Yerba Buena(26)
Colette ayudó a su abuela a bajar del asiento del copiloto y Emilie la agarró del otro brazo. Cuando la flanquearon, sintieron sus frágiles codos incluso debajo de la blusa y la chaqueta.
Claire apretó su agarre de la mu?eca de Emilie y a esta le preocupó que notara su pulso de colibrí y le preguntara qué le pasaba. Seguramente diría: ?Cari?o, ?estás nerviosa por algo??. Pero consiguieron llegar hasta la puerta y entrar sin que nadie descubriera el secreto de Emilie.
Bas estaba en la barra, y Lauren se encontraba en la parte de adelante, esperándolas.
—?Has hecho tú estos arreglos, Emilie? —preguntó cuando entraron.
Emilie asintió.
—Claire, ?te acuerdas de que Emilie es quien prepara los arreglos florales de este restaurante, verdad?
—Ah, son preciosos —alabó Claire—. ?Cómo se llama esta flor?
—Es una amapola oriental —explicó Emilie.
Y ahí estaba Ken, con los ojos brillando ante la sorpresa de verla. Comprobó la lista de reservas.
—La familia Dubois —dijo—. Bienvenidos.
—?Nos recuerda! —exclamó Lauren.
—Por supuesto —respondió él mirando a Emilie—. Tengo una mesa para ustedes por aquí si ya están listos.
En cuanto llegaron a la mesa, Colette tomó la peque?a hoja de papel con el menú del día.
—?Ragú! —exclamó.
—?Hurra! —celebró Emilie.
—Me entran ganas de pedir dos platos solo para mí.
—Está muy bueno.
—Sí, y las raciones son peque?as.
Emilie podía notar los ojos de su familia sobre ellas por lo fraternales que se veían esa noche. Jugó con eso, animada por su nerviosismo, por la sorpresa en los ojos de Ken, por el modo en el que la gerenta, Megan, había pasado junto a ella y le había tocado el hombro a modo de saludo privado. Para cualquiera que no lo supiera, parecería simplemente que estaba caminando junto a su silla, que eso no significaba nada.
—Podemos pedir tres y compartirlos. Así podremos probar también otras cosas —sugirió Emilie.
—?Compartir? —repitió Colette—. Qué mono, hagámoslo.
Megan apareció con una botella de prosecco. Un ayudante de camarero (que no trabajaba por las ma?anas) iba junto a ella con las copas.
—Queríamos que tuvieran algo para tomar mientras miran la carta.
Lauren le sonrió a Bas.
—Les has dicho que es mi cumplea?os —soltó. Se volvió hacia Megan—. Muy amables, gracias.
Bas negó con la cabeza.
—En realidad, debe haber sido…
Bas miró a Colette, y Emilie sintió una molestia conocida. Por supuesto, tenía que pensar que había sido Colette, a pesar de que Emilie preparaba las flores del restaurante. Colette ni siquiera había podido ir sola hasta allí, mucho menos iba a pensar en llamar con antelación para avisar que se trataba de una ocasión especial.
Colette negó con la cabeza.
—Yo no.
—Nos lo ha dicho un pajarito —a?adió Megan al dejar una copa ante Emilie.
Un instante después, llegó Gustav con aceitunas y pan casero del que solo se sirve a los amigos del restaurante.
—De parte de Jacob —informó.
—?De Jacob? —preguntó Lauren, maravillada—. ?Cuánto tiempo hace que venimos aquí, Bas? ?Una década?
—Creo que más.
—Compró el restaurante hace doce a?os —informó Emilie y se sonrojó, aunque nadie lo notó.
Lauren miró a Bas a los ojos.
—Esta noche hemos entrado en el círculo de confianza.
—Brindo por ello.
—A ver —intervino Colette—, Emilie prácticamente trabaja aquí. Por eso nos dan comida gratis.
—?Solo trabajas aquí por las ma?anas, no? —preguntó Lauren—. ?A esta gente no la conoces, verdad?
Emilie sintió que enrojecía todavía más.
—Solo a un par —contestó levantando la copa—. Feliz cumplea?os, mamá.
Las copas tintinearon. Colette se llevó la suya a los labios y luego rio al ver la expresión alarmada de los demás.
—?Quién quiere la mía? —preguntó sin probarla.
—Déjala junto a la de tu hermana, cari?o. Alguien se la beberá. ?Quieres que te pida una tónica?
—Claro, papá.
Bas le hizo se?as al camarero.
—Mi hija quiere una de sus tónicas caseras. Con una rodaja extra de limón.
—?De verdad vamos a pedir tres platos de ragú? —preguntó Colette.
—Por supuesto que vamos a pedir tres platos —respondió Emilie.
Y así lo hicieron. El camarero arqueó una ceja y comentó:
—Bien pensado.
Después de pedir, Emilie se disculpó para ir al ba?o. Se sintió aliviada de estar sola por un momento; se dirigió a la parte de atrás y pasó junto a la cocina, hacia el pasillo. Entonces se abrió una puerta y apareció Jacob, que tiró de ella para meterla en su despacho. La empujó contra la pared, la besó y le dijo al oído: