Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(42)



—Pues esta vez no has sido seleccionada —dijo, y usó un tono suave como para no hacer duro el rechazo—, pero tal vez puedas entrar el próximo semestre, así que preséntate.

Valoré que al menos no fuese cruel. Con eso me di cuenta de una cosa: era cierto que no le salía bien intentar parecerse a Aegan, pero tal vez era por su propia personalidad, que, aunque no lo creyera, salía a la luz entre los rasgos de sus hermanos.

—Me lo imaginaba —suspiré, y jugué con un tono de voz algo afligido—. Aegan no quería que yo entrara, lo noté el día de la prueba, y sé que él es el que toma las decisiones.

—Solo es el que mejor las toma, y por esa razón confiamos en ellas —aseguró él.

Le dio una nota relajada a esa declaración, pero a mí me confirmó que no había modo de que alguien mandara más que Aegan.

De igual forma me mostré de acuerdo. Falsamente, obvio.

—Me da la impresión de que esa madurez es una de las mejores cosas de Aegan —fingí aceptar—. Lo único malo es...

Hice una pausa dramática e intencional.

—?Qué? —quiso saber él, aún atento a su teléfono.

—Es un problema tonto —chasqueé la lengua y traté de restarle importancia.

Se encogió de hombros.

—No tengo prisa.

—No quiere pasar tiempo conmigo —dije, afectada—. Y se supone que estamos saliendo, ?no?

—Pues eso es lo que parece —asintió Aleixandre.

Aunque no me estaba mirando, puse cara de duda, ya sabes, para darle pasión a mi personaje.

—No lo sé, pero estoy llegando a pensar que...

Tras eso, Aleixandre apartó la atención de su teléfono y me prestó atención, curioso. Vio a una chica nerviosa y angustiada por su relación con su novio.

—?Qué? —me animó a contarle.

Muy bien, era mi momento. Si estaba en lo correcto, lo que iba a decir debía funcionar y alarmar a Aleixandre. Si le importaba mucho la reputación de sus hermanos, trataría de intervenir para evitar algún chisme o rumor.

—Que no es como todos dicen, ya sabes, sincero, caballeroso... —dramaticé, preocupada—. Siempre está en el club, y no sé qué hace allí ni con quién está, o si es que quiere evitarme. ?Crees que quiere evitarme?

Aleixandre hizo un mohín despreocupado, ni siquiera lo pensó mucho.

—No, lo que creo es que te estás haciendo una película —contestó con simpleza—. No debe preocuparte que esté en el club.

Esa frase me dejó algunas dudas. Me pareció muy ambigua.

Recurrí a algo más.

—Bueno, tal vez esa es su personalidad —acepté, pensativa. Luego hice como si se me ocurriera algo mejor—. Quizá debería preguntarle a alguna chica con la que haya salido antes si le pasaba lo mismo, si él tampoco la llevaba a ciertos sitios. Creo que Artie sabe quién ha sido su...

Aleixandre me interrumpió en un gesto de ?espera, espera, baja el nivel de intensidad?. Soltó incluso una risa algo forzada.

—Mira, si piensas que está con otra chica, te equivocas —intentó convencerme—. Nosotros no hacemos eso.

?No? ?Y la chica del hotel con la que estuvo Aegan mientras salía con Eli? ?Y la chica a la que él mismo estaba esperando en esa biblioteca solitaria cuando se suponía que tenía novia? Ay, Aleixandre, eras un ni?o muy acostumbrado a persuadir con las mentiras de tu boca perfecta.

—Pero el club... —dije dubitativa, a lo que él me contestó con los ojos entornados:

—No creí que fueras de las que necesita verlo para creerlo.

Le dediqué una sonrisa de esas indescifrables. Je.

—Oh, lo soy, Aleix, lo soy —admití.

Me observó con cierto desconcierto. Incluso me pareció que no me miraba a mí, sino a sus propios pensamientos. Unos segundos después bajó la vista y tragó saliva.

—Aleix... —pronunció en un tono más bajo, alejado, que me despertó la curiosidad—. Hace tiempo que no me llamaban así.

Iba a preguntarle que quién lo había llamado de esa forma, pero tan pronto como surgió esa rara reacción, desapareció para dar paso a su habitual y coqueta sonrisa.

—Yo puedo llevarte al club —me dijo, animado.

No supe ni qué decir de lo inesperado que fue ese ofrecimiento.

—?De verdad? —Pesta?eé, sorprendida.

—Sí, así podrás ver tú misma que no hay nada de que preocuparse —asintió con simpleza—. No tendrás que imaginarte cosas extra?as.

—Vaya, Aleix, gracias, en serio...

—Solo... —me interrumpió como si acabara de recordarlo—. Me deberás un favor, ?de acuerdo?

Enarqué una ceja, nada asombrada por eso.

—Ah, no podía ser un gesto desinteresado.

Aleixandre alzó los hombros y las manos en un gesto de ??qué puedo decir??.

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