Ciudades de humo (Fuego #1)(150)
La alerta había sido impuesta por Max, pero Alice no lo había visto desde el baile, así que supuso que estaría reunido con los demás guardianes, ya que Rhett también había desaparecido tras dejarla a salvo allí.
A Alice le vino la imagen de Jake cayendo de rodillas al suelo, desolado, al ver el montón de cadáveres que habían dejado los de la capital. Se había acercado a él para consolarlo, y fue entonces cuando vio los cuerpos de Dean y Saud, que habían muerto dándose la mano. Sus amigos. Esos dos chicos que, apenas unas horas antes, la habían sacado a bailar para que no se sintiera sola. Jake lloraba de manera inconsolable, pero dejó que Alice lo abrazara.
Dean y Saud habían muerto. Y habían muerto porque Alice no se había entregado. Por eso habían invadido la ciudad.
Pero ni siquiera tuvo tiempo de pensar en ello ni de llorar sus muertes, porque la trasladaron de la sala de actos al muro de entrada, a hacer vigilancia.
Estaba sola allí, el siguiente vigía estaba al menos a veinte metros. Era lo único que podían permitirse en esos momentos. Demasiadas bajas. Estaba congelada, allí sentada, mirando la carretera de tierra completamente vacía. Su estómago rugía de hambre y tenía sue?o.
Sinceramente, se sentía como si necesitara gritar con todas sus fuerzas, pero fuera incapaz de hacerlo.
Aunque intentaba resistirse, el cansancio empezó a vencerla. Justo cuando estaba a punto de quedarse dormida, oyó que alguien usaba la escalera para subir el muro y pasos que se acercaban. Por instinto, apretó la pistola con los dedos hasta que vio que era Rhett, que se quedó de pie a su lado.
—?Tienes hambre?
—Muchísima.
—Lo suponía.
Rhett le ofreció una manzana.
—?De dónde la has sacado? —preguntó ella sorprendida. La fruta era muy valiosa. Y los atacantes los habían dejado casi sin víveres.
—Digamos que tengo mis recursos.
Ella sonrió y sacó un peque?o cuchillo que le habían dado a cada avanzado ?por su propia seguridad?. La cortó y acercó la mitad a Rhett, al que tuvo que insistir un rato para que, finalmente, la aceptara.
Como era de noche, solo la luz de las farolas iluminaba tenuemente la ciudad, pero no alcanzaba hasta la altura a la que se encontraban —unos cinco metros—. Mirar el bosque era como contemplar la nada. Ella estaba segura de que, aunque hubiera gente allí, ninguno de ellos la vería. Bueno, puede que ella, siendo androide, sí fuera capaz de distinguir sus figuras, pero poco más.
—?El recuento... es definitivo? —preguntó Alice tras unos minutos de silencio, con un hilo de voz.
—No. —Rhett frunció el ce?o—. Hay... demasiados fallecidos. Deane se está encargando de los del campo de tiro.
Alice agachó la mirada.
—Dean y Saud...
No, no podía terminar de decirlo.
Rhett apretó la mandíbula. Le pasó un brazo por encima de los hombros y la estrechó contra su cuerpo.
—He estado con Jake y me lo ha contado —respondió en voz baja—. Lo siento mucho, Alice.
Ella tragó saliva y se obligó a hablar, esperando que su voz no temblara.
—?Alguien más a quien conozca?
—Geo.
Alice lo miró, sorprendida e impactada.
—?Erais amigos?
—No, no demasiado.
—Pero debisteis pasar mucho tiempo juntos, siendo ambos guardianes.
—No tanto. —Se encogió de hombros—. No hablaba mucho y yo tampoco. Además, en un mundo en conflicto como este, no se tienen muchos amigos. Es mejor no encari?arse con nadie.
—?Y yo qué? —se obligó a bromear, aunque su estado de ánimo estaba por los suelos.
—Prefiero pensar que tú y yo no somos amigos, la verdad. —Rhett lanzó el corazón de la manzana al bosque—. A quien no encontramos por ninguna parte es a Max.
—?Crees que está...?
—No. No está muerto. Si lo estuviera, lo habríamos encontrado el primero. Se habrían asegurado de ello.
—Y ?qué crees que ha pasado?
—Lo más probable es que se lo hayan llevado.
—?Dónde? —Ella arrugó la nariz.
—A la maldita Ciudad Capital.
Alice se quedó en silencio unos segundos.
—Y ?qué pasará ahora?
—Ojalá lo supiera. —Se quedaron callados, mirando a la lejanía, a la oscuridad. Rhett habló otra vez—. ?Has podido ver de nuevo a los demás?
—Sí. —Alice cambió el peso de una pierna a la otra, suspirando—. Trisha y Jake pasarán la noche en el hospital. Tina estaba desbordada atendiendo a los heridos, casi ni me ha mirado mientras me vendaba el brazo. También he visto a Davy, Kenneth, Tom y Shana. Estaban todos bien.
Todos menos Dean y Saud.
Otra vez silencio.
—?Cuánto llevas aquí? —preguntó él finalmente.
—Unas dos horas —murmuró ella, terminándose su parte de la manzana.
—Son las cuatro de la ma?ana, Alice. Vete a dormir, ya me encargo yo.