Ciudades de humo (Fuego #1)(156)
Ah, y Trisha los seguía sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando.
—?Dónde iremos? —preguntó Alice, jadeando por el esfuerzo.
—Lejos de aquí.
—Pero... ?qué hay de Rhett?
—él solo me dijo que te sacara de la ciudad —le dijo Jake.
—Y ?qué hará él?
—No lo sé —admitió.
—?Jake, no podemos irnos sin él! —Alice se detuvo en seco.
—?Sé que ahora te duele, pero tenemos que hacerlo si quieres sobrevivir!
—?No iré a ninguna parte si no estamos todos juntos!
—?Alguien puede explicarme qué está pasando? —preguntó Trisha, quien empezaba a irritarse.
—?Tenemos que irnos ahora mismo! —le gritó Jake a Alice, tirando de ella con todas sus fuerzas.
Ella forcejeó un rato, y justo cuando parecía que había conseguido librarse del agarre, alguien la empujó de nuevo, haciendo que chocara con otra persona. Se volvió, dispuesta a encararlo, pero al ver que era un alumno armado de Deane se detuvo en seco.
—Quieta —advirtió.
Alice miró a su alrededor y se quedó pálida. Se había formado una larga hilera de personas mientras ellos discutían. Los tres estaban en ella. Había alumnos de Deane por todas partes, organizando a la gente, que temblaba de pies a cabeza.
—Mierda —masculló Jake.
—?Qué os pasa? Ni que fuerais el androide ese —masculló Trisha.
Los dos se quedaron en silencio.
Entonces, por fin lo comprendió. Trisha se quedó mirando a Alice con los ojos abiertos como platos, justo antes de que se acercara el mismo alumno.
—?Vista al frente!
Trisha se apresuró a hacerlo, con cara de haber visto a un fantasma.
Alice esperó lo que pareció una eternidad, pensando con rapidez, y su mente se quedó en blanco cuando vio que, empezando por la derecha, dos soldados se acercaban a cada persona, le levantaban la camiseta, le pasaban un trapo por encima, y la dejaban marchar.
Tragó saliva. Tenía que hacer algo. Tenía que haber una solución. Tenía que haber una salida.
Solo tenía que encontrarla. Como fuera.
Cerró los ojos. ?Qué habría hecho Rhett? ?Se habría quedado allí esperando? No, eso no sonaba muy típico de él. Pero, entonces, ?qué? ?Enfrentarse a los soldados armados ella sola, sin una pistola tan siquiera? Era lo mismo que suicidarse. ?Intentar salir corriendo? La atraparían o le dispararían antes de recorrer diez metros.
?Qué podía hacer?
Abrió los ojos de golpe cuando escuchó a alguien gritar. Un hombre se había quejado de estar allí de pie, había intentado moverse y ahora lo tenían retenido contra el suelo para mirarle el estómago. No resultó ser el androide, pero se marchó con una herida sangrante en la cabeza. Alice sintió que se quedaba sin respiración.
—?Alice? —la voz de Jake sonó como un susurro en medio del caos de su cabeza.
—?S-sí? —ella intentó que no le temblara la voz, pero no pudo evitarlo.
—No podemos dejar que te atrapen.
—No se me ocurre nada —masculló ella, sonando más desesperada de lo que pretendía.
—Tengo un plan.
Hizo lo que pudo para no mirarlo. Cerró los ojos un momento.
—?Cuál?
—Rhett me dio un arma hace tiempo. Por si algún día tenía que defenderme.
—?Una pistola? —Ella sintió que volvía a tener esperanzas.
Igual no salía ilesa, pero armados tenían una peque?a posibilidad de huir corriendo y vivir para contarlo. Y, ahora mismo, cualquier oportunidad, por peque?a que fuera, no podía dejarla pasar.
—Es un cuchillo —murmuró Jake, acabando con sus esperanzas.
—?Un cuchillo?
—Sí, escúchame. Llegarán a mí antes que a ti.
—No sé qué estás pensando, pero...
—?Escúchame! —exigió él con voz aguda—. Cuando me alcancen, yo... los heriré. Mientras se encarguen de mí, tú podrás huir.
—Ni se te ocurra hacer eso —le dijo Alice en voz baja.
—Es el plan.
—?No!
Se calló. Solo les quedaban dos personas antes de llegar a Jake. Ella cerró los ojos con fuerza, pensando a toda velocidad. Pero lo único que era capaz de ver era la imagen de toda la gente de su zona siendo masacrada. Ella terminaría igual.
Y si obedecía y huía con la distracción, ella viviría, pero ?quién sabía lo que le harían a Jake?
Se quedó paralizada cuando vio que los dos chicos se detenían delante de su amigo.
—?No era hembra? —preguntó uno.
—Hay que asegurarse. No sabemos si pueden adoptar otras formas.
Alice volvió la cabeza lo justo para ver que Jake colocaba las manos en su espalda y metía una en el bolsillo trasero de su pantalón, empezando a sacar una navaja plateada. Su corazón se aceleró.