Ciudades de humo (Fuego #1)(155)



—El androide ha podido estar entre nosotros todo este tiempo sin que lo supiéramos —continuó—. Podría ser alguien en quien confiáis, podría ser cualquiera.

—Creo que voy a vomitar —murmuró una persona unos asientos por detrás de Alice.

Y los murmullos aterrados se extendieron, cosa que pareció hacer muy feliz a Deane.

—Lo primero será el registro de todos y cada uno de los ciudadanos —continuó esta—. Los androides tienen un número en la zona abdominal y, bueno, cuando encontremos al androide oculto, os aseguro que el castigo será ejemplar.

Alice notó que a ella también le entraban náuseas. Trisha la miró, preocupada.

—?Estás bien?

Alice asintió, pero era la mayor mentira que había expresado en su vida.

—Ahora —siguió Deane—, dada la complicada situación y la ausencia indefinida de Max, y teniendo en cuenta que soy la más capacitada para ocupar su cargo...

—De eso nada.

La sala se quedó en silencio sepulcral cuando Rhett se puso de pie. Tenía cara de necesitar gritarle a alguien.

Deane, que ya no parecía tan alegre, se volvió hacia él.

—?Tienes algún problema con lo que acabo de decir?

—Sí, varios. —Rhett se apoyó en la mesa, mirándola—. Max no está muerto, Deane, lo tienen secuestrado...

—?Hay alguna diferencia?

—Y aunque estuviera muerto, nadie te ha pedido que te convirtieras en su sustituta barata.

—Y ?qué propones, Rhett? —Ella apretó los labios un momento, no se esperaba esa reacción.

—Propongo que no decidas tú —replicó él—. No eres nadie para elegir.

—Soy guardiana.

—?Enhorabuena! Pero te recuerdo que tanto Tina como yo seguimos siéndolo también.

—Esto no es algo que se deba discutir en público —dijo Deane.

—?Por qué no? Está claro que tampoco has querido discutirlo en privado antes. Quizá deberíamos dejar que sea la ciudad quien decida. ?O tienes miedo a que no te elijan a ti?

Durante toda la conversación, se escucharon murmullos en la sala, que fueron en aumento hasta convertirse en voces confusas y asustadas. Jake miraba a Rhett con preocupación. A Alice tampoco le hacía ninguna gracia que se metiera tan abiertamente con Deane, teniendo en cuenta de lo que parecía ser capaz esa mujer.

—Propongo ir a buscar a Max a Ciudad Capital. —Rhett clavó un pu?o en la mesa—. él es quien debe gobernar la ciudad.

—Max va a morir.

—Pero aún no está muerto, Deane —replicó él bruscamente—, aunque eso te encantaría, ?no es así?

La guardiana entrecerró los ojos.

—?Se puede saber qué insinúas?

—Creo que lo sabes muy bien.

—Ya es suficiente. —Tina se puso de pie entre los dos, golpeando la mesa con ambas manos. Todo el mundo guardó silencio al instante—. No conseguiremos nada discutiendo entre nosotros.

—Y ?qué sugieres tú? —preguntó Deane.

—Se disuelve la reunión. —Tina miró a su alrededor—. Quien no tenga dónde ir, que sepa que el hospital está a su disposición. Os avisaremos cuando hayamos llegado a una decisión común. Podéis marcharos.

Y, tras esas palabras, todo el mundo empezó a hablar a la vez. De hecho, pareció que cada persona que había allí dentro tenía algo de lo que quejarse.

Trisha, Jake y Alice se quedaron mirando un momento más a los tres guardianes, que seguían discutiendo entre ellos. Alice frunció el ce?o cuando vio que Deane decía algo en voz baja y Rhett se quedaba callado, apretando el pu?o sobre la mesa.

Entonces, Rhett se volvió y dirigió una mirada y un asentimiento de cabeza a Jake que hicieron que el chico se pusiera de pie al instante.

—?Qué...? —empezó Alice dubitativa.

Pero no tuvo tiempo de hablar, porque Jake la agarró de la mano y, bruscamente, empezó a arrastrarla hacia la salida. Alice vio que Trisha se apresuraba a seguirlos, más confusa todavía. Lo último que vio en la sala fue a Rhett gritándole algo a Deane.

—?Qué haces? —preguntó Alice.

—Rhett me dijo qué hacer si pasaba esto.

—?Qué? —Alice se detuvo cuando estuvieron a unos metros de la sala de actos—. ?Si pasaba qué?

Entonces, alguien chocó a propósito con ella. Al levantar la cabeza, vio que Shana y Tom la miraban. Y lo hicieron... con verdadero odio.

En el mismo instante en que ellos se alejaron, supo qué había sucedido.

—Lo sabe —masculló—. Deane lo sabe. Ellos se lo dijeron.

—?Saber qué? —preguntó Trisha.

—?Vamos, Alice, tenemos que irnos! —insistió Jake.

Ella lo siguió y se sorprendió al ver que la conducía directamente a las habitaciones de los instructores. Sin embargo, había tanta gente en la calle que era incapaz de avanzar con suficiente rapidez. Jake empujaba a diestro y siniestro para poder abrirse paso, y Alice se apresuraba para alcanzarlo.

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