Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(53)
—De nadie, sobre todo no lo hace alrededor de Aegan. —Se rio con tranquilidad, y volvió a su tarea de juntar el heno—. Pero no hablaré de esto contigo. Según tú, somos el enemigo, ?no? Mejor nos vemos en tu próximo momento ridículo.
Muy astuto.
Bueno, no podía quedarme hablando con el más inteligente de los Cash, y menos con el enfado que todavía burbujeaba en mi cuerpo.
Avancé para irme de allí sin decir nada más. Quería estar lejos de ese club durante unos días.
—Jude —me llamó Adrik justo antes de salir del establo.
Me di la vuelta. Por un instante pensé que me diría algo importante. Ni idea de por qué lo pensé, pero lo pensé.
—?Qué?
—Tienes una rama pegada en el culo —me informó con total naturalidad, como si tener ramas en el culo fuera de lo más común.
Genial.
Me retorcí para mirarme como un perro cuando se gira para mirar su cola y despegué la rama de la tela del biquini. Adrik enarcó una ceja y, finalmente, siguió con lo suyo.
Un momento, ?me había mirado el trasero mientras me iba y por eso vio la rama?
Sea como sea, entre bufidos salí de ahí y fui al ba?o para ponerme mi ropa. Había muchas cosas en mi cabeza y necesitaba respirar lejos de ese club o, si no, no lograría seguir con esa mentira. Me apresuré a vestirme, abandoné el ba?o y fui directa hacia la puerta de entrada, todavía discutiendo conmigo misma mentalmente.
Justo cuando pasaba por el vestíbulo, como si hubiese estado pactado por el destino que mi curioso oído lo escuchara, el teléfono que había en una de las mesitas de la sala común empezó a sonar.
Pude haberme ido, pero como no podía evitar meterme en lo que no me incumbía, me acerqué y atendí la llamada.
—?Hola?
—?Sascha? —preguntó una voz masculina del otro lado. Tenía una nota divertida y medio ebria—. ?Dónde está Aegan?
No sabía quién rayos era Sascha, tal vez una de las chicas del círculo de Aegan, pero como una peque?a venganza no le dije a esa persona que yo no era Sascha. Igual, si no era capaz de reconocer una voz diferente...
—Está en el ba?o con diarrea —contesté—. Llámalo a su móvil.
Iba a colgarle, pero dijo:
—Es que he perdido mi teléfono porque... —Soltó una risa pícara—. No importa, dale mi mensaje, ?vale? Voy a llegar tarde porque el vuelo se ha retrasado. Sé que me tocaba enviar el código que se usará esta noche en el club, pero no podré. Que le pida a Aleixandre que lo haga, que él ya sabe que el código es ?magumbos?. —Otra risa—. Que no pregunte de dónde lo he sacado. Te veo más tarde, preciosa.
Y colgó.
?Un código para usar en el club? Un código que además era una referencia a un capítulo de Los Simpson. Pero ?en qué parte del club? No había visto nada en ese lugar que requiriera poner un código. Me pareció absurdo; en ese instante no logré conectar esa información con nada porque mi cabeza todavía estaba un poco afectada por el golpe.
Pero de repente mi mente se iluminó y uní un hilo con otro...
La puerta que Aleixandre había dicho que debía estar cerrada...
Un código...
?Y si tras esa puerta había que poner un código?
Oh, Dios.
Oh, Zeus.
Oh, Goku.
?Acaso sí había un secreto oculto en ese club? ?Acaso esa era la noche perfecta para descubrirlo?
Debía volver esa noche para ver a qué se refería el chico del teléfono. Lo malo: eso no podía hacerlo sola, y solo había una persona que podía ayudarme.
Me fui directa al apartamento en una de las bicicletas de alquiler para los alumnos, fantaseando con tomarme algún analgésico para mi pobre carita. En cuanto llegué al apartamento, abrí la puerta emocionada. Artie estaba inmersa en sus tareas, con el portátil sobre las piernas y las gafas en la punta de la nariz. Me miró con confusión por mi agitación.
—Necesito que seas mi botón de emergencia —le solté.
Puso esa cara de duda, nervios y miedo que ya me estresaba un poquito.
—??Qué?!
—Iré al club esta noche porque sospecho que Aegan llevará a una chica —mentí—. En todo momento tendré mi móvil en la mano, y si llegase a tener problemas o a pasarme algo...
—??Por qué te puede pasar algo?! —me interrumpió, horrorizada.
—Es que Aegan no sabe que iré —le dije con obviedad—. Y precisamente por todo lo que me contaste de Eli, debo tomar cualquier precaución, así que si llegase a suceder algo raro presionaré un número y recibirás una llamada mía. Sabrás dónde estoy y que necesito que vayas a buscarme con Kiana y Dash.
Puso cara de duda. De mucha duda.
—Igual no me pasará nada, porque no voy a hacer nada peligroso —quise asegurarle para que no se asustara—. Solo quiero que activemos ese botón de emergencia para ambas a partir de ahora.