?

Además, los hermanos ocultaban algo. Esa discusión entre Aegan y Adrik me lo había dejado claro. Tenían problemas entre ellos, no eran los hermanos unidos que hacían creer a todos que eran. ?Siempre había sido así o tal vez, en algún punto, algo había roto la hermandad?

Los hilos se estaban conectando. Cada vez era mayor mi sospecha de que Aegan le había hecho algo a Eli, tal como me había dicho Artie. Debía seguir investigando para confirmarlo, porque si esa chica estaba muerta, habría alguna evidencia. La encontraría.

Primero, claro, debía sobrevivir a la fiesta y a la versión femenina de Paolo del Diario de la Princesa.

Volví a la habitación sin los beneficios del alcohol. Cuando Francheska terminó de arreglarme, me dijo que ya podía ponerme el vestido. Sus secuaces me ayudaron con los zapatos de tacón y me rociaron con algún perfume que al menos olía bastante bien. Para finalizar, Francheska se puso frente a nosotras y nos miró durante un minuto largo como si buscara fallos en nuestro aspecto. Al parecer no los encontró, porque de repente asintió y chasqueó los dedos.

—Espejo —exigió.

Una de sus secuaces corrió y arrastró un espejo movible de cuerpo entero que estaba cubierto con una manta. Lo puso frente a nosotras y tiró de ella con dramatismo.

Artie y yo nos vimos reflejadas. La reacción de Artie fue poner la boca en ?O?, asombrada y fascinada al mismo tiempo. Yo me miré, seria, porque no sabía si odiaba o me gustaba lo que veía.

Lo que había en el espejo era como una versión Cash de mí. Tenía ese brillo elegante y lujoso que los caracterizaba a ellos. El vestido dorado era impresionante y hacía que tuviera una figura aceptable. El collar, que era caro, me daba un toque distintivo. El cabello muy lacio y planchado, junto con el maquillaje, me daban un aire más maduro y sensual.

De acuerdo, Francheska era rara, pero sabía hacer su trabajo. No me veía como una payasa. Nada era tan exagerado. Me veía asombrosa desde un punto de vista objetivo. O, mejor dicho, me veía desde el punto de vista de Aegan, desde lo que a él le gustaba en una chica. Y, bueno, así no era yo.

Artie, por otro lado, estaba fascinada con ambas. Su estilo era más salvaje: el cabello en ondas desenfadadas y abundantes y el maquillaje resaltaban sus delicadas facciones.

—Gracias, Francheska —le dije con total sinceridad—. Estamos increíbles.

La mujer asintió con orgullo y, sin decir nada, salió con su séquito de la belleza detrás. Cuando volví a mirarme en el espejo, me dije a mí misma: ?Puedes con esto?.

Y sí, podía con el vestido, el peinado y el maquillaje, e incluso podía fingir que adoraba aquella fiesta, pero no iba a poder con lo que pasaría después.

Al cabo de una hora, nos encontramos todos en el pasillo de las habitaciones porque debíamos oír instrucciones y luego bajar juntos. Apenas vi a Aegan, Adrik, Aleixandre y Owen con sus trajes...

Bueno, creo que para que entiendas lo increíbles que se veían te los tengo que describir uno a uno, comparándolos de una forma poética porque eso eran ese momento: arte. Malvado, pero arte.

Aegan parecía listo para pasar por la alfombra roja de los Oscar. Le habían peinado el cabello azabache hacia atrás y unos anillos de plata muy varoniles refulgían en sus poderosos dedos. Con sus ojos claros y endemoniados, parecía un felino, y daba la impresión de que con una sola palabra era capaz de hacer que el mundo se moviera a su antojo. Era poder, lujuria, vanidad y malicia al mismo tiempo.

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