Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(48)



—Ahora te subirás a él —dijo Adrik.

Primero me explicó dónde debía poner el pie y cómo impulsarme hacia arriba. Después, al intentarlo, fallé y automáticamente me puse a la defensiva, lista para afrontar su burla. Solo que no se burló, lo cual fue inusual para mí. Tomó aire y volvió a indicarme los pasos. Iba a fallar en mi tercer intento, pero él terminó aupándome por la cintura (?por qué había sentido un raro cosquilleo?) y, cuando menos me lo esperaba, logré estar sobre el caballo.

El triunfo me emocionó y sorprendió al mismo tiempo.

—Oh, Dios, estoy arriba —dije, mirando hacia los lados con una sonrisa de satisfacción en la cara.

Adrik asintió desde su posición, como un profesor satisfecho de sus ense?anzas. El cabello azabache despeinado le brillaba, y sus ojos grises por la genética Cash no parecían tan obstinados.

—Lo demás será sencillo.

—Gracias, yo... —intenté decir, aún entusiasmada, pero él me cortó.

—Estoy aquí para ense?ar a cualquiera que necesite aprender, no te confundas —zanjó con un tono neutral.

Por alguna razón, eso me dejó callada.

Bueno, había logrado lo que necesitaba. Ahora quería aprender a cabalgar. Me preparé para esa parte, pero entonces oí unos relinchos y Hades entró a toda velocidad al campo de prácticas. Se detuvo en una estúpida e irreal pose imperiosa con Aegan sobre él, quien se bajó de una manera ágil, demostrando que aquello se le daba más que bien.

En su rostro resplandecía esa insoportable sonrisa de superioridad.

—Parece que Driki hace milagros —dijo, mirándome sobre el caballo—. Puede hacer que un cactus aprenda a sobrevivir en el frío, si quiere.

Abrí la boca para rebatirle épicamente, pero Adrik intervino e hizo algo que ni en un millón de a?os me habría esperado.

—Yo acabo de llegar —mintió con indiferencia—. No tengo nada que ver.

Y, sin decir más, se alejó caminando hacia el establo de nuevo.

En cuanto Aegan y yo nos quedamos solos, puse mi cara más seria y me bajé del caballo. Pasé junto a él, ignorándolo, y avancé en dirección a la puerta trasera de la casa club, lista para largarme de allí. Escuché sus pasos rápidos detrás de mí. Intenté no dirigirle la palabra, pero él tuvo el descaro de preguntar con cierta diversión e incredulidad:

—?Qué? ?Estás enfadada?

?Que si estaba enfadada?

?QUE SI ESTABA ENFADADA?

Mi furia podía alimentar tres países en crisis.

Pero no podía demostrarla. Se suponía que él me gustaba. Una novia enamorada era paciente.

—No —le mentí, tensa, conteniendo mi ira.

De forma intencional, él me detuvo en el vestíbulo para sonreírme en una promesa de caos.

—Qué bien —exhaló— porque ahora que formas parte del club podemos hacer muchas cosas juntos, así que ven ma?ana.

Mi enfado me hizo hundir un poco las cejas.

—?Qué plan hay para ma?ana? —pregunté en un tonillo odioso.

Aegan me gui?ó el ojo.

—Ya lo verás.

Se despidió de mí dándome la espalda y avanzó por el pasillo, rumbo a quién sabía qué parte del club, confiado, triunfante, orgulloso de sí mismo. No tuve más remedio que irme.

De acuerdo, a pesar de ese horrible momento con el fallo al subirme a la yegua, no me rendiría porque, al final, el día no había estado tan mal. En realidad, había descubierto algo: la puerta, esa que Aleixandre había dicho que debía estar cerrada.

Tenía que ver qué había tras ella.

Y también tenía que encontrar formas más inteligentes de fastidiar a Aegan mientras mis investigaciones sobre Eli duraran, y sobre todo antes de que mi tiempo como su novia terminara.





11


Ring, ring... ?Sí? ?Quién es?




Lo confieso, no dejé de pensar en el ?ya verás?.

Dio vueltas burlonas en mi cabeza, inquietándome. ?Qué iba a ver? ?Tenía un plan? Maldito Aegan, hasta con dos simples palabras lograba poner nervioso a cualquiera. ?Es que nada lo ponía nervioso a él? Claro que sí. Seguía siendo humano. Tenía debilidades, puntos que atacar. Tal vez el asunto de Eli era uno de esos puntos.

?De verdad se había ido en un coche alquilado? Pero ?a dónde? Si se había ido por voluntad propia, ?por qué se la veía tan asustada en la grabación? Quería averiguar más sobre ella, y luego...

Kiana me interceptó de repente en uno de los pasillos; parecía un poco agitada, como si hubiese estado buscándome por todas partes. Ese día, su largo cabello estaba trenzado al estilo Daenerys Targaryen, lo cual combinaba bien con su parte ruda, pero no tan bien con su ropa de artista pacífica.

—Hay un rumor —me soltó con gravedad.

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