Ciudades de humo (Fuego #1)(142)



Ella enrojeció de nuevo, pero se dejó guiar hacia la pista de baile. Estaba muy nerviosa. Rhett le sonrió, le cogió las mu?ecas y rodeó su cuello con ellas. Con Alice abrazada a él, puso sus manos sobre las caderas de la chica y la pegó a su cuerpo.

Rhett olía bien, como siempre, pero nunca había estado pegada a él tanto tiempo como para comprobarlo de esa forma. Tenía la mirada clavada a la altura de su clavícula, incapaz de levantarla hacia sus ojos, y vio que tenía otra peque?a cicatriz que se escondía tras el cuello de la camiseta.

Sin poder evitarlo y sin pensar lo que hacía, deslizó una de sus manos, o más bien uno de sus dedos, por encima de ella, recorriéndola.

Rhett se quedó helado al instante y ella levantó la cabeza, asustada, retirando su mano.

—Perdón —le dijo enseguida, avergonzada—. N-no qué me ha pasado, es que...

Rhett se detuvo, mirándola fijamente. Parecía sorprendido, aunque ella no estaba segura de si era en el buen o en el mal sentido.

—No pasa nada —le dijo de repente.

Cerró los ojos un momento. Cuando los abrió, parecía más relajado. O más determinado.

—Vuelve a hacerlo.

Alice dudó visiblemente antes de acercar de nuevo la mano. Delicadamente, recorrió la peque?a cicatriz y notó que Rhett se tensaba un poco, pero no se movió. Ni le dijo que parara.

—?Estás bien?

—Sí, es que... hace tiempo que nadie me toca.

Alice lo miró, cautelosa.

—?De... esta forma?

—De ninguna forma.

Alice lo observó unos segundos antes de bajar la mano por su brazo y recorrer con el pulgar una cicatriz también peque?a que le cruzaba el antebrazo hasta llegar a la mu?eca. El tacto rugoso y frío contrastaba con la piel cálida y suave de Rhett.

—?Cómo te hiciste esta? —preguntó Alice, mirándolo.

Ya no le importaba que los demás los miraran —aunque, la verdad, algunos habían dejado de prestarles atención—. Ni tampoco que Max pudiera decirles algo. Le daba igual. Habían desaparecido ante sus ojos. Ahora, solo estaban ella y Rhett. Y eso era todo lo que importaba.

—No tiene una historia muy emocionante —le aseguró él con media sonrisa—. Antes no teníamos tantas normas, y a veces... Bueno, había un juego que consistía en practicar combate borrachos. Era bastante más divertido de lo que suena. La cosa es que una vez un amigo, Derek, y yo quisimos probar a hacerlo con cuchillos y casi me mató, el idiota.

—?Derek? ?El mismo al que conocí en la exploración?

—Sí. Le dije que cuidara de ti.

Así que por eso había sido tan atento con ella.

—Ya no nos vemos tanto desde que no soy explorador —murmuró Rhett—. El jefe de los exploradores, en realidad. —Hizo una peque?a pausa—. Cambié de puesto —a?adió, y con el tono dio a entender que no le contaría mucho más.

Alice aceptó la brevedad de la explicación, pero seguía queriendo indagar sobre las cicatrices.

—?Cómo te hiciste la del antebrazo?

—En una exploración. Un novato quedó atrapado en una trampa abandonada. Era un agujero en el suelo con un alambre puntiagudo en la entrada. Fue un milagro que no se hiciera da?o, pero yo sí me lo hice cuando lo saqué.

—Eres un héroe —le dijo ella con media sonrisa.

Rhett puso los ojos en blanco.

—No digas mentiras.

Ella sonrió de nuevo y volvió a subir la mano por su brazo y su hombro. Le gustaba ver cómo la expresión de Rhett se iba relajando —y su mirada se iba oscureciendo— a medida que lo recorría con los dedos.

—?No me vas a preguntar por las mías?

—Conozco la historia de las tuyas. —Rhett enarcó una ceja—. He estado presente en el proceso de su creación.

Alice sonrió, pero notó que un ligero temblor interno cuando consideró lo que iba a hacer a continuación.

Sin pensarlo demasiado más, subió la mano por su cuello, por su mandíbula, y notó que Rhett se tensaba al acariciarle la gran cicatriz que le recorría la cara con el pulgar.

—?Cómo te hiciste esta? —preguntó con suavidad.

él siguió en silencio. Parpadeó varias veces antes de reaccionar y responder.

—Esa... no tiene una historia tan simple como las demás.

—?Y no vas a contármela?

—Algún día. —él cerró los ojos y negó con la cabeza—. Pero hoy no. No quiero arruinar la noche.

Alice lo aceptó en silencio. No le apetecía hablar de ello. Parecía que le dolía pensarlo y no quería provocarle dolor, así que decidió aligerar un poco la situación poniéndose de puntillas y dándole un corto beso en los labios.

Rhett estaba tan sorprendido que no se lo devolvió.

—?Ya no te importa que los demás nos puedan ver? —preguntó encantado.

—Ahora mismo me dan igual.

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