Ciudades de humo (Fuego #1)(149)



Pero no era uno de los otros.

—A la sala de actos, ahora —ordenó Deane muy seria.

Nunca habría imaginado que podía alegrarse tanto de ver a esa bruja.

La instructora había reunido a un grupo de avanzados y estaban atacando al pelotón de fusilamiento. Alice vio que el asalto sorpresa había surtido efecto, porque la mayoría de los enemigos estaban muertos. Deane y su equipo se encargaron del grupo del muro. Uno de los avanzados agarró a Jake del brazo y lo llevó con los demás, que se dirigían corriendo hacia la salida del campo.

Trisha estaba de pie a unos metros de distancia. Le sangraba la nariz. Al verla, Jake salió disparado hacia ella y la abrazó. Cuando esta le devolvió el abrazo casi con la misma vehemencia que lo había recibido, Alice se dio cuenta de que era la primera vez que la veía aceptar y dar una muestra de afecto.

No supo si reír o llorar. Simplemente se quedó mirándolos, aliviada.

Estaba tan absorta en la escena que no percibió que alguien se acercaba a ella por detrás. Una mano la agarró del hombro para que se diera la vuelta. Al hacerlo y recibir ella también un abrazo fuerte, que contenía cierta desesperación, Alice parpadeó, sorprendida.

—Mierda. —Si empezaba con una palabrota, solo podía ser una persona—. Mierda, Alice. Menos mal.

Ella tardó unos segundos en devolver el abrazo. Rhett. Seguía conmocionada, pero estar con él la calmó al instante, y cerró los ojos.

Tenía todos los músculos fundidos. Estaba agotada. Necesitaba ese abrazo.

Sin embargo, él lo rompió para mirarla a los ojos y decirle:

—?Se puede saber dónde te habías metido? —Estaba furioso—. ?Tienes idea de lo...? ?Te he estado buscando por todas partes!

—Yo...

—?Te dije que te quedaras con los demás! ?Es que no puedes hacerme caso nunca?

—?Tuvimos que escondernos en el hospital!

—?Tuvimos?

—Jake y yo. Nos encontraron dos de esos hombres. No sé ni cómo... —Rememorando lo sucedido, sollozó—. Trisha me salvó.

Rhett desvió la mirada hacia sus amigos, que estaban hablando entre ellos. Después, cerró los ojos un momento y suspiró.

—Si vuelves a desaparecer de esa manera en una situación así, te encierro en un búnker para siempre —soltó bruscamente.

Y Alice tuvo una reacción curiosa.

Se puso a reír.

A reírse de forma histérica, además. Era una manera de expulsar los nervios que había pasado.

—Alice...

—?Nos dijiste que esperáramos en medio de la ciudad!

—?Todo el mundo se dirigió enseguida a la sala de actos! —Rhett suspiró—. ?Cómo no lo visteis?

—?Porque estábamos en el hospital, ya te lo he dicho!

—Pero...

—?Qué demonios querías? ?Que esperáramos de brazos cruzados a que nos dispararan?

Rhett pareció querer a?adir algo, pero se contuvo y negó con la cabeza.

—Vale —trató de calmarse—. Eso ahora da igual. Lo que importa es... Espera, ?qué te ha pasado en el brazo?

Alice se miró la herida. No había sangrado tanto como pensaba, pero no iba a poder quitar las manchas de esa camiseta. Eso seguro.

—Un disparo. Solo me rozó.

—Vamos, tenemos que encontrar a Tina.

—Pero... la ciudad...

—Se han ido —aseguró él—. Los que estaban aquí eran los últimos.

—?Cómo lo sabes?

—Porque Deane tenía que encargarse de esto y yo de la entrada. —Rhett la sujetó del brazo bueno—. Y lo hemos hecho. Venga, vámonos de aquí.

Antes de decidirse, Alice miró a sus amigos: Trisha y Jake se dirigían también al hospital. Al menos, todos estaban bien.

Se sintió extra?amente segura mientras Rhett apartaba a la gente —con menos suavidad incluso que Trisha— para pasar entre ellos, sin soltarla en ningún momento.

—?Tú estás bien? —preguntó al darse cuenta de que no había tenido ni el detalle de preguntar por él.

—Yo siempre estoy bien —aseguró Rhett—. Y tú siempre acabas igual, no sé cómo lo haces.

—Es un don —bromeó, aunque estaba agotada e incluso reír hacía que le dolieran las costillas.

él sonrió, negando con la cabeza.



*



Los de la capital habían requisado la mayoría de las armas, la munición y los alimentos que habían encontrado. La sala de actos, que era el edificio más grande y seguro de la ciudad, estaba repleta de gente, pues era el punto de encuentro de los ciudadanos. Pero cuando hicieron el recuento, faltaban más de la mitad.

Los avanzados habían sido llamados para vigilar la muralla, pues había habido innumerables bajas en el cuerpo de guardia profesional. A Alice le asignaron la sala de actos, donde se encargó de repartir agua a los supervivientes. La mayoría de estos, con la mirada perdida y sin fijarse en ella, apenas le daban las gracias en un susurro.

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