Ciudades de humo (Fuego #1)(138)



—Su relación nunca ha sido la mejor, pero antes al menos parecían... No lo sé. Rhett tiene un carácter complicado y Max, poca paciencia. Nunca ha sido una buena combinación. Pero ha empeorado estos últimos a?os. Rhett no necesita que Max tenga más motivos para enojarse con él, créeme.

—?Realmente sería capaz de echarlo de la ciudad? —preguntó Alice con un hilo de voz.

—No, no lo creo. Si no lo ha hecho todavía... no me parece que lo vaya a hacer. Pero no quiero saber qué pasará si seguís poniendo a prueba su paciencia. Por eso le pedí a Rhett que mantuviera las distancias contigo.

Alice parpadeó, confusa.

—Espera... La noche que llamaste a su puerta ?era por eso?

—Así que estabas allí. —Tina puso los ojos en blanco—. Me imagino que esa herida en el labio también tuvo que ver contigo.

Alice enrojeció al instante.

—Yo... eh... Rhett no me ha contado nada de este tema.

—Claro que no, porque no está dispuesto a dejarte ni por su propio bien. Es demasiado testarudo. Básicamente, me dijo que no me metiera en vuestros asuntos.

Alice no pudo evitar una peque?a sonrisa divertida al ver la expresión contrariada de la mujer. A veces, cuando hablaba de Rhett, parecía una madre frustrada.

—Siento mucho lo mal que lo pasaste —le aseguró Tina al cabo de unos segundos—. Nunca fue mi intención. Lo siento, Alice.

Ella asintió con la cabeza. No había ido a hablar con Tina para discutir, solo quería entenderla.

—Está bien —le aseguró al final.

—Gracias. —Tina le sonrió al instante. Ambas se quedaron calladas un rato, hasta que la mujer hizo un gesto vago con la mano, como un manotazo, para intentar alejar sus pensamientos, y dijo—: Bueno, cambiemos de tema. ?Ya sabes qué te pondrás ma?ana por la noche? Porque da la casualidad de que tengo una falda muy bonita que creo que te puede servir...

Alice sonrió ampliamente y la siguió hacia el vestuario, emocionada.





24


    La cena de

los villancicos


Alice se sentía tan extra?a con esa ropa puesta...

?Por qué los humanos se ponían vestidos tan ajustados y cortos para celebrar cosas? ?No tenía sentido! ?Estaba muy incómoda! ?Cómo iba a andar en esas condiciones sin parecer más torpe de lo que ya era?

En realidad, tenía que admitir que su ropa no era tan ajustada en comparación con la que llevaban las demás chicas de su habitación. Las amigas de Kenneth, que había visto un momento antes, llevaban dos vestidos tan diminutos que parecía que no podrían moverse —sin embargo, se las habían apa?ado para meterse en ellos y vivir para contarlo—. Por no hablar de los zapatos.

Una alumna de los intermedios se había calzado unos tacones gigantes con los que apenas podía caminar y, cuando había visto a Alice mirándola con los ojos muy abiertos, la había malinterpretado y le había dejado unas botas con un peque?o tacón para que las usara esa noche.

Ella echaba de menos sus zapatillas. Y sus botas normales. Aunque las que le habían prestado eran muy bonitas, eso sí.

Por otro lado, ninguno de los chicos se había arreglado demasiado. Pero iban con ropa limpia y eso ya era toda una novedad.

Alice no estaba muy segura de en qué grupo encajaba más.

Lo único que había encontrado que conjuntara con la falda que Tina le había regalado había sido una camiseta de tirantes finos. Para Alice era ajustadísima. Al mirarse en el espejo e imaginar la cara de la gente de su zona si la viera así vestida, se estremeció. Ni siquiera sabía que tuviera tanto pecho. Nunca se había puesto algo que lo resaltara de esa forma.

Otro cambio había sido dejarse el pelo suelto, cosa que no solía hacer debido a las clases. Y le gustaba cómo le quedaba. Se había esforzado mucho en desenredárselo en la ducha. Más que de costumbre. Era un poco lacio y aburrido, pero de vez en cuando se enrollaba un mechón con un dedo para darle un poco de volumen.

Y el último detalle fue que dos chicas de su habitación la vieron intentando arreglarse frente al espejo del cuarto de ba?o y se apiadaron de ella, prestándole una barra de labios rojo cereza.

Estaba nerviosa mientras esperaba que Davy se limpiara las gafas. él se había puesto una camiseta blanca y unos pantalones con solo dos agujeros poco visibles. Por lo demás, iba como siempre. Cara de aburrimiento incluida.

—Antes de llegar ya te habrás ensuciado —le dijo ella a modo de reprimenda.

—?Déjame! No me gusta tener las gafas manchadas.

Los dos salieron casi los últimos de la habitación y recorrieron la ciudad hasta llegar a la cafetería. Ya era de noche y la puerta, iluminada con una guirnalda de colores, les alumbró el camino. Alice sabía que esas decoraciones las habían encontrado unos exploradores en una reciente incursión al exterior, como también habían encontrado...

—?Foto!

Sí, una cámara de fotos.

Davy se quedó mirando el artilugio con cara de asco, mientras que Alice intentó no parecer asustada con la luz que salió de la nada y los cegó. El chico del grupo de principiantes sonrió ampliamente.

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