Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(40)



—A comer algo —decidió él, sin derecho a réplica—. Nada picante, por supuesto.

Qué graciosito. Desde luego no me quedaban ganas de nada picante. Mi pobre boca había quedado traumatizada.

—?No se supone que eres un caballero? —le pregunté—. ?Por qué nunca me preguntas a dónde quiero ir yo?

él forzó una sonrisa con un tono suave:

—?A dónde quieres ir, Derry?

—?Qué tal a ese club al que vas con tus amigos?

Con la misma voz suave dijo:

—No.

Así pasamos cuatro días. él aparecía en su auto, tocaba el claxon unas veinte veces para meterme prisa, yo entraba en el coche, él conducía y no nos decíamos más de tres palabras. Lo curioso era que los silencios entre Aegan y yo no eran incómodos. Ni siquiera queríamos hablarnos, así de simple, y cada uno lo entendía y lo aceptaba. Al llegar a nuestro destino, yo salía del auto muy rápido y solo por fastidiarlo me despedía con un: ?Gracias, amorcito?. Aegan sonreía con cierta malicia y contestaba: ?Siempre para ti, preciosa?.

Sobre el club todo era: no, no y no. Era obvio que no quería que yo fuera, pero Aegan no me conocía ni un poquito. Negarme algo solo hacía que tuviera más ganas de conseguirlo, sobre todo porque su negativa a invitarme al club me llevaba a pensar: ??Acaso hay algo que no quieres que vea, Aegan? Pues lo veré?.

Pero primero quería saber más sobre Eli, por lo que fui al lugar en el que tal vez podía haber una pista: la antigua biblioteca.

Te preguntarás cómo entré si ahora a esa biblioteca solo podían ir los alumnos pertenecientes al consejo estudiantil o los líderes de grupos estudiantiles. Bueno, ?recuerdas cuando estábamos en el Bat-Fit y le pregunté a Kiana qué era esa llave tan rara que colgaba de su cuello? Ella dijo que era una llave maestra para salas especiales de Tagus.

Entonces, ?qué fue lo que tuve que hacer?

Podría decirte que se la pedí prestada, pero considera esto: Kiana habría hecho demasiadas preguntas. No era bueno que nadie conectara nada de lo que tenía que hacer para averiguar más sobre la desaparición de Eli o ahí sí correría verdadero peligro, así que se la robé la tarde anterior mientras estaba de visita en su apartamento. Ya luego me las ingeniaría para ponerla en su lugar de nuevo.

Fui a la hora después del almuerzo. Tuve que llegar en bicicleta al otro extremo de las facultades de Tagus, a un edificio que era casi exclusivo para profesores. Al atravesar las puertas, me di cuenta de que esa biblioteca sí era muy diferente a la que se usaba actualmente. Allí todo era de una madera que a leguas se notaba que llevaba muchos a?os siendo pulida. Los estantes de libros estaban dispuestos de forma clásica y las lámparas colgaban del techo con dramatismo. En el centro había cinco filas de largas mesas con secciones de ordenadores algo pasados de generación, y en una esquina estaba el área de las impresoras.

Para hacer lo que iba a hacer, necesitaba dos cosas:

Activar al máximo mi instinto de investigación, desarrollado gracias a series de televisión como Mentes criminales, CSI y La ley y el orden: UVE, las cuales, en serio, te dan otra perspectiva de vida y te aportan mucha creatividad investigativa.

Y... consultar un par de tutoriales en YouTube.

Artie había visto a Eli imprimir algo con nerviosismo y luego irse muy rápido, ?no? Así que tenía que averiguar qué había impreso.

Como esos ordenadores e impresoras eran del profesorado y de la administración, debían tener instalado algún programa para registrar cualquier cosa que saliera de ellos. Y como a esos aparatos solo tenían acceso ciertos alumnos y, aun así, una parte de ellos prefería usar la otra biblioteca, no eran formateados durante largos períodos de tiempo, así que quizá podía verse aún el historial del día en que Eli había impreso algo.

Claro, también existía la posibilidad de que no hubiera nada, de que ya lo hubiesen borrado todo.

?Tendría suerte?

Me senté delante de uno de los ordenadores. Lo primero que busqué fue la lista de programas instalados. Encontré el de registros de impresión y lo abrí. Me dejó ver todo lo que había salido de la impresora desde el último formateo. Filtré por fecha: 25 de febrero. Tardó en cargar. Tardó tanto que empecé a mover la pierna con impaciencia.

Cuando finalmente apareció la lista, había seis impresiones de ese día.

?Eureka!

Bueno, eso es para los científicos.

Lo malo de aquel programa era que no me ense?aría los archivos impresos. Me mostraba la fecha, el formato, si hubo algún fallo o si la impresión fue exitosa, y también la computadora desde la que había sido ordenada la impresión con la página web asociada al archivo. Justo eso era lo que quería. En serio, gracias tutoriales de YouTube por ense?arme, porque a decir verdad mi cerebro no era tan tecnológico.

Muy bien, me incliné hacia delante, totalmente inmersa en mi investigación, y empecé acceder a todos los enlaces de cada impresión de aquel día para poder averiguar de qué se trataban. Tres eran páginas de la universidad, dos eran archivos que habían sido sacados desde una USB y la última impresión había sido hecha desde:

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