Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(56)



Hasta que unos brazos me retuvieron de pronto, más fuertes que yo.

—?Basta! —escuché que gritaba con tono exigente una voz masculina cerca de mi oído—. ?Ya basta!

Lo reconocí con un escalofrío: era Aegan.

Un miedo extra?o me recorrió el cuerpo porque, además de que me estaba agarrando, las luces dejaron de parpadear de repente, la música dejó de sonar y el ambiente se llenó con el bullicio de la gente. Vi que había caos, que ya nadie bailaba, que montones de rostros cubiertos con máscaras se miraban entre sí e incluso me miraban a mí. Agradecí que mi cara también estuviese oculta, pero al no ver a Artie por ningún lado me preocupé.

?Sabrían que era yo?

?Reconocerían mi capacidad para crear problemas?

Aegan, todavía reteniéndome, no esperó a que sucediera eso. Comenzó a arrastrarme lejos del centro del salón, lejos de toda la gente. No sabía a dónde me llevaría, pero no quise empeorar las cosas y no puse resistencia. Atravesamos una puerta en un pasillito extra y entramos a una especie de sala privada, con un sofá grande y un escritorio.

Resultó que allí estaba Artie, todavía con su máscara. También Aleixandre, él con el rostro libre y con la máscara de Ernesto de la Cruz sobre su cabeza. ?Identidad revelada!

Aegan me soltó. Artie y yo automáticamente nos pusimos la una al lado de la otra, como unas recién capturadas en pleno delito, listas para ser metidas en celdas.

—?Las reglas prohíben cualquier tipo de peleas entre los miembros, de lo contrario serán expulsados! —nos lanzó Aegan en un reproche firme y furioso, y en un movimiento rápido me quitó la máscara de la cara.

Al ver mi rostro, se sorprendió tanto que se quedó mudo y dejó de lanzar reproches. Entonces también le quitó la máscara a Artie y nos miró fijamente con el ce?o fruncido y la mandíbula apretada, muy molesto.

—?Qué demonios hacen aquí? —exigió saber.

No supe qué decir. Mi corazón se aceleró un poco. No tuve ninguna buena respuesta, a pesar de que había tratado de ingeniar un plan antes. Mis ideas desaparecieron como si un borrador invisible les hubiese pasado por encima. Me puse nerviosa como una novata de las mentiras. Creí que ya no podía arreglar aquello; nos habían descubierto.

Entonces sucedió algo inesperado.

—Nos invitaron —le dijo Artie.

?Qué?

—?Quién? —preguntó Aegan.

—No lo sabemos —dijo ella con total control—. Solo recibimos un mensaje que decía: ?Viernes, ocho de la noche, club?.

—Quiero ver el mensaje —ordenó él.

De acuerdo, ?y ahora? Miré a Artie, callada. Obviamente, a Aegan no se le podía enga?ar solo hablando con seguridad y con una buena mentira.

Ante la falta de respuesta, perdió la paciencia.

—?Que quiero ver el mensaje! —repitió con brusquedad.

—?Para empezar no nos grites! —dije al instante, utilizando su mismo tono para defendernos.

—No es necesario que discutamos... —intervino Aleixandre tras esos gritos.

—Y una mierda —soltamos Aegan y yo al unísono.

Aleixandre nos miró, ce?udo.

—Quiero ver el mensaje y el número que lo envió —repitió Aegan, silabeando y sin gritar.

Decidí actuar para intentar salvarnos.

—?Sí? —solté, molesta—. Pues nosotras queremos saber qué clase de sitio es este, porque no parece muy normal, ni tampoco un lugar donde alguien como tú debería estar.

Dio justo en el blanco. Aegan apretó la mandíbula enfurecido. Iba a decirme algo, pero de pronto la puerta del peque?o cuarto se abrió y entró un muchacho que jamás había visto en mi vida, pero que, al parecer, ellos sí conocían muy bien.

—Ya he logrado que todo el mundo se calmara allá afuera y he vuelto a bajar las luces —informó quien fuera—. ?Qué es lo que ha pasado?

Cuando se levantó la máscara, lo primero que llamó mi atención fue que tenía unos ojos ambarinos impresionantes. Tenía el aire de chico con pocas preocupaciones, un chico que podía unirse a una caravana hippy, pero también interpretar a Dorian Gray en una película. Un mechón de cabello rubio le caía por un lado de la cara, hasta por encima de la mandíbula, mientras que el otro permanecía detrás de la oreja. El resto del pelo, que le llegaba hasta por encima de la nuca, estaba recogido en una coleta. Usaba un pantalón con los bajos doblados hasta por encima de los tobillos y una camisa blanca holgada.

Sin embargo, lo que me dejó perpleja fue que reconocí su voz, aunque ahora no estaba ebrio.

Era el chico que había llamado al club. El que me había dado el código pensando que yo era esa tal Sascha.

Me pregunté quién era él. ?Y por qué no lo había visto antes? ?Reconocería mi voz? Debía intentar modificarla un poco.

—Ella es Jude, y sale con Aegan —le puso al tanto Aleixandre, se?alándonos—. Ella es Artie, y es amiga de Jude.

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