Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(44)



Yo notaba esas cosas porque llevaba días analizando a los Cash muy detenidamente. Otra persona lo habría pasado por alto.

—Tú, por favor, sigue hasta el final y saldrás al área donde está Aegan —fue lo que me respondió, de nuevo como un guía—. Yo iré en un momento.

Y me puso una mano tras el hombro y me impulsó con suavidad más allá del inicio de ese pasillo para que caminara.

No me quedó otra que hacerle caso. Seguí sola. Por un instante miré hacia atrás y lo vi perderse por el otro corredor. Me quedó la sensación de que eso había sido extra?o.

Al pisar el exterior de la casa, mi inquietud por Aleixandre se desvaneció y solo pude pensar: guau.

El terreno que rodeaba la casa era inmenso. Metros y metros de césped cuidadosamente cortado al nivel perfecto se extendían bajo el sol de la tarde. Había mucho terreno, pero capté lo que mi campo visual abarcaba. Un peque?o establo, un estanque, un círculo de troncos con restos de una fogata apagada y algunos caminos marcados por piedras.

Aegan estaba cerca del establo. Por desgracia, no estaba solo. Lo acompa?aban un par de chicos y un trío de chicas a quienes ya había visto varias veces cerca de él. No podía decirse que fueran sus amigos, pero siempre eran los mismos, así que eran considerados como las personas que Aegan prefería para hacer algunas actividades, tal vez porque eran más importantes que el resto. Seguramente habían conocido a Eli, hablado con ella, ido a las mismas fiestas, pero eran tan culos estirados que sabía que de ellos no obtendría más que saludos hipócritas y críticas apenas les diera la espalda, así que sus nombres no me importaban, y socializar con ellos, menos.

Caminé hacia Aegan, muy campante. Apenas él vio mi fabulosa presencia yendo en su dirección, la enorme sonrisa con la que había estado contando algo empezó a reducirse con lentitud al mismo tiempo que su ce?o se hundía en una clara expresión de que no entendía qué demonios hacía yo ahí. Fue un gesto tan épico que lo habría grabado solo para guardarlo como momento histórico.

Alzó una mano para disculparse y se acercó a mí a paso poderoso antes de que yo llegara.

—?Qué haces aquí? —soltó apenas me detuvo frente a él, nada contento.

—He venido con Aleixandre —me defendí rápido.

él miró en todas las direcciones como buscando algo, luego volvió a mirarme a mí, severo, con los ojos de un gris casi transparente, intensos y amenazantes.

—?Y se ha hecho invisible o lo traes guardado en el bolsillo?

—Me ha dicho que ahora vendría —contesté, confiada.

Miré hacia atrás, hacia la puerta por la que acababa de salir, esperando que Aleix apareciera en cualquier momento justo como había dicho, pero...

Nada. Nadie. Y tras unos segundos más, ni un alma en pena.

—Se ha debido de quedar dentro... —mascullé como estúpida.

Ahora Aegan tenía los brazos cruzados y una asombrosa cara de ira que no me hacía ninguna gracia. Solo le faltaba repiquetear con el pie la hierba de forma repetitiva.

—?Entraste aquí por tu cuenta? —escupió, perdiendo la paciencia—. Es un sitio privado, Jude.

—No, no; en serio he venido con Aleixandre —dije, defendiendo de nuevo mi verdad—. Pero no sé dónde está.

Un momento, ?me había enga?ado? ?Aleixandre me había mentido?

—Puedo denunciarte por esto —me amenazó, y luego decidió no tener piedad—: No, voy a denunciarte.

Bueno, Aleixandre no aparecería y no estaba segura de si era cierto que podía denunciar mi aparición allí, por lo que debía recurrir a algún método para salvarme.

Y se me ocurrió uno rápido.

Había gente cerca, ?no? Gente que podía hacer correr chismes. Gente ante la que Aegan debía mantener su postura y reputación.

—Pero ??por qué te molesta que esté aquí?! —solté en voz bastante alta, aplicando mis dotes de actriz indignada—. ?Solo he venido porque quiero pasar tiempo contigo!

Lo tomé desprevenido. Había creído que yo me asustaría, y hundió las cejas, entre desconcertado y horrorizado por mi brusca actitud.

—Baja la voz, ?qué te pasa? —dijo, enfadado.

—Es que... ??qué problema hay con que sepa qué haces en este lugar?! —agregué a mi falso drama.

Y en serio me tuve que esforzar para no reírme en su cara.

—Jude... —intentó callarme con una voz de ultimátum, pero lo siguiente lo dije aún más fuerte y con mayor decisión de novia tóxica:

—?Quiero ir a donde tú vayas, así que aquí me quedo!

Iba a perder la paciencia. Esperé que la perdiera. Solo que, en serio, a veces subestimaba a Aegan.

Mantuvo la mandíbula y todo el cuerpo tenso con unas notables ganas de taparme la boca con una almohada hasta que dejara de respirar, pero forzó una sonrisa.

—?Sabes qué? Sí que es una buena idea que te quedes —me dijo para mi sorpresa, y cambió su voz a esa de amigabilidad habitual—. Estaba a punto de hacer algo divertido con el grupo y me encantaría incluirte.

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