Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(49)



—?Cuál? —Entorné los ojos.

Dash apareció también, apurado y resplandeciendo con una bufanda de lentejuelas verdes.

—?Artie me dijo que lograste ir al club! —exclamó, ignorando lo que había dicho Kiana—. ?Cómo es? ?Qué hacen? ?Cuenta, cuenta!

Sin darme tiempo de decidir a quién contestar primero, tiraron de mí para llevarme a un aula cercana que estaba vacía y cerraron la puerta.

—Dicen que Aegan te tiene miedo porque eres agresiva y tienes problemas de ira —informó Kiana al instante.

—Muy a lo Emma Roberts... —complementó Dash.

Me quedé boquiabierta.

—?En serio?

—Sí, y que le montaste una escena en el club y casi lo golpeaste —continuó Kiana.

Pero ??qué demonios?! De acuerdo, le habían puesto demasiada creatividad a la transformación del chisme. ?Yo no era Emma Roberts! ?Y Aegan, en definitiva, no tenía la inocencia de Evan Peters, gente!

—Eso no pasó así —les dejé claro—. Ni intenté golpearlo ni fui agresiva.

—?Cómo pasó entonces? —me exigió saber Dash, haciendo un gesto de ?no te guardes nada?—. ?Y cómo es el lugar? ?Es verdad que hay un cuadro de Aleixandre desnudo?

Les conté cómo había sucedido lo de mi supuesta ?escena?. Agregué lo de los caballos y luego llegué a lo más importante, que se trataba de un sitio común y corriente. Sin cuadros de nadie desnudo. Sin objetos sospechosos. Lo único extra?o había sido esa puerta y la actitud de Aleixandre al cerrarla, y eso no iba a decírselo a nadie. Mi investigación sobre Eli y cualquier otra situación extra?a eran un secreto.

Dash puso cara de desencanto total.

—Qué decepción... —suspiró, dramático—. Pensé que sería como una sociedad secreta en la que hacían orgías y tomaban vinos extra?os.

Kiana y yo lo miramos con rareza. Ejem...

Por otro lado, aquello era el colmo.

—No puedo creer que hayan colocado a Aegan en la posición de víctima —resoplé—. ?Qué dirán ma?ana? ?Que hizo un milagro y que lo van a beatificar vivo?

Kiana se quedó pensativa. Por primera vez me fijé en que sus u?as eran peque?as e irregulares. U?as así indicaban que se las mordía, lo cual a su vez indicaba que era una persona nerviosa. Aunque no lo parecía. Kiana era segura y osada, alguien que no temía dar su opinión y que cuando hablaba captaba la atención de la gente por la sensatez de sus palabras. Pero ?qué había aprendido ya? Que en Tagus todos eran lo contrario de lo que aparentaban.

?Qué podía causarle ansiedad a una chica como Kiana?

—Creo que me estoy dando cuenta de algo... —murmuró tras su análisis—. Y si es cierto, él no es idiota. Es un tipo inteligente que se hace el idiota.

—Bien, cuenta —dije, con curiosidad.

—Aegan te ve fuerte y decidida, y como no puede atacarte directamente, buscará ponerte en situaciones que no puedas manejar para que te quiebres y dejes de ser un obstáculo —teorizó—. Salir contigo y tenerte cerca le ayuda porque puede estudiarte y buscar tus puntos débiles.

?Era posible que Aegan estuviera haciendo conmigo algo parecido a lo que yo estaba haciendo con él? ?Por eso quería que fuera su novia? Me sorprendió entender que tenía sentido. En el club había hecho el ridículo porque no sabía cabalgar. ?Y de quién era la culpa entonces? Mía, por no haber aprendido nunca a montar. Solo yo había pasado vergüenza. él no.

—Oh, es como robar un banco desde dentro —dijo Dash, asombrado.

—Tal vez debes meterte más en tu papel de novia —me sugirió Kiana—. Aegan podría estar sospechando que no te gusta. Intenta otras cosas.

—?Como cuáles? —pregunté en busca de otras opciones.

Los dos esbozaron una sonrisita pícara.

—Ya sabes... —dijeron al unísono.

Oh, sí que lo sabía, pero no quería ni siquiera pensarlo.

Consideré que tal vez Aegan no prestaría atención a esos rumores, pero ?es que todavía no había aprendido nada? En Tagus, la mayor responsabilidad de los alumnos era no avergonzar a sus familias. Lo tenían todo resuelto: las cuentas, el transporte, la vida. Sus prioridades eran únicamente ellos, y cuando solo te importas a ti mismo, las desgracias ajenas o no te interesan o simplemente te entretienen.

En Tagus solo te entretenían.

Y aun sabiendo eso, no tenía ni idea de lo que me esperaba esa tarde.

Fui al club después de clase. Sorprendentemente, Aegan me recibió en el vestíbulo. Llevaba un short y sandalias playeras, e iba sin camisa. Los tatuajes de su antebrazo resaltaban como obras de arte, dándole un aspecto rudo que de seguro le gustaba mucho tener. Sus gafas de aviador estaban sobre su cabeza y sostenía un vaso con algún tipo de cóctel. No me saludó, fue directo:

—Tengo algo para ti.

Me entregó una caja blanca. Medio desconfiada, abrí la tapa, saqué lo que había dentro y lo contemplé: un biquini que tenía estampados unos dibujos de peque?as bananas.

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