Yerba Buena(82)


A Sara se le nubló la visión y sintió un dolor agudo en el pecho.

Volvió a guardar el dibujo en el cajón y lo cerró de golpe.

Rápidamente lo recordó todo. El silencio en la sala de estar la noche en que llegó a casa. La tensión que se sentía. Eugene diciéndole que se sentara con él. Los dos hermanos jugando a las cartas. Su padre en la puerta. ?Por qué diablos iba yo a saber algo de eso?

Lo sabía todo.

Oyó el sonido de la puerta delantera que se abría y más voces uniéndose al resto. Y luego le llegó la voz de Tina desde el otro lado de la puerta.

—Sara, tus amigos están aquí —le dijo.

—?Mis amigos? —Se le aceleró el pulso, sintió un dolor repentino.

Tina asintió.

—Vale.

Sara la siguió por el pasillo y atravesaron el comedor hasta que llegó a la puerta delantera.

Sus amigos estaban ahí fuera.

Salió y cerró la puerta tras ella.

—Hostia puta —murmuró Dave.

Lily, con el pelo trenzado cayéndole por un hombro, dio un paso adelante.

—?Eres tú de verdad? —preguntó.

—Sí —respondió Sara. Se masajeó la sien, intentando aliviar el dolor—. Soy yo.

—Déjame verte. —Lily se acercó más a ella, le tocó el lóbulo de la oreja y le sonrió—. Te queda bien el pelo corto.

—He oído que te hiciste un tatuaje —comentó Dave—. ?Sabes que me quedé con The Stick and Poke, verdad?

—No —contestó Sara—. No lo sabía. Pero ?cómo te has enterado de lo del tatuaje?

—?Vas a ense?árnoslo o qué? —inquirió Dave.

Sara se arremangó el jersey.

—?Sara, Mamá, Spencer? —leyó Lily. Miró a Sara a la cara—. Es por tu madre, en el centro.

—No —replicó Dave—. Es por Spencer. Siempre, siempre es por Spencer.

—Pero cualquier cosa sobre Spencer es en realidad sobre su madre. Acuérdate de la cama del hospital.

—Ah, sí. Ya me acuerdo.

—?A qué os referís? —preguntó Sara—. ?Qué pasa con la cama del hospital?

—Lo que dijo tu madre —le recordó Dave.

—?Qué dijo? —Durante a?os Sara había intentado recordar sus conversaciones en el hospital, pero solo era capaz de visualizar el rosa flamenco, la bata con peque?os diamantes estampados y la palidez del pelo de su madre contra la almohada. Los párpados enrojecidos, los ojos amarillentos y los labios blancos agrietados.

Lily la miró fijamente.

Dave la miró fijamente.

—Te dijo que cuidaras de él —explicó Lily.

—?Y qué más? —preguntó Sara.

—?Lo dices en serio? —inquirió Dave.

—Te dijo que lo alejaras de tu padre. Dijo que se lo robaras si era necesario —a?adió Lily.

—Fue lo más sensato que ha dicho alguna vez uno de tus padres. Te acuerdas, ?verdad?

Sara no se acordaba. Se imaginó a sí misma en la habitación del hospital, pero no recordaba nada. ?De verdad le había dicho eso su madre? ?Qué más había olvidado o había elegido no ver?

—Es lo que pasa cuando la gente se marcha. —Lily dibujó un corazón con el dedo en la ventana llena de polvo y le a?adió una grieta—. Se olvidan.

—Sabía que volverías —afirmó Dave—. Y aquí estás.

—Esperaba que te hubieras enamorado —comentó Lily. Dio otro paso más hacia Sara y le puso las manos a los dos lados de la cara. Esperó hasta que Sara la miró a los ojos. Asintió. Lo había encontrado—. Pobrecilla —le dijo—. Salgamos de este sitio. Alejémonos de Spencer y sus fiestas. Intentamos mantenerlo por el buen camino, Sara. Te lo juro.

—No podíamos hacer gran cosa —confesó Dave.

—Vamos. Prepararé chocolate.

Llegó una camioneta negra. El motor siguió en marcha, pero bajaron las ventanillas. Eran Crystal y Jimmy.

—La habéis encontrado —se alegró Crystal. Miraba a Dave y a Lily, en lugar de a ella.

—Lo siento por lo de antes —se disculpó Sara—. He tardado en reconocerte y ya te habías ido.

—Ha pasado mucho tiempo —dijo simplemente Crystal encogiéndose de hombros, aunque Sara supo que no la había perdonado.

—Aun así. Estás exactamente igual, tendría que haberte reconocido. Y a Jimmy. Hola.

—?Qué tal, Sara?

—Vamos a mi casa —les informó Lily.

—Vale —contestó Jimmy. Subieron las ventanillas y giraron la furgoneta.

—Ahora están casados —explicó Lily—. Tienen una hija. La madre de Crystal vive con ellos y cuida al bebé.

Sara negó con la cabeza, no sabía qué decir. Todos habían crecido sin ella. Había desaparecido y ahora estaban allí.

Nina Lacour's Books